jueves, 26 de agosto de 2010

UNA VICTORIA IMPOSIBLE



      Los hijos de Efraín, arqueros armados, volvieron las espaldas en el día de la batalla” 
(Sal.78:9)

      Uno de los numerosos enfrentamientos que sostuvo el pueblo de Israel en contra de los filisteos en la antigüedad es famoso por la contundente derrota que sufrió el pueblo del Señor. Esa derrota resulta muy particular porque marcó profundamente a la nación e inauguró, en muchos sentidos, una nueva época. Esa derrota dio inicio al cumplimiento de la palabra de Dios que había sido decretada contra el sacerdocio de la casa de Elí; inauguró el periodo oficial del ministerio de Samuel como juez rector ante la nación; puso fin al lugar de adoración de entonces (Silo); separó por espacio de unos 40 años el arca de Dios y el tabernáculo. Fue esa una tragedia muy lamentable y dolorosa para el pueblo de Israel, pero que, paradójicamente, abriría  ante la nación un nuevo y mejor tiempo con glorias y victorias que más tarde habrían de llegar.

     Consideremos algunos aspectos de esa batalla en 1 Samuel 4:1-11.

Los filisteos habían estado avanzando sobre la tierra donde se encontraban los israelitas y progresivamente habían estado tomando posesión de la misma y sometiendo a los de Israel. Ante una nueva invasión filistea los israelitas no pueden quedarse de manos caídas y deciden dar la batalla. Pero, como en todas las cosas que tienen que ver con aquellos que pertenecen a Dios, las decisiones no debían tomarse por cuenta propia ni ejecutarse sin considerar lo que Dios deseaba que se hiciera. Estaban en memoria del pueblo las victorias anteriores contra Egipto y las naciones de Canaán; todavía recordaban las victorias que alcanzaron bajo la dirección de Josué; todavía recordaban las victorias alcanzadas balo la dirección de los jueces y gobernantes que Dios les había dado; pero algo había cambiado en ellos profundamente: su fidelidad para con Dios. A pesar de ello decidieron no dar importancia a su condición espiritual y moral ante Dios y,  equivocadamente pensaron que a pesar de ello podrían obtener la victoria en ese conflicto.

Israel fue derrotado en el combate inaugural sufriendo cerca de 4.000 bajas por lo que el pueblo regresó desmoralizado y confuso.

1.- La pregunta inevitable

“Cuando volvió el pueblo al campamento los ancianos de Israel dijeron:¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos?” 
(vs.3)

Ellos sabían que la mano de Dios tenía que ver con el resultado de la batalla. Los creyentes en la antigüedad veían la mano de Dios en todas las cosas: en la lluvia y en las sequías, en la esterilidad como en la fertilidad, en la prosperidad como en la ruina; Dios, en los ojos y en la fe del hombre del Antiguo Testamento, tenía relación e inherencia en todas las cosas que acontecían. Lamentablemente el creyente de nuestros días solo ve la mano de Dios en algunas cosas: si algo le resulta agradable ve la mano de Dios en ello; si algo le resulta desagradable ve la mano del diablo en ello. Si algo le representa un aumento de su capital y dinero ve la mano de Dios en ello; si le representa pérdidas y disminución de sus ingresos ve la mano del diablo en ello; a veces el creyente está tan satisfecho consigo mismo, tan complacido de sí mismo, tan engañado acerca de sí mismo, que Dios tiene que permitir que el enemigo le haga un cercado y aún le propine una estrepitosa derrota para quebrantarle y sacudirle de su pecaminoso estado.

¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? 

Esta era una pregunta necesaria y correcta. Después de una derrota tan enfática como esa rayaría en la locura y el enajenamiento mental el no preguntarse por qué Dios permitió que el enemigo saliera victorioso. Hay creyentes que parecen nunca preguntarse la razón de sus fracasos. Van de tumbo en tumbo y no se detienen a preguntar porqué las cosas van así. Lo que es peor, hay creyentes a quienes parece ya no importarles caer derrotados ante el enemigo, si en un tiempo decían “¿Cómo es que terminé haciendo esto?, ¿cómo me enredé en este asunto?, ¿cómo es que caí en este pecado tan ruin?", ahora parece no molestarle en lo más mínimo el vivir descaradamente en rebelión contra de Dios y aún así pretender que todo está bien; y lo que no deja de ser causa de asombro es que en verdad piensan que todo está bien. Pero, ¿Está todo bien, y no le rindes cuentas a Dios de tus acciones? ¿Está todo bien, y hace tiempo que dejaste de pensar en cómo servir a tu Señor? ¿Está todo bien, y actúas en contra de los principios de la palabra de Dios? ¿Está todo bien, y permites que el enemigo se adueñe de tu alma por no dar la batalla? ¿Está todo bien, y tu familia se está perdiendo? ¿Está todo bien, y los filisteos están haciendo estragos en tu vida? ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos?, como ya mencionamos esta era una pregunta necesaria y correcta, pero era preciso dar también una respuesta adecuada a la misma. Los israelitas se engañaron a sí mismos al pensar que lo que necesitaban para vencer no guardaba relación con su condición espiritual. En años anteriores Josué había sufrido una derrota ante los enemigos y en aquella ocasión él se hizo la misma pregunta (Josué 7:1-12), pero Josué y los ancianos de Israel en aquella oportunidad permitieron que Dios señalase la verdadera causa de su derrota: el pecado escondido y no confesado ante Dios.
Usted se puede hacer la pregunta legítima y correcta en medio de sus fracasos, pero si no la responde conforme a la verdad continuará fracasando en las mismas áreas. Si el creyente no evalúa acertadamente la causa de su caída no podrá dar un revés a esa situación para vencer; si no se sincera ante Dios, haga lo que haga, saldrá con las marcas de la derrota sobre su cabeza. Es necesario que permitamos que Dios nos corrija, señale nuestras faltas, descubra nuestra deslealtad, antes de que podamos alcanzar la verdadera liberación y victoria sobre el pecado y nuestro enemigo. Es un gran problema cuando el cristiano no quiere que nadie le diga nada con respecto a sí. Hay creyentes que ni siquiera permiten a Dios que les hable, porque cuando el Señor les intenta decir algo (Por ejemplo: paga tus deudas, pide perdón a esa persona y reconcíliate, cambia tu manera de pensar, etc) salen adelante y comienzan a defenderse diciendo “Señor, pero tu sabes que....tu sabes Señor....el Señor conoce....” Con esa actitud no permiten que el Espíritu Santo les redarguya, les señale, les guíe al conocimiento de la voluntad de Dios.
 
Allí estaban pues los israelitas y ante la pregunta de ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos?, se dijeron:

 “Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos. Y envió el pueblo a Silo, y trajeron de allá el arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que moraba entre los querubines; y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, estaban allí con el arca del pacto de Dios” 
(vs.3-4)

2.- La fe como amuleto.
Hay una grandísima diferencia entre la verdadera confianza en Dios y entre la que muchos creyentes de nuestros días dicen profesar.

El arca del pacto era el más sagrado de los sagrados objetos y muebles que habían en el tabernáculo de reunión; allí de entre las alas de sus dos ángeles Dios manifestaba su gloriosa presencia en el campamento de Israel. En esa arca la gloria de Dios se hacía visible invitando al pueblo a la reverencia y la adoración, advirtiendo a todos sobre la necesidad de presentarse en integridad y santidad ante la presencia de Dios, preservando para la posteridad un testimonio de la fidelidad de Dios para con su pueblo. Los israelitas en su batalla ante los filisteos parece que recordaron la toma de Jericó: el arca estuvo presente entonces llevada por los sacerdotes mientras daban vueltas a la ciudad (Jos.6:4), pero olvidaron que Dios así lo había ordenado y que el pueblo todo estaba en una correcta e integra relación para con Dios.

¿Cómo se debe entender esta acción de llevar el arca de Dios a la batalla contra los filisteos?

Esta acción no pasaba de ser un acto agorero. Usaron el arca como quien usa un amuleto para obtener buena suerte. Invocaron la ayuda de Dios pero sin atender el asunto de sus pecados personales. Pretendieron manipular el poder de Dios a su antojo, como si él estuviese obligado a responder a sus demandas. Por supuesto, el Señor no estaba respaldando tales acciones. ¿Sabe que mucha gente en las iglesias actúan de igual forma? ¿Sabe que hay muchos cristianos supersticiosos? Los hay con una Biblia abierta en el centro de su sala; los hay con la radio encendida a toda hora en la “emisora cristiana” para que purifique los aires de la casa; los hay de aquellos que no se atreven a pronunciar las palabras “estoy enfermo” o “tengo problemas”  a  causa de sus supersticiones; los hay de aquellos que viven lanzando superconfesiones de fe, con la creencia supersticiosa de que así, lo que confiesan, eso vendrá sobre sus vidas; usan la palabra de Dios como un amuleto; usan las promesas de Dios como un talismán; usan las promesas de Dios como un “mantra”, como algo que debe ser repetido hasta que se haga realidad. Todos los que así viven su fe se olvidan de que la relación con Dios no es asunto de palabras sino de conocimiento y confianza personal. La relación con Dios es un asunto, no de cumplir con Dios, sino de amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas, con toda la mente y con toda el alma. Se olvidan estas personas, estos creyentes, que la oración de fe que abre las ventanas de los cielos para que haya bendición hasta que sobreabunde no es la que se hace con palabras escogidas y de acuerdo a una formula revelada del código del lenguaje del reino de la imaginación y de la fe, ¡¡No!! es la que se hace con un corazón contrito y humillado, la que se hace como un niño destetado, la que se hace en integridad y sumisión a la voluntad divina, esa es la oración que abre las ventanas de los cielos para nosotros los creyentes.

3.- Despreciando el valor de la integridad.
El pueblo de Israel se equivocó además, al menospreciar el valor de la integridad. Los sacerdotes que  estaban con el arca eran un par de sinvergüenzas; hombres irreverentes, adúlteros, y carnales en el más amplio sentido de la palabra (1 Samuel 2:12,17,22). No obstante el pueblo consideró que ellos debían estar con el arca de Dios como sacerdotes, invocando la presencia de Dios ante sus enemigos. 
Si no hay temor de Dios en el corazón del hombre la causa está perdida, la derrota es segura. Si no hay un continuo santificarse para Dios por demás están los rituales, por demás están las alabanzas y el congregarse, por demás están las oraciones y las proclamas de guerra espiritual, por demás está el servicio; si no hay una vida de santidad y consagración a Dios lo que habrá es ruido, pompa y apariencia pero faltará lo esencial, la vida y el poder de Dios, la gracia y la victoria en el día de conflicto. Nada puede sustituir el valor de una vida santa e integra delante de Dios. No hay oración que traiga bendición sobre una vida que no es recta ante Dios, no hay unción que desate bendición sobre una persona cuyo corazón no es recto para con Dios, no hay autoridad ministerial que apruebe lo que Dios desaprueba, no hay pastor ni líder que dé el visto bueno a lo que Dios reprueba, olvídelo, no es posible.

A veces el creyente piensa que es un asunto de que alguien haga oración por esa situación, y no es así; Dios desea que usted se ponga a cuentas con él.
A veces el cristiano piensa que si los ancianos oran por eso Dios dará la victoria, y no es así; Dios demanda que usted se ponga a cuentas con él.
A veces pensamos que si el hermano que nos aconseja aprueba lo que deseamos todo estará bien, y no es así; Dios no negocia sus principios ante nadie.     

El apóstol Pedro dijo: Fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Pero, ¿Quieren amar la vida y ver días buenos? cuídense de no mentir y de no hablar mal de otros; hagan el bien y dejen de hacer el mal, y vivan en paz para con todos. Porque el Señor cuida a los que hacen el bien, y escucha sus oraciones, pero está en contra de los que hacen el mal” (1Pe.3:10-12).

No hay sustituto para la santidad y consagración personal.

4.- Una falsa confianza.

Aconteció que cuando el arca del pacto de Jehová llegó al campamento, todo Israel gritó con tan gran júbilo que la tierra tembló” 
(vs.5)

       Esta es una escena dramática e intensa: el pueblo ha sido reanimado en la esperanza de la victoria al tener el arca de Dios entre ellos; gritos de júbilo resuenan en toda la región; la tierra tiembla como pareciendo presagiar la victoria que se avecina; aún los enemigos al escuchar el vocerío se asombran y temen:

Y los filisteos tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al campamento. Y dijeron: !Ay de nosotros! pues antes de ahora no fue así. !Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de estos dioses poderosos?” 
(vs.7-8)

     A veces se confunde el actuar de Dios con la algarabía de la gente; a veces se pretende hacer ver el poder de Dios por medio de los gritos y las emociones intensas de las personas; a veces se pretende ir en contra del enemigo por medio de recursos y estrategias impresionantes; a veces se intentan y ensayan todos los medios menos lo que se ha debido hacer desde un principio: acudir a la presencia de Dios en humildad reconociendo que no estamos viviendo el tipo de vida que estamos llamados a vivir. Este pasaje nos enseña que tristemente a veces se puede experimentar alegría y confianza, se puede tener esperanza, se puede hacer temblar la tierra, se puede llamar la atención, se puede intimidar a otros...mientras se transita por un camino equivocado. 
     Y tenemos que preguntarnos, ¿Dónde estaba Dios en todo este movimiento? ¿Qué estaba haciendo en verdad? Así como el joven Samuel parece no haber estado presente en la batalla, así como de seguro se quedó triste y preocupado por el destino de la batalla al ver los desaciertos y los desvaríos del pueblo. Dios parece haberse quedado en espera de la llegada del fracaso necesario.
     Cuando todo lo que Dios hace por llamar nuestra atención fracasa, entonces no queda más remedio que la experiencia del fracaso necesario. Aunque desde muchos púlpitos se dice que Dios no está enfermando gente por allí, ni arruinando gente, etc, tengo que decirle en esta oportunidad que Dios, en su trato para con los suyos, más de una vez les hace transitar por el camino del fracaso, hasta que el corazón sea doblegado y la voluntad sea quebrantada, y emane del corazón del creyente, de su carácter, el aroma de Cristo; el aroma de la pureza, el aroma de la integridad como consecuencia del arrepentimiento y el volverse a Dios.
     ¿Dónde estaba Dios? En la gloria de su trono esperando que su pueblo fuese, por necesidad (para su propio bien y posterior restauración), quebrantado ante el enemigo.

5.- La hora de la verdad.

Pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie. Y el arca de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofni y Finees” 
(vs.10-11)

     La hora de la verdad llegó, y cuando esa hora llega solo hay lugar para que suceda lo que tiene que suceder: Israel fue vencido sufriendo 30 mil bajas y el resto huyó a sus tiendas. El arca fue capturada y los hijos de Elí resultaron muertos.
Dios no era honrado por los israelitas, por lo que no actuaría como bufón al servicio de ellos. Ya que ellos no le honraban como él lo demandaba, tampoco el les honraría con su ayuda y la victoria en la batalla. Los hijos de Elí pensaron que se podrían burlar de la majestad de Dios y salir ilesos de las consecuencias de sus actos viles y pecaminosos, pues, su pecado les alcanzó y sufrieron una muerte violenta.  
            Ese día fue inolvidable para la nación de Israel, aún los poetas y cantores hebreos recordarían años más tarde aquel día cuando...

Los hijos de Efraín, arqueros armados, volvieron las espaldas en el día de la batalla” 
(Sal.78:9)

¡Qué día aquel tan fatídico!, ¡Día de llanto y tristezas cuando los hijos de Dios cayeron ante sus enemigos!, ¡El día en que Dios dejó que los filisteos quebrantaran a Israel!.
 
Pero esa era en realidad una victoria imposible de alcanzar para Israel. Imposible, por su falta de consagración y lealtad para con Dios; imposible, por la falta de dignidad en el sacerdocio; imposible, por su renuencia a reconocer que su relación con Dios era simplemente ritual y supersticiosa; imposible, por la deplorable condición espiritual y moral de la nación.

Con esa derrota tan contundente Dios preparó el camino para que Samuel, el más noble y grande de los jueces de Israel, comenzara su poderoso y eficaz ministerio en la nación. Con esa derrota Silo quedaría en el olvido como centro de adoración en Israel y, más tarde, Jerusalén ocuparía ese lugar privilegiado. Con esa derrota el pueblo habría de aprender a respetar y valorar la presencia de Dios en medio de ellos. Un mejor tiempo venía sobre la nación después de semejante fracaso ante los filisteos (1Sam.7:3-17).

La historia nuestra no se escribirá de manera distinta. Dios nos ha escogido para que peleemos la buena batalla en el nombre del Señor Jesucristo, y si no lo hacemos los filisteos nos conquistaran y someterán. No es la batalla de las apariencias o del ser prospero y exitoso económicamente, es la batalla por el señorío de nuestro corazón y voluntad. No se pelea esa batalla con rituales y fórmulas de fe; tampoco con el cumplimiento externo para con la religión correcta;  no se pelea tratando de conseguir la admiración y el respeto de la sociedad; se pelea, primero y antes que todas las cosas, por medio de una vida consagrada, por medio de una vida rendida; por medio de una vida limpia y que se sabe y reconoce como suya en todas las áreas.

Dios no le llamó para que usted vuelva las espaldas en el día de conflicto ante sus enemigos. Dios no le llamó para que usted viva una vida religiosa hueca y vacía. Dios no le llamó para que usted sea arrollado y vencido por las circunstancias, por el pecado o  por el enemigo de su alma; Dios le llamó para que usted prevalezca ante sus enemigos, para que su arco y su brazo no desmayen hasta que la victoria sea suya, para que usted, apoyado en su Dios, se agigante en la batalla, para que ponga en fuga los ejércitos de las tinieblas, para que la gloria del nombre de Cristo sea conocida entre los pueblos.

¿Estas cayendo derrotado ante el pecado? ¿Estas dejando de honrar a tu Señor y Salvador ante los hombres? ¿Estas considerando dejar a esos filisteos en posesión de esa área de tu vida? Quizá has actuado como los israelitas movido por emociones y vanas supersticiones y no has acudido a la presencia de Dios humillándote como debes hacerlo. Quizá no has conocido aún lo que es presentarte ante Dios y esperar en su presencia hasta que él obre. Quizá no has querido escuchar lo que él tiene que decirte.

Pero acude hoy a su presencia, preséntate ante él en confesión sincera, ríndele y entrégale lo que él te pida, entonces él peleará la batalla a tu lado y no serás tú, sino tu adversario, quien vuelva las espaldas en la batalla.

En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.
                                                                     
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viernes, 20 de agosto de 2010

DAVID Y EL GIGANTE DE GAT



      El encuentro entre David y Goliat es uno de los relatos más famosos de la Biblia; el mismo se encuentra en el primer libro de Samuel (1Sam.17:1-51) y, aunque sobre ese suceso se han escrito numerosos mensajes, pienso que el mismo sigue siendo un semillero de principios y lecciones para la vida cristiana, especialmente en lo que se refiere a la batalla que libra el cristiano por honrar el nombre de su Salvador. Consideremos algunos de estos principios a  continuación.
      
1.- La escena del encuentro (vs.1-3)
      Dos ejércitos frente a frente, en orden de batalla. El pueblo de Dios ante los enemigos de Dios. No es una escena nueva e inédita; desde los primeros pobladores del mundo hasta nuestros días dos grandes ejércitos caminan sobre la tierra; dos grupos se encuentran enfrentados en una batalla sin tregua; ayer era Israel ante los Filisteos, hoy es la Iglesia ante el mundo como sistema organizado que se opone activa y manifiestamente a Dios y su autoridad. 
      ¿Quién ha de tomar la iniciativa? La iniciativa debía tomarla el pueblo de Dios, pero Saúl, el rey de Israel, estaba mal espiritualmente, por lo que los filisteos tomaron la iniciativa.

      Principio: Si los hijos de Dios no toman la iniciativa en la batalla espiritual, el enemigo lo hará.

2.- El líder del ejército enemigo (vs.4- 11)
      Goliat de Gat era quien lideraba las tropas filisteas, un acorazado guerrero (usaba un casco de bronce; una malla de bronce de unos 57kg ; tenía sus piernas recubiertas como con escamas de bronce; su lanza era de unos 2m de largo y con una punta de hierro de unos 7kg ; usaba una jabalina entre sus hombros; una espada en su mano y un escudero con su escudo delante de él);  y su estatura aproximada habría de ser de unos 2.60-3.20 m altura. Goliat es un tipo y figura del enemigo espiritual del pueblo de Dios. No es un hombre cualquiera, tampoco es un guerrero corriente; pero más importante aún, su proceder no es el de un hombre natural, es el proceder de uno que está dominado e instigado por el poder de Satanás, por lo que la forma como se desarrolla este encuentro y cómo se obtiene la victoria es de un gran valor para los creyentes en todos los tiempos. 
     Ante la pasividad del ejército de Israel Goliat toma la iniciativa e impone las condiciones de la batalla  estableciéndolas a su conveniencia. Saúl y los de Israel no estaban obligados a aceptar las condiciones propuestas, pero el temor los dominaba (vs.11) . Durante 40 días Goliat injurió al pueblo de Dios (vs.16). Fueron 40 días de improperios que minaban el ánimo y oprimían con temor al pueblo de Dios (vs.24).

      Principio:  El enemigo siempre tratará de imponer sus condiciones e intentará llevarnos a su terreno. Mientras el cristiano calle el enemigo voceará y hará escarnio por el silencio del pueblo de Dios. Mientras el creyente se resigne a escuchar pasivamente las palabras que provienen del campo del frente, del campo enemigo, no podrá ver la gran victoria que Dios puede obrar a su favor. El enemigo tiene muy claro el valor del continuo golpear (cada mañana y cada tarde por ¡cuarenta días!)

3.- La llegada de David al campo de batalla (vs.17-23)
Una mañana un rumor corre entre las filas de los soldados: al fin hay alguien que quiere hacer frente al filisteo. No es ninguno de los del ejército de Saúl. Ni siquiera es alguien que con frecuencia estuviese con ellos. Un joven llegó esa mañana por “casualidades de la vida” a llevar una encomienda familiar para sus tres hermanos que servían en el ejército de Saúl. Llegó en el preciso momento en que los ejércitos se ponían frente a frente en orden de batalla y cuando el filisteo Goliat lanzaba su escarnecedor insulto al ejército de Israel. Hasta ese momento las palabras de Goliat no habían causado más que temor e incertidumbre en todos aquellos que escuchaban, pero esta vez las palabras de Goliat fueron escuchadas por un hombre que reaccionó de forma diferente, “... las oyó David” dice el texto bíblico (vs.23). Y tan pronto David escuchó la arrogancia y el desprecio con que hablaba el filisteo y vio cómo se adelantaba ante el ejército de Israel haciendo más humillante su desafío, una serie de emociones y convicciones comenzaron a aflorar en su corazón.
David no piensa en la estatura de Goliat ni en su acorazada e impresionante armadura; no mide el alcance y la capacidad de impacto de su lanza; no considera la ventaja que le ofrece el tener un escudero a su disposición; David no considera de momento ninguna de estas cosas, solo hay algo que en él causa honda impresión :
"¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?(vs.26)
David piensa, este hombre es, a fin de cuentas, un filisteo incircunciso (alguien ajeno al Dios del pacto); este hombre es causa de oprobio para Israel y en realidad está retando a los escuadrones del Dios viviente.
Mientras que los hombres de Saúl se consideraban a sí mismos en relación con Goliat y medían sus posibilidades solo según la estima humana, David medía al gigante en relación con Dios y estimaba sus posibilidades de victoria de acuerdo con los recursos divinos. Mientras que para unos esto se trataba de una batalla que solo se podía decidir por la fuerza y potencia humana de combate, David considera que esta batalla es en primer lugar un conflicto espiritual que atañe directamente a los asuntos de Dios, y él está convencido de que Dios no dejará que su santo nombre sea pisoteado y deshonrado. 
Detrás de muchos de nuestros cotidianos problemas lo que se esconde en realidad es un conflicto de dimensiones y alcances mayores, el conflicto entre los propósitos de Dios y el asedio del enemigo por intentar frustrarlos. El conflicto de la gloria y honra del nombre de Dios y el intento del maligno por injuriar y blasfemar el nombre de Dios usando como trampolín nuestras debilidades y nuestra falta de resolución para dar la batalla.

Principio:  Debemos evaluar y ponderar todas las cosas en la perspectiva de los  propósitos de Dios, y no solamente según la óptica humana y terrenal.

Mientras que unos huyen ante las injurias de Goliat y otros se mantenían a distancia prudencial, el pueblo tiene que llevar su humillación a cuestas y el nombre de Dios tiene que esperar por la manifestación de algún hombre de fe que haga silenciar la voz del inicuo. Pero Dios siempre se provee de sus instrumentos para vindicar la gloria de su propio nombre. Creo que es significativo que David llegase al campamento pasados 40 días (la misma duración del diluvio, del tiempo de Moisés en la montaña, del Señor en el desierto), porque Dios en su soberanía permite al maligno desarrollar parte de sus planes para probar a los suyos, para fortalecer la fe de su pueblo, para adiestrar las manos de su pueblo para la batalla, pero llegado el tiempo determinado por Dios, se ejecutará la sentencia y los enemigos de Dios serán derrotados y la gloria del nombre de Dios será reconocida y exaltada.

4.- David ante Saúl (vs.31-37) 
      Tan pronto se esparce el rumor de que hay un hombre dispuesto a hacer frente al odioso filisteo deciden presentarlo ante el rey Saúl. Los soldados, creo que con cierto entusiasmo, llevaron a David ante Saúl; ¿Qué vieron los soldados en él? quizá su disposición, o su valor, o su fe, o su firme decisión de ir a pelear, pero, Saúl, si estaba expectante y ansioso por ver al guerrero que le haría frente a Goliat,  se decepcionó por completo al ver a David, e incluso intenta hacerle desistir en su ingenuo deseo diciéndole: “No podrás tú ir contra aquél filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud” (vs.33) Saúl quizá teme colocar el destino de la nación en las inexpertas manos de un muchacho, en un combate que de seguro no podría ganar, pero David no es un simple e ingenuo muchacho idealista, es ante todo un creyente, es alguien que ha tenido experiencias reales y genuinas en la presencia de Dios, es alguien que ha alcanzado victorias, por la gracia de Dios, en distintos momentos de su vida, por lo que en este punto es imposible que desista y menos por los argumentos que le presenta Saúl. David es un muchacho joven, sí, es cierto, pero es antes que eso un creyente que tiene firmes y probadas convicciones en su corazón que han sido forjadas en su caminar con su Dios.

Principio: El cristiano está llamado a ser alguien que vive y se mueve por convicciones que nacen de su relación con Dios

Un cristiano sin convicciones es un pobre cristiano digno de compasión. La convicción es hija de la fe; una fe que no engendra convicción en el corazón es de dudar que sea real. Ante la convicción nacida de la fe, todos los argumentos se debilitan y son incapaces de mantenerse en pie. Por lo que Saúl después de escuchar a David, no puede menos que decir: “Ve, y Jehová esté contigo” (vs.37).

5.- Decidiendo cómo hacer frente al enemigo (vs.38-40)
      Saúl no puede hacer desistir a David y tampoco puede acompañarle, por lo que lo menos que puede hacer por él es ofrecerle su armadura personal. David la acepta e intenta adaptarse a ella pero finalmente dice:  
Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas. Y tomo su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo” 
(vs.39-40)

Principio: En la batalla que el creyente tiene que librar no le pueden ayudar las armas ajenas. Solo aquellas que son realmente suyas, y aquellas en que se ha ejercitado y ha llegado a ganar confianza podrán ayudarle a vencer en las horas de conflicto. 

¿Qué expectativas tenía David con relación al combate? Que de seguro saldría vencedor con la ayuda de Dios. ¿Cuánto pensaba David que duraría el combate? ¿De qué forma pensaba David que lograría vencer a Goliat? Creo que no todo estaba tan claro en la mente de David, solo que él obtendría la victoria por la gracia de Dios. Por eso el lleva su cayado en mano, pero también su honda, y además, no una o dos piedras, sino cinco. David fue al combate dispuesto a realizar los intentos que fuesen necesarios para vencer al gigante filisteo. De igual forma no se requiere que nosotros los creyentes logremos ver de antemano todos los detalles sobre cómo alcanzaremos la victoria, solo se requiere que con resolución, preparación, y disposición a perseverar vayamos al frente de batalla, que de seguro, eso sí lo podemos esperar Dios dará la victoria.
En el campamento filisteo se corrió la voz: uno de los hebreos peleará contra Goliat, de igual forma en todo el campamento de Israel. Y ambos ejércitos frente a frente rodearon el escenario del encuentro. Goliat salió al frente con su escudero tratando de divisar quién sería su adversario (vs.42-44).
Han debido causar risas las palabras de Goliat entre los soldados filisteos al afirmar que David piensa que él es un perro por cuanto viene con un palo en su mano. El diablo siempre consigue quien celebre, aplauda y ría de sus blasfemias e ironías. Todo el ejército de Israel de seguro estuvo en un tenso silencio y aún orando en sus corazones tratando de creer en la posibilidad del milagro. Pero David, el instrumento que Dios encontró dispuesto, no se perturbó en modo alguno por las palabras de Goliat. ¡Oh, los que confían en Jehová son como el monte de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre! David, lleno de valor por sentir el respaldo de Dios sobre su vida, dirige su voz a su adversario para glorificar el nombre de Dios y proclamar anticipadamente la gran victoria que Dios obraría (vs.45-47):

"Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos"

David a su vez a estado analizando a su adversario e ideando como acometer contra él. David no va como a la ventura, el ha escogido sus piedras y ha colocado la mira en el sitio ideal, quizá el único punto vulnerable del filisteo. Si usted piensa que era imposible que David apuntase precisamente a ese lugar descubierto en la frente del gigante, debe recordar que en los tiempos de los Jueces había en Israel 700 hombres escogidos, famosos por su habilidoso uso de la honda, capaces de tirar a un cabello y no errar (Jueces 20:16).

6.- La piedra en la frente de Goliat (vs.48-51)  
      Quiero que note que la Biblia dice que "David se dio prisa y corrió a la línea de batalla contra el filisteo" (vs,48); y, una vez que Goliat cayó sobre su rostro en tierra, la Biblia dice que David corrió hacia él y tomó su espada, antes de que este se recobrase y lo acabó de matar con su propia espada (vs.51).

      Principio: Hay momentos precisos y oportunos en la batalla espiritual en los que debemos actuar con presteza y resolución sostenidos por la fe. Es el instante en que se impone la victoria forjada en la oración; es el momento en que se derriba la fortaleza enemiga y se rescatan a los prisioneros; es el tiempo de quebrantar el poder del enemigo para la gloria de Dios. 

-          Esta victoria fue, en primer lugar, una obra de Dios.
-          Fue, en segundo lugar, el resultado de la fe de David en su Dios.
-          Es, en tercer lugar, una muestra perfecta de cómo Dios usa los talentos de un hombre que se ha rendido a él para glorificar su santo y bendito Nombre.

Esta victoria marcó el inicio de la vida pública de David ante la nación de Israel. Algunos años más tarde él llegaría a ser Rey sobre la nación. Por cierto, no fue la única vez que David se enfrentó con un gigante; en una oportunidad en medio de una batalla estuvo a punto de morir a manos de un gigante a no haberle salvado uno de los hombres de su ejército (2Sam.21:15-17).

La victoria de David sobre Goliat es la victoria de aquellos que deciden depositar su confianza en Dios al enfrentar las adversidades y conflictos con el objetivo principal de que Dios sea glorificado. Es la victoria de todos aquellos que desean que el nombre de Dios no sea blasfemado sino exaltado en la vida de los hombres.

-          Cada Goliat que hoy injuria al pueblo de Dios demanda la actuación de un David
-          Mientras el pueblo de Dios se acobarde el enemigo lanzará sus improperios
-          Aunque algunos duden de nuestras motivaciones (como el hermano de David dudaba de las de David ), debemos hacer con resolución y firme convicción aquello que Dios nos ha llamado a realizar.

Yo creo que es el deseo de Dios que actuemos a la manera de David en nuestra vida personal y también en medio de nuestra sociedad. Es necesario que nos decidamos a dar la batalla por el nombre de nuestro Dios y glorioso Salvador. Solo hace falta una piedra bien colocada; lanzada en el poder del Espíritu Santo, es decir, una oración sostenida y firme, bien dirigida y bien centrada, una ofensiva decidida, un declarar sin temor la palabra de Dios en contra del enemigo, decidirnos a glorificar el nombre de Dios con los recursos y posibilidades que él ha colocado en nuestras manos. Si esto hacemos, de seguro, al igual que David, nosotros también alcanzaremos importantes victorias para la gloria de Dios.

En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.

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sábado, 14 de agosto de 2010

TRAS EL EJEMPLO DEL APOSTOL PABLO



“Por tanto, os ruego que me imitéis...Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo...
Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros"
(1Cor.4:11;.11:1; Fil.3:17)

     Las palabras tienen su valor particular dependiendo de quien las pronuncie y respalde; dicho de otra forma, las palabras son dignas de consideración según la autoridad y competencia de quien las pronuncie. En el caso que nos ocupa en esta oportunidad, las palabras con las que hemos iniciado provienen de un hombre que merece toda nuestra atención, respeto y admiración; primero, por su autoridad espiritual (Apóstol de Jesucristo); segundo, por su autoridad personal (testimonio irreprochable), y tercero, por su autoridad moral (vive todo lo que predica y exige).

     Muy pocos creyentes, si es que acaso ha habido alguno, han logrado alcanzar las encumbradas cimas que el apóstol Pablo pisó en su peregrinar como cristiano: predicador incansable, misionero intercontinental, obrador de señales y milagros en el poder del Espíritu Santo, fundador de iglesias, formador de líderes, obrero esforzadísimo en la causa del evangelio, el escritor más prolífico de todo el Nuevo Testamento, hombre poseedor de múltiples dones espirituales, protagonista de experiencias espirituales excepcionales, con un carácter intenso y apasionado, comprometido a vivir para Dios con todas sus fuerzas y capacidades hasta donde el alma le alcanzare y hasta donde la vida le acompañase. Después del Señor Jesucristo no creo que persona alguna haya tenido tanta influencia sobre los hombres como el apóstol Pablo.
     
     Viendo las notables credenciales espirituales y ministeriales de Pablo, alguno podría imaginar que él se consideraba un hombre fuerte y capaz por sí mismo, que era un creyente en todo diferente a los demás, una especie de super hombre; pero lo que encontramos en sus palabras nos dice que era un hombre corriente, un hombre como cada uno de nosotros, solo él que había aprendido a depender totalmente de Dios:

     A los hermanos de Corinto les dice:

Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor
(1Cor.2:1-3)

     Y con relación a la eficacia de su ministerio dice:

 Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” 
(1Cor.3:6-7)

No que seamos competentes por nosotros mismos...sino que nuestra competencia viene de Dios
(2Cor.3:5)

     Aunque bien es cierto que Pablo se formó en una de las mejores escuelas de su tiempo y estuvo bajo la influencia de grandes hombres, no fue de esa escuela y del respetable Gamaliel (Hch.22:3) que obtuvo el poder y la agudeza de sus mensajes. Aunque por muchos años mantuvo una disciplina personal inobjetable, así como una relación de obediencia y respeto por la ley de Dios y las ceremonias judías, no fue de esta prolongada experiencia que obtuvo la capacidad de ser perseverante y fiel al Señor. Aunque Pablo pudo haber tenido suficientes motivos para considerarse un hombre especial según sus méritos y formación particulares, sin embargo, renunció a juzgarse a sí mismo según esos estándares. Pero quizá lo que más fama a dado al apóstol Pablo en toda la historia de la cristiandad son sus escritos. Los escritos de Pablo, desarrollados según su propio testimonio “por revelación del Espíritu Santo”, han edificado, consolado, animado y fortalecido la vida de todos los creyentes en el devenir en siglos de la Iglesia. Esos escritos, así mismo,  han desatado las más arduas tareas de investigación, análisis y disertación en el ámbito teológico. Los creyentes sencillos son amigos y amantes de los escritos de Pablo; los religiosos de corazón indispuesto no pueden aceptar los planteamientos de Pablo, y como diría el apóstol Pedro, los tuercen para su propia perdición. Pero, además de sus inspirados escritos, la vida misma de Pablo ha retado a los cristianos en los últimos 20 siglos. El testimonio de Pablo, no en sus palabras para la iglesia, sino en la forma como decidió conducir su vida, invita a toda la cristiandad, a todo el que se considere hijo de Dios, a cada uno de nosotros, a que examinemos nuestra vida de fe, para que por la gracia de Cristo y la suficiencia de su Espíritu Santo, Dios ocupe el lugar que merece ocupar en nuestras vidas.

     En esta oportunidad veremos tres aspectos de la vida de Pablo que debemos imitar y procurar establecer en nuestra propia vida.

1.- Pablo fue un hombre que al conocer al Señor Jesucristo decidió vivir sólo para él.

     Eso se hizo patente en su conducta desde su conversión:

En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios” 
(Hch.9:20)

     Todos los otros aspectos de su vida pasaron a ocupar un lugar secundario cuando conoció a Jesucristo:

"Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo"
 (Fil.3:8)

     En una oportunidad estando encarcelado y enfrentando la posibilidad de ser condenado a muerte, y todo ello por la predicación del Evangelio, expresó:
      
      “...para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” 
(Fil.1:21)

    Que Dios nos conceda la gracia y la iluminación espiritual requerida en la comprensión de nuestra vocación para que lleguemos a creer, a sentir y a vivir conforme a esas palabras. Cuando una persona tiene un verdadero encuentro con el Salvador se inicia una transformación que termina por afectar todas las áreas y esferas de la vida.
       Dios le ha llamado para que usted viva para él. Mientras perdure el testimonio de Pablo este nos dirá, que es posible vivir para Dios, no otorgándole un “lugarcito” entre las muchas cosas, sino, colocándole en el primer y más importante sitio de nuestra vida. Debemos procurar que nuestro vivir sea Cristo, que también nuestro soñar sea Cristo, y, que nuestro más preciado y excelente bien, sea Cristo y solo Cristo. Que nuestra vida e intereses giren en torno a Cristo, que él sea en verdad quien impulse, motive y dirija todas nuestras acciones. Que ninguno de nosotros piense que eso está bien para aquellos que son llamados por el Señor al ministerio; vivir para Dios es un principio de vida para todo creyente, Pablo lo expresa así:

           Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” 
(2Cor.5:15)

     Procuremos, pues, cada uno de nosotros, vivir por entero para nuestro Señor y Salvador de modo que él tenga la preeminencia en todos nuestros asuntos y acciones.

2.- Pablo fue un hombre que se esforzó en agradar y obedecer a su Salvador

      Una mirada un poco más detenida a la vida de Pablo nos muestra además que su vivir estuvo caracterizado por un continuo esforzarse. El esfuerzo, no como medio para ganar la aceptación divina, sino como señal de amor por Dios, parece una constante en la vida de Pablo. Así lo notamos en los siguientes hechos:
  • En dar un buen testimonio desde su conversión: 
Pero Saulo mucho más se esforzaba...demostrando que Jesús era el Cristo” 
(Hch.9:22)
  • En su labor evangelística y de predicación: 
“...desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo. Y de esta manera me esforcé a predicar el Evangelio...” 
(Rom.15:19-20)
  • En su disciplina personal: 
Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea al aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” 
(1Cor.9:26-27)
  •  Así aconsejaba a sus discípulos, por ejemplo, a Timoteo dice: 
Tu, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” 
(2Tim.2:1)
  • Así exhortaba a los hermanos de Corinto: 
Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos” 
(1Cor.16:13)

     El apóstol Pablo nos enseña con su propia vida que la causa y razón de nuestra fe merece toda nuestra dedicación y esfuerzo. El esfuerzo del cristiano no persigue ganar aceptación para con Dios u obtener su bendición. El esfuerzo es el deber del creyente ante la importancia eterna de la tarea en la que está envuelto; es el reflejo de un corazón saludable que late de amor por su Señor y Salvador (si el corazón está espiritualmente sano  nuestra tendencia será esforzarnos en todo aquello que nos relaciona con nuestro Señor). El esfuerzo es la manera de expresar nuestro total compromiso de fe para con Dios mientras vivimos en este mundo anticristiano. 
     A un jovencito le preguntaron si su papá era cristiano, a lo que respondió: “Sí , pero la verdad es que no se esfuerza mucho”.
     ¿Cuánto nos estamos esforzando en responder a nuestros compromisos como creyentes? ¿Habrá algunos de nosotros que acostumbramos "tirar la toalla” cuando lo que se requiere es que nos esforcemos para obedecer al Señor? ¿Estará entre quienes leen estas palabras algún creyente que está postergando su servicio a Dios porque eso demanda un esfuerzo que no está dispuesto a asumir? ¿Cuántas cosas relacionadas con la fe y tu responsabilidad cristiana has dejado de lado para cuando estas se puedan hacer de una forma más fácil y sin mucho esfuerzo?

3.- Pablo fue un hombre con un corazón que ardía por proclamar las nuevas de salvación
  • Se consideraba en deuda para con todos los hombres:
"A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor
(Rom.1:14)

     Si Dios había sido tan bondadoso y misericordioso para con él, ¿Cómo podía dejar de anunciar a los hombres el mensaje que a él mismo le impartió salvación?. 
     Charles Simpson, de Cambridge, fue a visitar a su hermano, a quien los médicos le habían diagnosticado un cáncer incurable. El enfermo le dijo a Charles:
-Nunca me advertiste seriamente de mi peligro espiritual.
-No es cierto, hermano –contestó Charles-. Cada vez que se daba la oportunidad te hablaba del evangelio, y a menudo te advertí de tu peligro en las cartas que te escribía.
-Sí –respondió el hermano-, pero no fue bastante. Nunca te acercaste, y cerrando la puerta y tomándome por la solapa de la chaqueta, nunca me dijiste que no era convertido, y que si muriera en este estado me perdería. Ahora estoy sentenciado a muerte, y si por la gracia de Dios no me hubiera llegado su mensaje por otros servidores de Dios, yo hubiera fallecido y sido condenado para siempre.

  • Predicar el evangelio era una necesidad para él:

“...Si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” 
(1Cor.9:16)

¿Es para nosotros una necesidad predicar el evangelio?

     Un hombre que trabajaba en una fábrica hablaba un día con un pastor y, sonriendo, le dijo lo que él consideraba casi como una broma:

     -Pastor, recientemente me ocurrió una cosa muy divertida en el trabajo. He venido trabajando al lado de un hombre desde hace dos años, y el otro día, de modo casual, descubrimos que los dos somos cristianos, sin que lo supiéramos durante todo este tiempo, ¿No le parece divertido esto?
     -¿Divertido? -Exclamó el pastor- los dos debéis caer de rodillas y confesar vuestros pecados, porque ni el uno ni el otro habéis cumplido durante dos largos años vuestra obligación de dar testimonio de vuestra fe y esperanza.
  • Por todos los medios a su alcance testificaba y procuraba ganar algunos para Cristo:

Siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley, para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él” 
(1Cor.9:20-23)

     Hace algunos años, un individuo que tenía mucho éxito en ganar almas estaba viajando en un tren sentado junto a un hombre cuya nariz roja denunciaba que era adicto a la bebida. Comenzó el viaje leyendo el periódico y, después de un rato, abrió la bolsa de viaje y sacó de ella una botella de güisqui y un vaso, vertió algo del contenido en el vaso y dijo al cristiano que estaba a su lado:
-¿Gusta usted?
El cristiano dijo:
-No, gracias, yo no bebo.
El otro bebió el vaso, y al cabo de un rato repitió la misma operación. Abrió la bolsa, sacó la botella y otra vez dijo:
-¿De veraz que no le gustaría beber algo?
El cristiano rehusó otra vez, y entonces el bebedor de güisqui le dijo:
-¿Usted no bebe nunca?
-No, no bebo nunca.
-Entonces pensará usted que le ha tocado la mala suerte, que tiene un mal compañero de viaje.
-Bueno –dijo el cristiano-, creo que usted es una persona muy amable y muy generosa.
Y a partir de allí empezaron una conversación por medio de la cual el cristiano pudo hablar al otro, durante mucho tiempo, de asuntos espirituales.
  • No podía permanecer indiferente: 
Su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría” 
(Hch.17:16)


     Cuanta indiferencia hay en los corazones de muchos creyentes. No hay esa santa incomodidad que impide el permanecer tranquilos como si nada sucediese. Falta ese celo y esa urgencia que nos mueve a buscar y crear oportunidades para testificar. Pablo, aún en medio de un centro idolátrico en Atenas, encontró la forma de compartir su fe, porque sentía esa urgencia en su corazón; cuánto necesitamos de esa santa urgencia; debemos orar y permitir que el Espíritu Santo coloque esa carga en nuestros corazones, solo así podremos ser utilizados eficazmente por nuestro Dios para llevar la palabra de salvación a otros. 

     Un ateo dijo una vez a William Booth: -si yo creyera lo que vosotros los cristianos decís que creéis, no dejaría un solo momento de hablar de Jesús a los hombres. Como respuesta Booth le dijo: -Tiene usted razón, en adelante no voy a descansar, ni de día ni de noche, hablando a las almas perdidas de cómo pueden regenerar sus vidas y salvarlas por la eternidad. Y así lo hizo el notable hombre de Dios.

¡Que Dios nos ayude a aprender en nuestro diario vivir del ejemplo de Pablo!

     En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.


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viernes, 6 de agosto de 2010

EL MESÍAS Y EL REINO DE DIOS

    
     Uno de los temas fundamentales de la Escritura es el relacionado con el reino de Dios. Una de las expresiones que más impacto causó en los habitantes de la palestina en los tiempos de Jesús, fue aquella famosa frase "El reino de los cielos se ha acercado". Para tratar de entender el por qué del impacto de tales palabras tenemos que recordar que el Mesías y el reino del Señor son el climax de las expectativas y anuncios de los profetas. Uno de las temas más desvirtuados e incomprendidos de nuestro tiempo sigue siendo el relacionado con el reino de Dios y nuestra participación en él. Te invito, humildemente, a escuchar un mensaje relacionado con este trascendente e importante tema.


     En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.

    
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