lunes, 6 de junio de 2022

SOBRE LA FE



Todos parecen saber lo que es la fe y cuál es su importancia en la vida. Algunos dicen que lo importante es tener fe, sin importar en qué. Otros opinan que todas las personas tienen fe, independientemente de si creen o no en Dios; para ellos la fe es simple confianza que se deposita sobre algo o alguien, sin importar lo que sea; desde este punto de vista tiene fe el político que augura un crecimiento de la economía y pide confianza a los ciudadanos; el educador que instruye a las generaciones del mañana; el médico que prescribe tratamiento a sus pacientes; el estadista que propone los lineamientos a la nación; el brujo que realiza sus inmundicias sobre aquellos que acuden a su lugar de oscuridad; el deshonesto que encubre su fechoría esperando no ser descubierto, etc. Pero, ¿es eso fe?, ¿podemos con propiedad llamar fe a ese tipo confianza? El diccionario de la RAE entre sus múltiples acepciones para la palabra fe, la cual traducen del latín, define la misma como “confianza, el buen concepto que se tiene de alguien o de algo”. Sin embargo ese tipo de fe, si consentimos en llamarla así, es completamente diferente de aquella que se menciona en la Biblia y que nos puede relacionar con Dios y ayudar en nuestro crecimiento como cristianos. Veamos a continuación algunas consideraciones sobre la fe desde la perspectiva bíblica y nuestra relación con Dios. 

En el nuevo testamento, el término “fe” viene del griego “Pistis”, y de acuerdo con el “Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento” significa: “firme persuasión, convicción basada en lo oído”, y es usada para referirse siempre a la fe en Dios o en Cristo, o a las cosas espirituales. De manera que podemos afirmar que la fe, bíblicamente hablando, es la confianza que se coloca en Dios al confiar en la persona del Señor Jesucristo.

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA FE

1.- Nadie puede creer a menos que Dios se lo conceda

Una de las primeras verdades que destaca sobre la realidad del creer en las páginas de la Palabra de Dios es que el hecho del creer es algo que está relacionado con el obrar de Dios sobre la persona. Es por ello que podemos ver a personas que a pesar de estar hundidas en una vida autodestructiva, cosa de la que son plenamente conscientes, sin embargo, al presentárseles el mensaje del Evangelio y todos los maravillosos cambios que Dios quiere y puede obrar en sus vidas, se niegan a creer y abrazar la oferta de perdón, salvación y reconciliación con Dios.

También se da el caso de personas que parecen estar convencidas mentalmente de la lógica y de la conveniencia del evangelio, pero sin embargo, aún así,  no pueden creer. Sucede con ellos algo semejante a lo que mencionó el apóstol Pablo de aquellas mujeres que “…siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Timoteo 3:7).

Por lo que una de las primeras cosas de las que debemos estar convencidos porque así nos lo presenta la Palabra de Dios es que la fe y el creer nacen y se originan en Dios quien es el que toma la iniciativa en todas las cosas que tienen que ver con la salvación y restauración de nuestras vidas. Dios siempre es quien da el primer paso. Veamos algunos textos bíblicos que nos lo confirman:  

Ninguno puede venir a Mí, si el Padre que me envió no le trajere; y Yo le resucitaré en el día postrero…ninguno puede venir a Mí, si no le fuere dado del Padre

(Juan 6:44,65)

…orad por nosotros…para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe

(2Tesalonicenses 3:2)

…el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad…

(2Timoteo 2:24-25)

2.- Lo que no es la fe bíblica.

            Consideremos ahora en primer lugar lo que no es la fe bíblica. Esto es de suma importancia en nuestros días porque desde hace algunos años la iglesia del Señor ha estado sufriendo mucho por causa de enseñanzas heréticas e ideas y pensamientos antibíblicos sobre lo que es la fe y su lugar en nuestro vivir.

- El optimismo aunque sea sincero y de corazón no es fe. En nuestros tiempos se suele confundir la fe con el optimismo, y se piensa equivocadamente que el hijo de Dios, mientras más fe tenga, más risueño y optimista debe ser. Una persona puede poseer una actitud de optimismo ante la vida, de esperanza y confianza permanente, y, no obstante, eso no le hace una persona de fe. Más aún, tales actitudes ni siquiera le ayudan a conocer mejor a Dios. ¿Por qué? Porque el conocimiento de Dios es algo de carácter espiritual y sobrenatural (y no queremos parecer místicos ni asemejarnos en nada a aquellas sectas plagadas de engañosos misterios y ocultos rituales) y el corazón nuestro es definitivamente engañoso y no digno de confiar. Así lo dice la Palabra de Dios:

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso

(Jeremías 17:9)

            Quizá le sorprenda saber que algunos de los más grandes hombres y mujeres de fe sufrían a menudo de depresión, tanto de los que encontramos en la Biblia como de los que han formado parte de las filas más gloriosas y victoriosas de la Iglesia del Señor en esta tierra. Para terminar este punto, solo quiero decir que una persona puede ser muy entusiasta, positiva, animosa, emprendedora y optimista, y no obstante todo ello, carecer de fe, y tener serios problemas para confiar y descansar en Dios. 

- La fe no es ningún puente o imán para traer cosas del mundo espiritual al mundo material. Eso lo podemos dejar para los films de ciencia ficción y afines. La fe no tiene nada que ver con un pensamiento o deseo que se tenga que visualizar para que se materialice. Eso es brujería y metafísica pero no es fe bíblica ni cristiana. La fe no tiene que ver con nada de eso de incubar en el mundo espiritual, con eso de crear la realidad que deseamos para nuestras vidas, con eso de atraer salud, prosperidad, libertad financiera y demás por estar repitiendo las cosas positivas que deseamos para que se hagan realidad. NO. Definitivamente no. Eso no es bíblico ni escritural, eso es del campo del ocultismo, pero no del Evangelio bendito de Jesucristo. La fe tampoco tiene que ver con todo ese mercantilismo obsceno de “pacta con Dios para que recibas”, una manipulación inmoral de una promesa bíblica que muchos utilizan a su conveniencia para sacar dinero de aquellos que piensan que Dios bendice y prospera sin tomar en consideración el carácter y la condición espiritual de las personas.

Pero no oyeron, ni inclinaron su oído, antes se fueron cada uno tras la imaginación de su malvado corazón

(Jeremías 11:8)

- La negación de la realidad no es fe. Ya sea por temor, o ya sea por un mal entendimiento de la fe y el vivir para Dios, muchísimas personas, incluido mucho pueblo de Dios prefiere evitar decir con su boca situaciones negativas. Ya sea de salud, de posibles fracasos, de pérdidas, riesgos de muerte, u otros. En ese sentido muchas veces actuamos más como supersticiosos que como bendecidos y confiados hijos de Dios. Un miedo muy fuerte está presente en los corazones de muchos hijos de Dios que les lleva a conducirse de manera supersticiosa en sus vidas. Con miedo a decir ciertas cosas para evitar que se puedan hacer realidad. Con miedo a declarar ciertas cosas no vaya a ser que esas palabras de alguna manera llamen y hagan real esas cosas que no queremos. Eso no es fe. Eso es superstición. El llamado de la palabra de Dios para nuestras vidas hoy es a que no seamos supersticiosos, sino a que seamos bíblicos.

El más fuerte ejemplo en este sentido lo encontramos en nuestro glorioso Señor y Salvador Jesucristo, quien no tuvo problema en declarar con sus labios la realidad de lo que sentía ante los sufrimientos que se le avecinaban. Si nos fuese concedido el poder estar presentes aquella noche en Getsemaní y poder preguntarle al Señor: ¿Maestro como estás, cómo te sientes?, muchos se sorprenderían de la respuesta del Señor, pues de seguro no diría “en victoria”, ni “excelente”, ni nada parecido. De hecho, su respuesta fue: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mateo 26:38). En otra oportunidad, cuando el Señor habló sobre su muerte futura, expresó: “...de un bautizo tengo que ser bautizado, y cómo me angustio hasta que se cumpla” (Lucas 12:50).

Negar la realidad no es fe. Negarnos a aceptar aquellas cosas que nos afectan negativamente no es fe. Lo contrario es la fe…

Pablo va a predicar a pesar de que tiene los ojos severamente afectados por una enfermedad (Gálatas 4:13), eso es fe; Timoteo continúa con su labor pastoral a pesar de sus frecuentes enfermedades estomacales (1Timoteo 5:23), eso es fe; los ancianos de las iglesias oran y ungen con aceite a los enfermos en obediencia a la Palabra de Dios esperando que estos sanen (Santiago 5:14), eso es fe; una terrible hambre ha azotado a un grupo de hermanos, la Escritura no dice que la iglesia proclamó una palabra desatando prosperidad, pero si dice que reunieron una esforzada ofrenda para socorrer a los hermanos en su necesidad (Romanos 15:26), eso es fe.

3.- Lo que sí es la fe bíblica.

Lo primero que diremos es que la fe verdadera, la fe bíblica, nace, se ejercita y descansa en la Persona y carácter de Dios. Es una confianza que nace, se sostiene y se deleita en la persona de Dios, su carácter y voluntad.

Al considerar varios de los textos bíblicos en que se habla de la fe en distintas aplicaciones y escenas del vivir cristiano, podemos también decir que la fe…

-          Es un don de Dios (Efesios 2:8).

-          Es un regalo particular de Dios (Romanos 12:3).

-          Es fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22).

También diremos que la fe es una cualidad espiritual que sólo los creyentes poseen y que es susceptible de ser afectada por diversos factores, de tal modo que puede debilitarse o fortalecerse (Romanos 4:19-20).

Aunque la fe puede crecer, lo importante es que sea sana y genuina. Es lo que muestra la respuesta que el Señor dio a sus discípulos cuando le pidieron “auméntanos la fe”, y les respondió “si tuvieres fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicomoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería” (Lucas 17:5-6).

En el evangelio de Mateo esta el elogio que el Señor dispensó a una atribulada mujer extranjera por razón de su fe: “oh mujer grande es tu fe” (Mateo 15:28).

Y en el evangelio de Lucas está el elogio que el Señor expresó de la fe de un centurión romano “Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe” (Lucas 7:1-9).

La fe bíblica descansa en Jesucristo (el autor y consumador de la fe. Hebreos 12:2), en la bendita cruz de Cristo que ya no es emblema de maldición, sino de salvación, de amor, de esperanza, de poder, de oportunidad, de reconciliación, emblema de la gracia de Dios.

La fe bíblica glorifica a Dios: lo que no proviene de fe es pecado (Romanos 14:23).

La fe bíblica agrada a Dios; le honra; es motivo para su alabanza; pero es, a todas cuentas una cualidad profundamente personal, que surge del hecho de conocer a  Dios; de ese encuentro que tiene el alma con Dios, que le lleva a confiar y creer, a maravillarse y  gozarse en la fidelidad y el amor de Dios. Es fe en Dios, en Cristo, y no mera fe en la fe, ni fe en las palabras, ni siquiera fe en la “promesa reclamada” ante Dios, nada de eso. La fe no descansa en algo que usted y yo podamos decir, repetir, proclamar, o hacer, la fe descansa únicamente en Dios y sus atributos, en Dios y su poder, en Dios y su eterna e inquebrantable fidelidad, la fe descansa sólo en Dios.

4.- Las palabras y la fe (Santiago 2:14-17)

 Hoy escuchamos a menudo expresiones como “sus palabras tienen poder”, o “lo que confiesas recibes”, o “con nuestras palabras somos los arquitectos de nuestro destino”, y otras semejantes. Desde que los metafísicos comenzaron con eso generación a generación lo repite, tanto,  que ya casi todo el mundo lo cree, inclusive muchos de los que se dicen ser cristianos evangélicos  afirman cosas similares: declara bendición, confiésalo y recíbelo; lo que pronuncias con tus palabras desencadena un poder en el mundo espiritual que luego se cristaliza en el mundo material; usted con sus palabras crea la presencia de Dios; desata la bendición y la presencia de Dios, y muchas otras locuras semejantes. Pero ¿Ha leído usted en alguno de los evangelios que el Señor Jesús haya enseñado eso? O ¿Ha leído en alguna de las cartas de de los apóstoles que ellos enseñasen eso? La única manera de llegar a justificar tales declaraciones que atribuyen poder creativo a nuestras palabras es malinterpretando algunas pocas citas de la Palabra de Dios e ignorando intencionalmente muchísimas otras citas que expresan la imposibilidad de entender las primeras pocas de esa manera.  

Las palabras ciertamente son un vehículo para expresar nuestras convicciones y pensamientos, nuestras ideas y consideraciones, sirven para expresar nuestra fe, pero a la luz de la Biblia nuestras palabras carecen de poder creador sobrenatural. Dicho más llanamente: nuestras palabras no tienen poder, por una razón muy simple: nosotros tampoco tenemos poder. Sólo Dios tiene poder, por ello uno de sus nombres es el Señor Omnipotente. Y por cuanto Él es dueño del poder, sólo sus Palabras son palabras de poder, y por ello sólo Él tiene la capacidad de ordenar, decretar e influir activamente sobre las circunstancias y destino de todos los hombres.

            ¿Significa esto que no existe diferencia entre las palabras pronunciadas por un creyente y un no creyente? En cierto sentido no existe ninguna diferencia, pero en otro sentido existe toda la diferencia posible. Las palabras de alguien que cree y honra con su vivir a Dios brotan de un alma que vive en la luz, mientras que las otras brotan de un alma en tinieblas; unas brotan de un corazón que ha sido lavado y purificado de su pecado e inmundicias, mientras que las otras proceden de un corazón que no puede librarse de las manchas de sus pecados; las unas brotan de un alma que ha comenzado a conocer a Dios mientras que las otras brotan de una que no le conoce en absoluto.

Las palabras del creyente son diferentes porque surgen de un conocimiento real e intimo de Dios, y como tal reflejarán siempre convicciones que son forjadas en el crisol de la comunión y trato con Dios en las diversas circunstancias de la vida.

Es hora de que los que en un momento creímos que la clave estaba en las palabras y en las confesiones de nuestra boca, demos un paso hacia la madurez y hacia la verdadera honra de la palabra de Dios y del ministerio del Espíritu Santo, y entendamos que, más que confesiones y palabras, nuestro Señor y Dios desea un corazón fervoroso y dispuesto para Él.

Existe algo más importante que el hablar y que precede y determina la realidad de nuestras palabras: el creer. La Escritura dice: “creí, por lo cual hablé.” (2Corintios 4:13). Muchas personas hablan sin creer, hablan como supersticiosos esperando que algo suceda como resultado de su confesión. Pero el creyente que habla en fe, lo hace como resultado de la seguridad y confianza que ya ha encontrado en Dios, a quien conoce y ama y de quien recibe también seguridad y amor.    

5.- Nuestra fe y nuestra expectativa ante el regreso del Señor

¿Cuando venga el Hijo del hombre hallará fe en la tierra?

(Lucas 18:8)

            Cuando miramos hacia el pasado, sea que lleguemos hasta el momento mismo del inicio de la creación y el mundo, el evento más importante en todo el tiempo pasado es la muerte y resurrección del Señor Jesucristo. Y cuando consideramos el tiempo por venir, el futuro, el evento próximo más importante será el regreso del Señor Jesucristo. Y en verdad todos los que somos creyentes debemos tratar de concebir nuestro proyecto de vida a la luz de su inminente regreso, esto por muchas razones que en esta oportunidad no podremos ni siquiera mencionar. Me temo, sin embargo, que quizá muchos creyentes serán levantados para el encuentro con su Señor (en el arrebatamiento) siendo llevados como el niño que no quiere dejar sus juguetes y entretenimiento para ir a saludar a su papá quien ha venido a buscarle.

Imagino que tal vez podrían decir cosas tales como:

-          Señor llegaste y estaba esperando un trabajo que me hiciera feliz…

-          Señor llegaste y estaba esperando adquirir algunas cuantas posesiones…

-          Señor llegaste y estaba esperando el matrimonio de mis hijos

-          Señor llegaste y estaba esperando volverme un exitoso...

-          Señor llegaste y estaba esperando comenzar a disfrutar de la vida...

Pero yo quiero encontrarme en el grupo de aquellos que le dirán: Señor, al fin  llegaste, te estaba esperando, aunque sabía que no tardarías mucho, se me hizo larga la espera, Señor y Dios mío, pero al fin regresaste por mí, y te doy muchas gracias Señor.

6.- Vivamos una vida de fe

- Aguardando la manifestación y venida de Nuestro Señor Jesucristo. No es completa y provechosa fe aquella que no aguarda por su venida.

- Perseverando en las Escrituras, la oración, y el congregarse. No es verdadera fe aquella que no se relaciona con Dios por medio de las Escrituras, la oración y el congregarse fielmente.

- Haciendo todo con la conciencia de que daremos cuenta a Dios por cuanto hagamos. La vida de fe consiste en tener conciencia de que todo cuanto hagamos podemos hacerlo para la gloria de Dios, buscando honrar su nombre, tratando de que su propósito y voluntad se cumplan en nosotros para gloria de Su Nombre, y salvación de los que nos rodean.

- Llevando una vida santa y diferente a como viven las personas que no conocen a Dios. La fe que honra a Dios no es la que nos permite vivir como queramos o mejor que las personas que no conocen a Dios, sino que la fe que honra a Dios es la que nos lleva a vivir con un estilo de vida diferente al propuesto por el mundo y la sociedad en que vivimos; es la que nos permite vivir yendo en pos de valores imperecederos y eternos, en pos de riquezas que no pueden ser perdidas, y en pos de una vida que no se marchitara jamás.

- Buscando llevar más y más fruto para Dios. Procuremos llevar fruto entre quienes nos rodean, en nuestra familia, en nuestra iglesia.

La vida de fe es una vida, no de proclamar y declarar, sino, una vida de amistad e intimidad con Dios; una vida de cercanía con Dios; una vida de vulnerabilidad y humildad ante Dios; una vida de descanso en el amor y la fidelidad de Dios.

 

En junio de 2022

Antonio Vicuña

 

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