domingo, 19 de junio de 2022

NUESTRO PADRE DIOS


       
          La paternidad tal como la conocemos en nuestra experiencia tiene su origen, como todas las cosas buenas y de valor, en Dios. Fue Él quien la diseñó y estableció como elemento permanentemente presente en la realidad humana. El valor positivo de la paternidad como institución también está asociado con Dios, quien la revistió de un valor y significado especiales al establecer en el primer mandato con promesa que dio a su pueblo, que los hijos debían honrar a sus padres (Éxodo 20:12; Efesios 6:2). Tan importante era este aspecto en la estima divina, que el castigo ordenado por Dios para los hijos que le faltaran el respeto a sus padres, hiriéndoles físicamente o maldiciéndoles con su boca,  era la muerte (Éxodo 21:15,17). Finalmente diremos que, como todas las instituciones que Dios estableció en nuestro vivir (matrimonio, familia, trabajo, etc.), la paternidad habría de actuar como un elemento comunicativo que con su significado y realidad habría de ayudarnos en última instancia, a poder comprender mejor la gloriosa y perfecta paternidad de Dios.

Hay apenas cerca de una docena de citas en el Antiguo Testamento que hacen referencia a Dios como Padre en algunos varios sentidos:

-             Padre del pueblo de Israel (Deuteronomio 32:6, 19)

-             Padre de Salomón, tipo del Señor Jesucristo  (1 Crónicas 17:13; 22:10; 28:6)

-             Padre de huérfanos es Dios (Salmo 68:5)

-             Padre Eterno, como uno de los títulos del Mesías (Isaías 9:6)

-           Clamando por piedad en medio de la ruina de la nación el profeta Isaías apela a la paternidad de Dios (Isaías 63:16; 64:8)

-           En un intenso llamado al arrepentimiento, Dios, por medio del profeta Jeremías, reclama que esperaba reconocimiento como Padre de la nación de Israel (Jeremías 3:4,19), y anuncia que les restaurará de sus perversos y torcidos caminos porque Él es Padre de ellos (Jeremías 31:9).

De manera que la idea de la paternidad de Dios, aunque ciertamente estuvo presente (como se hace evidente  en esas pocas citas bíblicas que la mencionan), sin embargo no era un aspecto que fuese a menudo anunciado, ni era un concepto muy familiar para los creyentes de la antigua era. Es sólo a partir de la nueva era, con la venida y manifestación del Señor Jesucristo, que el concepto de la paternidad de Dios para los creyentes se comienza a hacer cada vez más cercano y natural a la mentalidad y sentir de los que creen.    

            De hecho, es el Señor Jesucristo quien revela y enseña que Dios puede ser verdaderamente un Padre para todos aquellos que se deciden a cultivar una relación con Él. En su forma de hablar, era habitual que el Señor Jesús, cuando hablaba a quienes se disponían a escuchar con atención sus palabras, mencionase a Dios con la expresión “vuestro Padre” (Mateo 5:16, 45, 48; 6:1, 8, 14, 15; 6:26, 32; 7:11); o que usara la expresión “tu Padre”, cuando quería enfatizar la individualidad de esa relación tan cercana que podemos llegar a experimentar con Dios (Mateo 6:4, 6, 18). Cuando el Señor hablaba de Dios de esta manera, que al parecer no era común, y que probablemente nadie más usaba, las personas en general aceptaban sin problema esa manera particular de enseñar. Pero cuando el Señor Jesucristo se refería a Dios como su Padre, y se expresaba con la frase “mi Padre” (Mateo 7:21; 10:32-33) habían personas que se irritaban y molestaban mucho (Juan 5:17-18).

            Más adelante, cuando la iglesia estaba extendiéndose y se establecían las bases de su mensaje y fundamento doctrinal, fue Pablo, el gran teólogo de la iglesia, quien tuvo el honroso privilegio de exponer y profundizar sobre las maravillosas implicaciones del hecho de que Dios sea Padre de todos los creyentes y de que nosotros podamos llamarnos con verdad hijos de Dios. En todas sus cartas, sin excepción, lo primero que hace al iniciar cada una de ellas es tributar alabanzas a Dios como Padre. Y especialmente significativas son las dos menciones de la expresión griega “Abba Padre” que hizo en Romanos 8:15 y Gálatas 4:6, significativas, porque en ambas oportunidades enfatiza el hecho de cómo el Espíritu Santo, al venir a morar en nosotros, nos ayuda a acercarnos con confianza ante Dios al poderle reconocer como nuestro Padre.

            La paternidad de Dios podría ser abordada desde distintos énfasis y enfoques bíblicos, pero en esta oportunidad nos acercaremos a ella a través de algunas de las palabras de su único Hijo, el principal y primero de todos, Aquél que le conoce como nadie.

Nuestro Padre Dios según el Señor Jesucristo

1.- Un Padre que está en los cielos (Mateo 6:9)

…Padre nuestro que estás en los cielos…

            Quizá esta sea la frase más conocida de todas las que pronunció el Señor Jesucristo, y expresa precisamente el hecho de que nuestro Padre está en los cielos, expresión que denota una posición más que distancia o ubicación física o geográfica. En la cosmovisión bíblica (que dicho sea de paso es la verdadera) el cielo gobierna sobre la tierra. Y el hecho de que nuestro Padre Dios esté en los cielos manifiesta que suyo es el poder, el dominio y toda autoridad. De allí el altísimo e incalculable alcance de la oración que como hijos podemos elevar a nuestro Padre que está en los cielos. El cielo, con su inimaginable inmensidad para el hombre, es obra de sus manos y el trono de su asiento (Isaías 66:1). Los hombres no imaginan que Dios esté en los cielos, las Escrituras nos revelan y manifiestan que Él ciertamente está en los cielos gobernando sobre toda su creación. Los creyentes no elevaron a Dios por sus creencias hasta los cielos, Dios los levanta a los cielos por creer verdaderamente en Él.

            Tenemos un Padre que está por encima de todo y de todos, un Padre que domina desde la suave brisa hasta el indomable relámpago que anuncia y desata la tempestad. Nuestro aliento y fortaleza, nuestro ánimo y vigor para nuestro presente vivir, sea cual sea la suerte y circunstancias en que nos encontremos lo hallaremos siempre muy cerca de este pensamiento y siempre cierta afirmación: nuestro Padre está en los cielos.

2.- Un Padre glorioso (Mateo 16:27)

…el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria…” (Efesios 1:17)

            Dios es llamado el Dios de la gloria (Salmo 29), Rey de gloria (Salmo 24), su trono es el trono de gloria (Jeremías 17:12), entre otros gloriosos y descriptivos calificativos, mas para el que en esta oportunidad nos ocupa diremos que Él es “el Padre de gloria”, calificativo que a menudo usó el Señor Jesucristo al mencionar en reiteradas oportunidades la frase “la gloria del Padre”.

La gloria de Dios es una de esas características esenciales de su ser que nos resulta muy difícil de definir y comprender. Está asociada con el resplandor de su presencia (Lucas 2:9); con cierto sentido de separación e inaccesibilidad a la presencia inmediata de Dios (Éxodo 33:18-23); con una realidad que está escondida del orden natural y físico de la vida terrenal (Mateo 17:2) y cuyo más cercana figura y representación para nosotros quizá sea la luz del sol.

Nuestro Padre no es uno más entre varios, ni siquiera uno de los mejores, Él es el Padre de gloria, quien habita en luz inaccesible y a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, Aquel a quien pertenecen la honra y el imperio sempiterno (1Timoteo 4:16).

¡Todavía no tenemos idea de la gloriosísima grandeza de Aquel que nos tomó por hijos y quiso por voluntad propia ser nuestro Padre!           

3.- Un Padre que tiene un reino (Mateo 26:29)

…no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba de nuevo con vosotros en el reino de mi Padre

            En el progreso de la revelación bíblica se deja muy en claro que Dios es regente de un reino de carácter eterno (Daniel 4:3; 7:27). Un reino que se acercó e hizo presente con la encarnación y manifestación del Señor Jesucristo (Lucas 17:21). Y un reino que tiene aún un carácter escatológico y futuro pendiente por cumplimiento.

            Nuestro Padre es el Rey de toda la tierra como lo expresó el salmista (Salmo 47:7). Nuestro Padre es Rey, el único y verdadero Rey; su trono está puesto nada más y nada menos que en los cielos mismos y sobre la tierra pone a descansar sus pies. Ese es tu Padre amado hermano. ¿Cómo te vas a sentir desamparado con semejante Padre? ¿Cómo puedes siquiera pensar que no hay sentido ni propósito para tu existencia?

            Debo decir algo más en este punto. Ciertamente hay un reino eterno en desarrollo el cual preside y dirige nuestro amantísimo Padre celestial. También es cierto que tú como hijo del gloriosísimo Rey tienes parte y herencia en su bendito reino. Pero, y he aquí la observación. ¿Por qué no estás ocupando la posición que te ha sido asignada en el reino? ¿Por qué no estás portando las vestiduras que como hijo del Rey te corresponde portar ante este mundo? ¿Por qué no estás participando en las luchas y batallas que de parte del reino de tu Padre se están librando en esta tierra? Ser hijo del Rey es más que un eslogan para acariciarnos el ego y sentirnos importantes, reconocernos como hijos del Gran Rey es identificarnos con Él y su Reino de todas las batallas y guerras de esta vida hasta que nos llegue la hora de nuestra muerte para entonces sí, ir a celebrar nuestra victoria con glorias eternas en presencia de nuestro Rey y Padre.   

4.- Un Padre con una casa con muchas moradas (Juan 14:2)

En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros

            Este es uno de esos textos maravillosos que siempre están destilando consuelo para los corazones de los hijos de Dios.

            Una de las cosas que disfrutan los padres es el poder tener consigo a sus hijos, lo contrario también es cierto: una de las cosas que más aflige los corazones de los padres es que sus hijos estén lejos de ellos, aunque por amor a sus hijos no lo expresen, de seguro ellos preferirían tenerlos siempre con ellos. Y con nuestro Padre Dios no es diferente este aspecto, Él tiene una casa tan espléndidamente grande como para recibir en ella a todos sus hijos. Ya muchos hijos han entrado a la casa del Padre, pero la casa aún tiene muchas habitaciones vacías. Día a día, hora a hora, minuto a minuto, entran y entran hijos con una gran sonrisa en sus labios y un indescriptible asombro en sus rostros a la casa del Padre, son escoltados ante la presencia misma del Padre, se escuchan festejos, loores, voces de júbilo y cantos de alabanza, es una perenne celebración, pero muchas moradas aún hay. Llegará un momento en la casa estará llena, con todos los hijos presentes, sin uno solo por fuera, se están preparando todas las cosas para cuando ese momento llegue, cuando eso suceda el Reino del Dios y Padre a casa llena habrá entrado a su etapa definitiva y eterna.

 5.- Un Padre que ama a su Hijo (Juan 5:20) y ama a los que aman a su Hijo (Juan 14:21)

Porque el Padre ama al Hijo…el que me ama, será amado por mi Padre

            Los padres con un corazón sano aman a sus hijos, pero también amán y parecían a los que aman a sus hijos. Así sucede con Dios como nos los muestra estos textos bíblicos.

            La primera manifestación de amor de un padre para con un hijo no tuvo lugar en esta tierra, sino que tuvo lugar desde la eternidad en la experiencia del perfecto y terno amor que el Padre ha tenido para con su eterno, perfecto y unigénito Hijo. Luego, la manifestación del amor filial y paternal en la esfera de la vida humana, no es más que un reflejo de ese elevadísimo y perfecto amor que en la esfera de la divinidad desde siempre ha tenido lugar.

            El Padre ama al Hijo, por ello testifica de ese amor declarando “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Le ama con amor eterno e inalterable y por ello entregó todas las cosas en sus manos (Juan 3:35). Le ama y por causa de ese amor le muestra todas las cosas (Juan 5:20). Con ese mismo tipo de amor ha de amar a los otros hijos que decidió adoptar, aquellos que han venido a ser de la familia por causa de haber aprendido a amar (respetar y obedecer) al Hijo. Sin excepción alguna, todos los que aman al Hijo son amados por el Padre. Y este tipo de amor no deja de sorprender ni a los hombres ni a los ángeles.

            Somos amados por nuestro Padre celestial. No solo amados, muy amados en verdad. Pero por causa de que Dios nuestro Padre es eterno e infinito en todo su ser, facultades y cualidades, tenemos que decir entonces que hemos sido eterna e infinitamente amados por nuestro Padre Dios. ¡Gracias sean dadas a Dios por su don inefable!                  

La paternidad de Dios y el Evangelio

            ¿Es Dios tu Padre? ¿Te has asegurado de tener la acreditación de hijo de Dios? ¿Qué cómo se puede estar seguro de ello? Por lo que dicen la misma palabra de Dios, por ejemplo:

 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por Él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios

(Juan 1:9-13)

            El Señor Jesucristo pagó un precio infinito, uno que ni todos los hombres juntos que han vivido en esta tierra en todos los siglos podrían jamás pagar. Y el Señor lo pago voluntariamente en perfecto acuerdo de amor con el Padre.

Por eso me ama el Padre, porque Yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que Yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre

(Juan 10:17-18)

Que Dios otorgue perdón, reconciliación, y que además adopte como hijos, a hombres y mujeres arruinados por el pecado y merecedores todos del repudio divino y del infierno, es la más grande manifestación de amor que este universo verá jamás en toda su existencia.

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios

(1Juan 3:1a)

Hoy la palabra del Evangelio de Jesucristo te dice que Dios puede ser tu Padre, ¿cuál será tu respuesta a la divina propuesta?

 

En junio de 2022

Antonio Vicuña.

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