domingo, 26 de junio de 2022

¡ASI DICE EL SEÑOR!

 


Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo,

y no me acordaré de tus pecados

(Isaías 43:25)

El texto bíblico que hoy nos ocupa está pronunciado en primera persona como procedente de los labios del Dios Omnipotente. El mismo inicia con una afirmación y proclamación de su gloriosísima Persona: “YO”, y si todavía nos es necesario por distintos fines preguntar “¿Quién?” la respuesta inmutable será siempre la misma YO, el Dios y Señor de la historia, el único Dios verdadero, el único que determina lo que es el verdadero bien y el mal, el pecado y la justicia, la salvación y la condenación, la vida y la muerte.

Dios es el centro y protagonista de la frase bíblica que hoy consideramos, pero lo es de toda la Escritura. Él es el tema sobresaliente de toda la narrativa bíblica, el clímax de la revelación bíblica, y en quien han de cerrar todos los ciclos y culminarán todas las historias y caminos de todo cuanto ha sido creado.

Si bien es cierto que la Biblia toca variados y numerosos temas en distintos campos: historia, geografía, leyes, principios administrativos, aspectos relativos al comportamiento humano, normas sociales, principios morales, axiomas de causa efecto, etc. No obstante, el tema predominante de la Biblia, objeto y sujeto, principio, causa y razón de la Escritura es únicamente Dios.

Se equivocan los hombres cuando piensan en la Biblia como un manual para alcanzar el éxito material; están equivocados cuando ven en ella un “conjunto de buenos consejos”. Están siendo objeto de extravíos cada vez que al acercarse a la Escritura son conducidos a contemplar el brillo  de las riquezas, el deleite de la vanagloria, el disfrute del poder. Todos los que encuentran cualquier otra cosa que nos sea al Dios de la gloria siendo digno de reinar sobre toda su creación, tienen su brújula espiritual pérdida, porque Él y únicamente Él es el norte de la Escritura.

El resultado de todo estudio bíblico, de la lectura bíblica, de la meditación en las Escrituras debe ser siempre poder contemplarle mejor a Él: el único Dios verdadero, Aquel ante cuya presencia la tierra se sacude y los volcanes entran en erupción, el Dios que escoge y redime, el que es tres veces Santo, el Dios perdonador y consolador, el Dios eterno e inmutable, el perfecto en justicia, pero también Padre de misericordias, Dios castigador de toda maldad pero también galardonador de los que le buscan, Él y sólo Él es Dios, su Nombre un misterio hasta el día de hoy, su poder es irresistible, siempre ha hecho lo que ha querido hacer, no le da explicaciones a nadie, no ofrece disculpas, Él es sin igual, Él solo creó el universo en un único instante por su sola palabra de Poder, y el universo entero que Él creó está completamente sujeto a su designio y voluntad, Él determinó el transcurrir de la historia, Él dictaminó  sentencia irrevocable sobre el pecado y todas sus consecuencias, todos los hombres comparecerán ante su trono, uno a uno serán llamados a presentarse ante Él porque Él así lo ha dispuesto; si lo hubiese querido podría haberse hecho manifiesto y visible ante toda la humanidad, o hablar con voz a de trueno ante todas la naciones como lo hizo con la nación de Israel, pero si dispuso darse a conocer por las Escrituras y el mensaje del Evangelio hablando a las conciencias de los hombres, Él es Dios para así haberlo decidido.   

“Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones…”

            Si hay algo que la Escritura no intenta eludir es el asunto del problema del mal relacionado con el ser humano. El resumen de su condición y realidad lo encontramos por ejemplo en las siguientes palabras: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23); y aún afirma con toda severidad: “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Y así como dijimos que el punto focal de las Escrituras es Dios, tenemos que decir  ahora que el punto focal del ser humano es su pecado: el problema verdadero de fondo de todo ser humano es su pecado. El pecado...

-          Es el único obstáculo para que pueda conocer a Dios

-          La causa real de todas las miserias y desdichas humanas

-          El único problema que de no ser resuelto le confinará al castigo eterno.

-          La causa por la cual las personas serán excluidas de la presencia de Dios

-          Un problema que fatiga, debilita, azota y avergüenza a muchos cristianos.

El tema ineludible de todo aquel que se acerca a Dios es el tema de su pecado, es el tema que Dios quiere hablar con cada uno de nosotros.

Una señal de un verdadero encuentro con Dios será siempre el llegar al convencimiento de nuestra pecaminosidad. Ya sea por una conciencia de culpabilidad o sentido de condenación; o por un reconocimiento de cómo nuestra propia naturaleza volitiva e interior se opone a la voluntad y autoridad de Dios; o por una mayor comprensión y gratitud de la gracia divina.

Nuestro texto bíblico dice “Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones…”. Dios y sólo Dios, es el único que puede borrar nuestros pecados (por la sangre de Jesucristo derramada en la cruz).

Intenta borrar tus pecados de otra forma, por otros medios, y te encontrarás tratando vanamente de asir las estrellas con tus manos. Intenta borrar tus pecados con aparentes obras de justicia y bondad, y te hallarás tratando de detener la caída de la noche con el soplo de tu boca. Intenta olvidar todo este asunto del pecado en tu vida, y al final del camino te encontrarás agobiado y angustiado y sin poder encontrar distracción ni descanso ante la proximidad de tu partida de este mundo para ir a rendir cuentas a tu Creador. Olvídate e ignora tus pecados en el resto de tus pocos días (siempre son pocos), y cuando despiertes en la eternidad (sin importar si creíste o no en ella) nunca jamás podrás olvidarlos, por cuanto por causa de ellos habrás de estar en el eterno tormento. Pero no tiene que ser así…Dios puede, quiere, y te ofrece hoy, borrar tus rebeliones.

Dios dice “Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones…”. Para todos los que hemos creído en el mensaje del Evangelio de Jesucristo estas palabras, aunque pronunciadas varios siglos antes de su encarnación y sacrificio, son una fuente de inspiración y gratitud. Por los últimos 20 siglos los cristianos en todas las generaciones han tributado su gratitud a Dios por el perdón de sus pecados, hecho que reconocen (como lo afirma la Palabra de Dios) se realiza sobre el infinito valor de la sangre de Jesucristo.

Pobre del creyente que deja que la basura e inmundicia del pecado se le acumule en su vida. Vivirá angustiado sin necesidad, perdiéndose de bendiciones, desperdiciando recompensas, y “marchitándose” hasta que declare ante Dios su pecado y se disponga abandonarlo.

Dichoso el creyente que no se está escondiendo de Dios, ni se engaña a sí mismo en lo relacionado con sus pecados, sino que, tan pronto como su conciencia es azotada por la Palabra de Dios y queda convicto de pecado, acude ante la presencia de su Dios en reconocimiento y confesión para que Él lo limpie y borre sus pecados. Habrá entrado a la presencia del Señor manchado y avergonzado, pero saldrá limpio, agradecido, renovado  y más preparado para vencer.

Dios siempre está presto a perdonar el pecado. La siguiente parte de nuestro texto bíblico nos dice porqué lo hace…

Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo…”

           Oh, que pudiésemos al fin entender y ser convencidos de una vez por todas que se trata de Él. Dios nos perdona por amor de sí mismo. No lo hace por el valor ritual de nuestra confesión, tampoco por nuestro valor intrínseco como criaturas. En el perdón que Dios nos concede únicamente cabe una sola palabra: GRACIA.

Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo,

y no me acordaré de tus pecados

            Cosas maravillosa y asombrosa es que Dios borre nuestras rebeliones y pecados por amor de Sí mismo, pero que se olvide de las ofensas que le hicimos, de los desaires y los insultos a su persona, es algo realmente no menos asombroso.

           Que grandiosa declaración. Él, la mente infinita, ha decidido no acordarse de todos esos nuestros pecados. Con toda seguridad nosotros mismos no olvidamos muchos de los pecados que cometimos. Aún cuando los reconocimos y abandonamos y no hemos vuelto a ellos, siguen grabados en nuestra memoria. Pero el Señor dice que no se acordará de nuestros pecados.

       ¿Será que perderá la memoria nuestro Dios? ¿Podrá en verdad olvidarse de algo Dios? No, definitivamente no, pero la base sobre la cual Dios concede el perdón es tan perfecta, suficiente, satisfactoria y eficaz, que a los que Dios perdona los perdona de tal manera que nunca jamás tendrá algo que decir o señalar con relación a sus antiguos pecados.      

        Hoy, a todos los que hemos reconocido nuestros pecados y culpabilidad, y hemos creído al mensaje del Evangelio, su Palabra nos dijo:

Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo,

y no me acordaré de tus pecados

 

    Y tú ¿qué esperas para reconocer la realidad de tu pecado y justa culpabilidad, y acudir ante el Único que los puede borrar y perdonar?

En Junio de 2022

Antonio Vicuña.

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1 comentario:

  1. Oh!!!que hermoso y grande es el perdón y ser perdonado

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