domingo, 1 de mayo de 2022

EL REFUGIO


…y habrá un resguardo para sombra contra el calor del día, para refugio y escondedero contra la tempestad y contra el aguacero

(Isaías 4:6)

A ratos quisiera que muchas cosas fuesen distintas alrededor de mi vida, y yo mismo quisiera sentirme de una forma distinta a como en ocasiones me siento, supongo que es algo que nos sucede a todos en determinados momentos de nuestro caminar por la vida.

Creo que especialmente estos últimos años han sido particularmente difíciles para la mayoría de los habitantes del planeta. Aunque las últimas décadas han sido tiempos de importantes y sorprendentes avances en los campos del saber y el hacer tecnológico y humano, sin embargo, han sido también tiempos en los que el dolor y el sufrimiento se han multiplicado en la vida de las personas. Los datos estadísticos parecen indicar la profundidad y gravedad de la gran crisis emocional y de seguridad que padecemos como sociedad, crisis que a mi entender como creyente es, sin lugar a dudas, principalmente de carácter espiritual.

Todos queremos ser felices, vivir bien, sentirnos satisfechos y experimentar un sentido de realización y logros en nuestro vivir. Pero eso parece ser lo más difícil de alcanzar o sentir en la vida. Pareciera que el mundo entero se opone a ello. ¿Por qué?

Un hecho que se nos suele olvidar es que vivimos en un mundo que, aunque maravilloso, es el escenario de una verdadera y tormentosa guerra. Una que no la iniciamos nosotros pero que nos atañe, involucra y afecta. Nacemos inmersos en este escenario: el de un mundo que está en rebelión generalizada contra Dios y su autoridad. Rebelión que se viene desarrollando desde los principios mismos de la historia humana, y que en nuestros tiempos ha cristalizado en una actitud de desprecio y rechazo, casi que rabioso, contra todo lo que esté asociado con Dios, su persona y autoridad.

Creo que nuestros tiempos, como nunca antes, reflejan la actitud y el espíritu de rebeldía que expresan las palabras del salmo 2:3 para con Dios: “Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas”. Palabras que expresan un sentir de desprecio para con Dios y todo lo que señale algún tipo de obligación y necesidad de volverse a Él en reconocimiento y sujeción, pues se dice que eso es opresión y esclavitud, y, por tanto, se debe ir en otra dirección, sin importar cuál sea, con tal que nos aleje de la esclavitud de Dios. Pero lo único que tal actitud como filosofía y bandera de vida ha hecho, en el sentido que hoy nos interesa destacar, es multiplicar y profundizar el dolor, el sentido de orfandad y la desesperanza en los corazones de todos.

Y es precisamente en este escenario de incertidumbres, extravíos, desesperanza y caos, donde se hace más notoria la particularidad del mensaje cristiano. Porque la palabra de Dios, con el mensaje del Evangelio (las buenas noticias de que Dios ha intervenido en nuestra historia para salvarnos de esta trágica y dolorosa realidad), ofrece y promete lo que nadie más puede ofrecer: perdón, salvación, reconciliación con Dios, paz para el pasado, propósito para el presente, y esperanza para un futuro que no se agota en los años de vida que podamos tener sobre esta tierra, sino que se extiende hasta los inalcanzables límites de una eternidad sin fin.

Y aunque, al entrar por la fe y el conocimiento de lo que afirma la palabra de Dios (la Biblia) a través de la puerta, que es Jesucristo, a una relación auténtica y genuina con Dios, somos transformados en lo más esencial de nuestra interioridad (en el alma y corazón, en el sentir y pensar), y recibimos y asumimos un nuevo código para la vida que nos lleva a considerar nuestra existencia y vivir con perspectivas completamente diferentes a las que antes pudimos tener, sin embargo, la realidad del dolor y del sufrimiento sigue estando presente en nuestras vidas, de manera diferente ciertamente, pero formando parte de nuestro vivir por razones válidas y necesarias, según los propósitos de nuestro sabio y buen Dios.

Los creyentes no somos superhombres. A los que abrazamos la fe y la palabra del Evangelio no se nos coloca en una posición en la que estemos a salvo y libres de todo pesar y sufrimiento en esta vida. Dios nunca prometió a los suyos que serían librados del tener que experimentar dificultades, tristezas, problemas o sufrimientos. Eso sencillamente no es verdad.

Los que pretendiendo anunciar la palabra de Dios dan a entender que los hijos de Dios no han de pasar por dificultades, problemas, tribulaciones, y aún por las difíciles consecuencias de problemas de salud o de tipo económico, no dicen la verdad de la palabra y mensaje de Dios. Contrariamente, el mensaje claro de la palabra de Dios es que “…es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22). Por lo que no deberíamos sorprendernos cuando nuestra fe (nuestra confianza en Dios) es sometida a prueba por las dificultades y problemas que tenemos que enfrentar en nuestro diario vivir. Santiago escribió que en tales situaciones deberíamos sentirnos muy gozosos (Santiago 1:2). Pedro, por su parte, escribió que en ocasiones es necesario que seamos afligidos por diversas pruebas, para que de esta manera nuestra confianza en Dios se manifieste en todo su valor y esplendor cuando el Señor venga a nuestro encuentro (1 Pedro 1:6-7). Pablo diría que Dios, como Padre de misericordias y Dios de toda consolación, consuela a sus hijos en sus tribulaciones (las cuales da por seguro experimentaremos) para que a su vez, unos a otros, nos podamos consolar (2 Corintios 1:3-4). Juan diría que en nuestro vivir para Dios debemos estar dispuestos a socorrernos unos a otros en las necesidades (lo cual es una realidad siempre presente en el pueblo de Dios) pues esto es la verdadera manifestación del amor cristiano (1 Juan 3:16-18).

De manera que concebir la vida cristiana como una vida en ausencia de necesidades, o de problemas, o de dolor, o de tristezas, es un engaño. La vida del cristiano sobre esta tierra, aunque bendecida y gloriosamente enriquecida por las bendiciones y bondades de nuestro Padre celestial, estará también marcada por esos trazos grises, incómodos y dolorosos, que nos toca experimentar en nuestro vivir, pero que es necesario asumamos, como hijos de Dios que somos, con toda confianza puesta en el Señor, en cuyas manos entendemos están todas las cosas, incluidas aquellas que nos intranquilizan y preocupan, e incluso aquellas que nos causan dolor y aflicción. 

El sufrimiento y el dolor no son un asunto de preferencias personales o de elección de criterio teológico, sino que se trata de la disposición a aceptar y reconocer  lo que en verdad manifiesta y enseña la palabra escrita de Dios. Por otra parte es también un asunto de honestidad e integridad cristiana. A ratos me siento sinceramente avergonzado por el espectáculo que algunos predicadores presentan ante la sociedad de nuestro tiempo. Actúan como mercaderes religiosos o manipuladores profesionales, sacando provecho material de la necesidad espiritual de las personas, ofreciendo y prometiendo cosas que ni siquiera la misma palabra de Dios asegura o promete, al menos, no de la manera como ellos lo hacen ver.

En ocasiones algunos creyentes que son nuevos en la fe y que están deseosos de progresar en el conocimiento de Dios me comentan que están escuchando a este u aquel predicador de tal cadena de televisión o por internet. Ellos aún no pueden separar el trigo de la cizaña, no pueden discernir la diferencia entre sana doctrina y doctrina de demonios, no pueden percibir con claridad la diferencia entre la verdadera fe y la jactancia y arrogancia personal, no saben que hay toda una Babel religiosa que dice ser cristiana y que reclama sin derecho ser la esposa de Cristo. Y no siempre resulta fácil, ni sencillo (al menos para mí) hacérselos saber.

Entiendo que esa babel teológica que contemplamos a nombre del cristianismo moderno corresponde de alguna manera a lo que el apóstol Pablo anunció:

…el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a  espíritus engañadores y a doctrinas de demonios…en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres…amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella…

(1Timoteo 4:1; 2Timoteo 3:1,4-5)

El Señor Jesucristo mismo nos advirtió que en tiempos futuros “…muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos…se levantarán falsos “Ungidos”, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24: 11, 24). De manera que tales cosas no deberían de sorprendernos, aunque sí preocuparnos.

Repentinamente el mundo entró en una crisis global que tomó a todos por sorpresa, y aunque han pasado ya unos dos años desde que se encendieron las alarmas, estas aún no se han silenciado, y la normalidad a la que estábamos acostumbrados parece aún lejos de llegar. Las consecuencias han sido de alcance e involucrado pérdidas irrecuperables para millones de personas. Ahora estamos presenciando a la distancia la guerra que se libra en el oriente del mundo y todos los analistas dicen que las consecuencias de esa guerra se harán sentir en todo el mundo. Algunos piensan que el mundo, cómo lo conocíamos y experimentábamos, no volverá; el tiempo por venir lo confirmará o desmentirá.

Pero en todo este panorama de acontecimientos y probabilidades, de sucesos, amenazas y consecuencias de todo tipo, estamos nosotros y nuestras Biblias. Nosotros, los que creemos en Dios y nuestra fe. Y aunque algunos no lo entiendan aún, este tiempo está sirviendo de prueba y crisol para la fe de la iglesia del Señor, y como examen práctico de nuestra teología y convicciones cristianas.

En medio de lo que vivimos, mucho profeta de vanidades religiosas hizo como dicen que hace el avestruz ante la dificultad (cosa que confieso no saber si es cierta, la del avestruz). Los palabreros de oficio que se la pasaban de decreto en decreto, de confesión en confesión, profetizando según los antojos de sus corazones, movidos por su imaginación mientras decían que era fe, fueron confundidos y avergonzados. Y es que los tiempos de tempestad son tiempos para callar, son tiempos para reflexionar y meditar sobre nuestras vidas y caminos, son tiempos para procurar saber qué es lo que  Dios está demandando de nosotros.

Hace algún tiempo atrás algunos cristianos llegaron a enseñar como si fuese un fundamento doctrinal que los creyentes no debían enfermar si andaban en una correcta relación con Dios y tenían una vida de verdadera fe. Unos textos bíblicos por aquí y por allá, una muy emocional interpretación de los mismos, y una marcada falta de humildad y sensatez espiritual, abonaron lo que por muchos lugares e iglesias se extendió como una nueva revelación. Como sucede con todo lo que no es auténtico y verdadero en su esencia, por unos años, unas pocas décadas quizá, se mantuvo en el tope de los temas obligatorios en casi toda iglesia, hasta que los mismos propagadores de tales posiciones comenzaron a enfermar sin poderlo evitar a pesar de sus confesiones y declaraciones de fe. Hoy parece que ese movimiento, el de la super fe, como fue llamado, es cosa del pasado. Pero ahora, en tiempos recientes, estamos ante una pandemia de profetas y mensajeros apostólicos como nunca vimos. Personas que solo tienen que abrir sus bocas para declarar palabras de parte de Dios ante todo aquellos que se les atraviesen en sus caminos. No es un problema nuevo; Jeremías 23:9-40 es una claro ejemplo de cómo este mal ha estado presente en el pueblo de Dios desde tiempos muy antiguos. En esta oportunidad no podremos profundizar más sobre este tema…

¿Qué estamos esperando que suceda en todo cuanto estamos presenciando en el mundo? ¿Nos acordamos acaso de que el escenario que presenta la Biblia para los tiempos futuros es en verdad difícil en extremo y angustiante para la mayoría de la humanidad? ¿Creemos acaso que eso en verdad sucederá así como lo anunció el Señor Jesucristo y los escritores bíblicos? ¿O acaso pensamos que la palabra de Dios puede dejar de cumplirse o estar quizá errada en esos aspectos? Que el Señor nos libre de tener tales posturas.

Por otra parte,  ¿Creemos acaso que la voluntad de Dios es nuestra comodidad y bienestar material, antes que cualquier otra cosa? Este asunto aunque difícil y espinoso debe ser abordado con limpia conciencia y verdadera honestidad por cada hijo de Dios.

La realidad del sufrimiento está allí: en nuestras propias vidas y en las vidas de quienes nos rodean, pero tenemos que tener presente grabado con cincel de diamante en nuestros corazones y pensamientos que Dios no es indiferente a nuestros sufrimientos, ni  siquiera al de aquellos que aún no le conocen. Tenemos que tener siempre presente, ante todas las circunstancias de matices dolorosos e incluso trágicos, que el Señor es como dice la Escritura que es: Dios compasivo, grande en misericordia y bueno; que tiene presente a las viudas y huérfanos, al anciano y al pobre, y que espera de nosotros que tomemos su causa también como nuestra y les manifestemos así su amor. Pienso que toda esta situación que estamos atravesando como sociedad nos está presentando una gran oportunidad de hacer algunas de las cosas que Dios desde hace tiempo está esperando que hagamos como pueblo suyo.

En cuanto a nosotros y nuestra realidad personal como hijos de Dios, todas las respuestas a nuestras necesidades están en Dios. Si necesitamos paz, sólo Él nos la puede dar en todo tiempo y circunstancia; si nos sentimos amenazados o inseguros o temerosos, sólo Él nos puede hacer vivir confiados, seguros, y protegidos, y no de una manera mental e imaginaria, sino de forma real y tangible, brindándonos verdadera protección y seguridad, y librando nuestras vidas del peligro y de las amenazas que nos rodean. Si nos sentimos solos, sea porque en verdad estamos solos, o porque nos sentimos incomprendidos e ignorados, Él puede en verdad llenar nuestros vacíos y puede brindarnos verdadera y auténtica compañía, la necesaria y suficiente para nuestra marcha por la vida.

Sin embargo, suele suceder muchas veces que, aunque estas cosas están en nuestra memoria y forman parte de nuestro bagaje de conocimientos, no podemos evitar el sentir temor y ansiedad ante los escenarios que se nos van presentando en la vida. A veces, a pesar de orar, las circunstancias no parecen cambiar, al menos no de la forma en que nosotros lo deseamos y esperamos. A veces el temor de una grande oscuridad cae sobre nuestras vidas, como sucedió con Abraham (Génesis 15:12) y no lo podemos evitar; en tales momentos lo único que podemos hacer es entregarnos a la soberana voluntad del Señor y decidirnos a creer que, pase lo que pase, nuestra vida está verdaderamente en sus manos.

Me consuela saber que el Señor Jesucristo también experimentó angustia o ansiedad ante la expectativa de los sufrimientos que se avecinaban sobre su vida. En Lucas 12:50 leemos que dijo: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!”. Por lo que, salvando todas las infinitas distancias que existen desde lo que fue su sentir y la causa del mismo, hasta nosotros y las causas de nuestro sentir, podemos imaginar un puente que lo hace semejante a nosotros, y en esa semejanza hay una gran dosis de consuelo y esperanza para todos los hijos de Dios: no es anormal, ni necesariamente pecaminoso, el que nos sintamos preocupados, cargados, temerosos, o aún angustiados, en determinados momentos de nuestra vida ante la expectativa de los sufrimientos y dificultades que las situaciones y circunstancias nos presentan. Pero la respuesta a nuestra necesidad estará en el mismo lugar y ejemplo del Señor, el relato bíblico nos dice que Él “…se apartó de ellos…y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:41-42).Y es que tenemos que aprender que solo en Dios y su presencia, en Dios y su voluntad para nuestras vidas está el refugio eterno que necesitamos y buscamos.

El apóstol Pedro dijo que debemos humillarnos bajo la mano de Dios para que Él nos exalte a su debido tiempo (1Pedro 5:6). Y con esto quiero terminar. Tenemos que aprender a adorar a Dios nuestro Señor en tiempos de dificultades, crisis y pérdidas. Que no se nos vaya la vida sin aprender esta importantísima lección de fe. Dios es digno de nuestra adoración siempre y más especialmente en nuestros malos tiempos. Luego vendrá la exaltación. Porque ciertamente hay un tiempo para la exaltación de los hijos de Dios. Exaltación que hará que todo padecimiento y sufrimiento desaparezcan para siempre, y nunca más siquiera ser recordado. La realidad de la grandeza de la salvación que el Señor nos ha dado y la gloria de la que hemos de participar en presencia de nuestro Señor y Dios serán el gozo de nuestras almas por siempre. Por tanto, armémonos de valor y total disposición para caminar de la mano del Señor aunque el mundo se esté viniendo abajo, o aunque nuestras propias vidas estén resultando afectadas por las dificultades que se viven y escapan de nuestro control, pero no del control de nuestro poderoso y amoroso Dios y Padre. El Señor está con nosotros en el día y en la noche, en la bonanza y en la tempestad, en el tiempo de prosperidad y en el de las grandes crisis, en la salud y juventud y en la vejez y la enfermedad, en tiempos de libertad y bienestar o en tiempos de opresión e injusticia, el Señor siempre estará con nosotros. Así como le dijo a sus discípulos amados nos dice a nosotros:

He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo

(Mateo 28:20)

Puede que vengan tiempos difíciles pero el Señor está con nosotros, y Él está reinando sobre todo poder y autoridad. No nos dejará ni desamparará en medio de la dificultad o necesidad. No dejará de mostrarnos su favor, poder, amor y misericordia. No se fatigará ni cansará de escuchar nuestra oración y de responder a ella haciendo más de lo que pedimos y entendemos. Así que, ánimo, confianza, y esperanza, que el Señor Dios todopoderoso, quien nos ama con amor inalterable, es nuestro refugio…

 

Antonio Vicuña

En mayo de 2022

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1 comentario:

  1. Tremenda y magistral clase del verdadero cristianismo.

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