domingo, 17 de abril de 2022

ALGUNOS HECHOS GLORIOSOS DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR


…al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella

(Hechos 2:24)

            En el día de hoy en toda la cristiandad se celebra y proclama la resurrección del Señor Jesucristo. En toda la tierra la mayoría de los mensajes que se proclamarán en los templos y reuniones estarán centrados en la resurrección de nuestro Señor.

            Las consecuencias e implicaciones de la muerte y resurrección del Señor Jesucristo estuvieron relacionadas con aspectos de carácter espiritual que están más allá de los límites de la percepción y realidades propias de nuestra vida terrenal. Es lógico, necesario y comprensible que así fuese, puesto que el ser humano no está en esta tierra por decisión propia, ni vive según el libre arbitrio de su voluntad, sino que se encuentra acá por razón de Dios quien lo creó para fines y propósitos determinados, y ya sea que lo quiera o no, lo crea o no, se encontrará siempre en su vivir bajo la influencia de factores existenciales y espirituales que le sobrepasan, y, finalmente, tendrá que presentarse delante del Señor y Dios Altísimo y rendir cuentas de su vivir, y allí ante el tribunal de Dios recibirá el veredicto que confirmará el destino de su vida en la eternidad, y todo esto y más está relacionado con la resurrección del Señor Jesucristo.

            Ahora bien, hablando de los sucesos, lo primero que diremos es que la resurrección del Señor Jesucristo no era un evento que fuese esperado por ninguno de sus conocidos. Aunque su resurrección había sido anunciada por el mismo Señor en varias oportunidades (Mateo 16:21; 17:22-23; 20:17-19), ni sus discípulos, ni sus cercanos, se acordaron de sus palabras, ni la esperaban.

            El domingo posterior a la crucifixión del Señor inició muy temprano para un par de mujeres quienes se dirigieron a tempranas horas al sepulcro donde le habían colocado con la intención de continuar con la adecuada preparación de su cuerpo, la cual no pudieron realizar completamente el viernes por razón de lo tardía de la hora y el inicio del día de reposo (Marcos 16:1-2).

            Al llegar al lugar se encontraron con que el sepulcro estaba abierto, y sin saber qué pensar ni qué esperar decidieron entrar buscando el cuerpo del Señor. Ya estando dentro fueron sorprendidas por las palabras de seres angelicales quienes les dijeron gozosamente: “No está aquí, pues ha resucitado, como dijo” (Mateo 28:6). Las temerosas y sorprendidas mujeres corrieron a comunicar el mensaje a los discípulos profundamente emocionadas, pero ellos, lejos de creer en sus palabras, lo que pensaron es que ellas  estaban imaginando estas cosas (Lucas 24:11).

Debemos dar gracias a Dios de que todas sus maravillosas realidades permanecen inalterables independientemente de que nosotros creamos en ellas o no, o las podamos entender o no. Dios no depende en ningún aspecto de nosotros para realizar las estupendas, maravillosas y eternas obras de gloria que está realizando desde los inicios del tiempo y de la historia, y las cuales llevará a completa y perfecta realización para gozo de los que han decidido poner su confianza y esperanza en Él y su mensaje de salvación por medio del Evangelio. 

            Más adelante el Señor les reprocharía a sus discípulos su manifiesta incredulidad (Marcos 16:14), incredulidad que llegó al extremo de que uno de ellos dijese que aunque todos le dijesen que habían visto al Señor, él no lo creería hasta que lo viese con sus propios ojos, y además, para cerciorarse, tendría primero que meter sus dedos en los huecos de sus manos, y su mano en el costado traspasado (Juan 20:24-25).

            De manera que la resurrección del Señor Jesucristo, muy lejos de ser el deseo de lo imaginado y esperado por sus seguidores, fue un hecho inesperado y sorprendente que se manifestó ante ellos a pesar de su incredulidad y renuencia a aceptarlo.

             Por espacio de 40 días estuvo el Señor presentándose ocasional y sorpresivamente ante sus discípulos (Hechos 1:3). Al final de este periodo, ante los ojos de muchos, ascendió definitivamente a los cielos, recibiendo ese día quienes estaban presentes el anuncio de que así como fue visto subir a los cielos, le verán  descender nuevamente (Hechos 1:11).

Pasemos ahora a considerar algunas de las implicaciones que la resurrección del Señor tiene para nosotros.

Primeramente diremos que Jesucristo es el hombre perfecto para con Dios. Él es, en palabras del apóstol Pablo, el segundo Adán quien con su vida de obediencia perfecta para con Dios, y más especialmente con su muerte y resurrección, estableció las bases para restaurar, salvar y hacer nuevas todas las cosas debajo del cielo. Él vino a hacer posible que la creación, una vez redimida (Romanos 8:20-21) se rinda en obediencia libre, voluntaria y gozosa a Dios, y glorifique así con todo su ser y hacer su dignísima Persona. En ese sentido su vida, muerte y resurrección, inauguraron una nueva y diferente etapa en la historia humana, y especialmente su resurrección reveló la pauta que ha de manifestarse en la vida de todos los que creen. Así lo expresan las siguientes palabras:

Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho

(1 Corintios 15:20)

            Lo que este texto bíblico expresa es que la resurrección del Señor Jesucristo es como el botón de muestra del nuevo orden que se ha de manifestar en todos los que han muerto en fe, es decir, habiendo creído a la palabra y mensaje del Evangelio: todos ellos han de ser resucitados y despertados del polvo de la tierra. Las primicias eran la primera muestra del fruto que daba la tierra, la cual se ofrecía a Dios como acto de alabanza y adoración en reconocimiento de que Él y sólo Él es el dador de la vida, sustento y bendición. Que la resurrección del Señor Jesucristo sea Primicias de los que han muerto en fe nos dice con toda claridad que así como Él ha resucitado, los creyentes han de ser resucitados también.

Todos los que vivimos, a medida que maduramos y adquirimos mayor conciencia del valor inestimable de la vida, comenzamos a valorar más nuestro cuerpo y su condición de salud. Pero aunque desde temprana edad así lo hagamos, nuestros cuerpos están sujetos al desgaste, el envejecimiento, la enfermedad, al deterioro físico. Por otro lado, el cuerpo es el medio por el cual percibimos la vida y la existencia, y a través del mismo nos expresamos y somos en nuestro vivir. Pero aún en las mejores condiciones de salud y bienestar físico nuestros cuerpos arrastran con una gran debilidad que nos hace vulnerables al pecado y se vuelve así en muchos sentidos una causa de humillación para nosotros mismos delante de nuestros semejantes y Dios. Mas cuando el Señor resucitado se manifieste desde los cielos para dar cumplimiento a sus promesas, este cuerpo de humillación nuestra será transformado para siempre, así lo expresa el siguiente texto:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…

(Filipenses 3:21)

            De manera que la resurrección del Señor Jesucristo nos invita a mirar hacia el mañana con muy grandes expectativas y esperanzas: su resurrección es la garantía de la nuestra y la de todos los que creen en Él.

            Pero también encuentro que la resurrección del Señor es el resonante mensaje de Dios para un todo un mundo que se encuentra atrapado en la desesperanza, pues es la forma directa y contundente como Dios está comunicando que Él es el Señor y Dios Todopoderoso, Aquel que es Señor aún de la muerte.  

            La resurrección del Señor Jesucristo nos invita a todos a acercarnos en arrepentimiento y fe al Dios de verdad, al Dios Fiel que promete y cumple sus promesas, al único que puede dar vida a los muertos y despertar del polvo de la tierra a sus amados y redimidos, a aquellos que compró a precio de sangre.

            La resurrección del Señor Jesucristo, después de haber sido ultrajado y quebrantado como lo fue, es la invitación que Dios dirige a todos los desesperanzados de este mundo ( y todos en algún momento lo somos); es la invitación que extiende a  todos los que han sido quebrados por la vida y por las consecuencias de los propios pecados cometidos; es la oferta de libertad y salvación que extiende a todos los que se encuentran bajo sentencia de muerte ( ya sea por enemigos, enfermedad, o por simple vejez); es la promesa que se ofrece a todos aquellos que suspiran por una vida nueva porque la presente ya se les ha ido casi en su totalidad; es la salvación plena, segura y eterna que manifestada en la gloriosa persona del Salvador resucitado, proclama que Dios es, y por siempre será, el Salvador de todos los que, estando entre la espada y la pared, tiene su esperanza y confianza puesta únicamente en Él.       

            Finalmente, la resurrección del Señor Jesucristo establece una multitud de pautas para la vida presente y futura de todos los que creemos:

1.- Proclama nuestra justificación eterna para con Dios (Romanos 4:25)

…fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación

2.- Nos exige que vivamos para la gloria de Dios (Romanos 6:4)

Así como Cristo resucitó…así también nosotros andemos en vida nueva

3.- Nos recuerda que Él debe reinar y gobernar sobre nuestra vida (Romanos 14:9)

Cristo para esto murió y resucitó… para ser Señor así de los muertos como de los que viven

4.- Anuncia que los creyentes resucitarán en su venida (1 Corintios 15.23)

Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida

5.- Revela que la resurrección de nuestros cuerpos será gloriosa en extremo: nuestros cuerpos corruptos resucitarán incorruptibles; de un estado caracterizado por la deshonra resucitaremos gloriosos; de una muerte en profunda debilidad resucitaremos en poder; habiendo dormido con un cuerpo animal y carnal, despertaremos con un cuerpo espiritual (1 Corintios 15: 42-44)

Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.  Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual

6.- Promete que así como hemos llevado en nuestro cuerpo la imagen del Adán terrenal, llevaremos en nuestro nuevo cuerpo la imagen del Señor (1 Corintios 15:49)    

Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial

7.- Declara nuestro cambio de posición en la creación y orden de Dios (Efesios 2:6)

…juntamente con Él nos resucitó, y así mismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús

 

También he de decir  que la resurrección del Señor Jesucristo marca el fin de una era (temporal) y anuncia la llegada de una nueva era (eterna). Una era en la que la muerte dejará de existir para siempre y en donde los salvados vivirán eternamente vestidos de inmortalidad glorificando y disfrutando a plenitud de la presencia y bondad de su Señor y Dios (1Corintios 15: 51-55) 

He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

 

En el antiguo pacto Dios había anunciado lo que habría de hacer en el futuro:

De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, Yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol…

(Oseas 13:14)

 

            En el nuevo pacto el Señor Jesucristo proclama su resonante victoria:

…Yo soy el primero y el último; el que vivo y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte…

(Apocalipsis 1:17-19)

 

En abril de 2022

Antonio Vicuña



Compartir

No hay comentarios:

Publicar un comentario