Vivimos tiempos difíciles con muchas más complicaciones de lo que desearíamos la mayoría. Si en otros tiempos y momentos les tocó a otros atravesar por circunstancias semejantes, lo cierto es que desde hace cierto tiempo ha sido nuestro turno el experimentarlas. No quiero ni siquiera intentar resumir o sintetizar el grandísimo cúmulo de situaciones que hoy día se han convertido en un desafío para la tranquilidad emocional de la mayoría de nosotros. Tampoco quiero señalar responsabilidades y culpables. Me parece más útil y necesario intentar señalar algunas pautas que quizá puedan ofrecer algún tipo de ayuda para continuar el viaje de nuestra vida en circunstancias que muy a pesar nuestro podrían prolongarse por mucho más tiempo del que todos desearíamos.
Un predecesor nuestro en los caminos del Señor expresó:
“Conozco, oh Jehová, que el hombre no es Señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos”
(Jeremías 10:23)
Por mucho que el hombre se empeñe nunca podrá sostener en el puño de su mano las riendas de las circunstancias que ha de atravesar en la vida. Siempre seremos sorprendidos, en el buen o en el mal sentido de la expresión, por las “vueltas de la vida”. Le sucede a los no cristianos pero también a los que son cristianos. Es algo que experimentan los que son creyentes carnales y que poco buscan el rostro del Señor, pero es algo que también experimentan los que son fieles y temerosos del Señor y que constantemente le buscan. Ningún creyente recibió jamás una guía detallada de todas las circunstancias que le deparaba la vida en el porvenir. Ni siquiera los grandes profetas de la antigüedad la tuvieron. La incertidumbre, el no saber, la interrogante, siempre formó parte del caminar de los hombres, incluyendo absolutamente, a todos los hombres de fe. Creo que a todos nos gusta ir de cara por la vida contemplando el viaje a rostro descubierto, mirando y valorando el camino a medida que se nos va presentando, preparándonos ante las circunstancias que vemos anticipadamente. Pero cuán diferente es que se nos impida ver el trayecto, que nos encontremos con sorpresivos percances e inesperados problemas que de haberlos conocido de antemano los tendríamos quizá bajo control. Pero nosotros no somos los dueños del camino; hay otro que sí lo es; él conoce, por cierto, perfectamente y por anticipado hasta el más mínimo detalle del camino, cada circunstancia, cada dificultad, cada alegría y cada tristeza, cada subida y cada bajada, cada peligro, amenaza y posibilidad, él conoce el camino que hemos de transitar en nuestra vida de principio a fin.
Lo primero que quiero decirle en esta oportunidad es que, sin importar el hecho de que usted entienda o no las circunstancias que vengan sobre su vida; aunque usted no pueda saber que le depara el mañana con relación a muchas de las variables que conforman su vida; aunque aún no tenga claridad de cómo podrá hacer frente a los problemas que actualmente está enfrentando, o los que ve que se avecinan; lo mejor que usted puede hacer es descansar en el Señor, porque él tiene en verdad cuidado de los suyos, le ama y está atento a todo su vivir. Yo se lo digo hoy y usted me escucha: “lo mejor que podemos hacer es descansar en el Señor”, pero cada uno de nosotros tendrá que aprender por cuenta propia (si es que aún no lo hemos hecho), el secreto y el arte de descansar en el Señor. Esta es una de las cosas más importantes que persona alguna puede aprender en su caminar por la vida, y créame que lamentablemente muchos creyentes jamás lo aprenden. La vida siempre tendrá muchas incertidumbres, de cuando en cuando nos sorprenderá y la perplejidad llegará a tocar a las puertas de nuestra alma y corazón, pero, y este es el asunto que importa aquí, el Señor nuestro Dios es el Dios de toda certeza, él es la Roca cuya obra es perfecta y de quien todos sus caminos son rectitud, a él nada le sorprende ni le toma desprevenido, es mejor aún, nada escapa de sus soberanas, sabias y amorosas manos, mucho menos las circunstancias que tocan las vidas de sus hijos.
Así que en estos malos tiempos nos es necesario aprender a descansar en el Señor hasta que nos lleguemos a sentir tan verdaderamente confiados en su cuidado amoroso y soberano, que manifestemos en nuestro diario vivir la misma actitud que se muestra en aquellas famosas palabras del Salmo 46:
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas y tiemblen los montes a causa de su braveza…Dios está en medio de ella…Dios la ayudará…Jehová de los ejércitos está con nosotros…nuestro refugio es el Dios de Jacob…”.
En segundo lugar quiero decirle otra cosa totalmente diferente: luche por permanecer en pie y por prevalecer victoriosamente en la vida.
Especialmente en tiempos críticos y problemáticos se hace necesario asumir con resolución el “dar la pelea” ante la vida. El Salmo 18 da cuenta de lo que sucede en el corazón de un hombre que aunque asediado y oprimido por la adversidad y por enemigos directos, puede, no obstante, al acudir a su Dios, levantarse y hacer frente a sus opresores y lograr prevalecer en contra de sus enemigos por la gracia y el poder de Dios. Menciono el Salmo 18 pero la Biblia entera abunda en relatos sobre la lucha que sostuvieron los hijos de Dios en numerosos frentes de su vivir. Alguien dedicado al estudio de la historia expresó que en el transcurso y devenir de la humanidad, la constante realmente es la guerra y no la paz. De manera similar se puede expresar en relación con la vida del creyente en este mundo antidios: aún cuando por la gracia de Dios disfrutamos de no pocos oasis de paz en el camino, la lucha es una constante siempre presente. Y el hijo de Dios debe luchar con todo lo que tenga a su disposición y en su haber echando mano de todo recurso que el Señor del cielo y tierra ha dispuesto para él. En este sentido son verdaderamente muchos los instrumentos de los que disponemos para luchar y prevalecer en la vida:
- La oración en todas sus formas y posibilidades (personal, en acuerdo con otros, con la iglesia toda, con votos de ayuno)
- La palabra de Dios y toda su riqueza: apoyándonos en sus promesas; memorizando sus declaraciones especiales sobre la autoridad de Dios y su poder; llenando nuestro corazón de material para la reflexión y el pensamiento provechoso de acuerdo con los propósitos de Dios para nuestras vidas.
- La comunión fraternal con todas sus amplísimas posibilidades y riquezas: al congregarnos en los cultos principales y en los de los grupos más pequeños; al compartir nuestras preocupaciones y luchas con otros creyentes; al desarrollar relaciones de compañerismo cristiano que trascienden lo formal llegando a ser verdaderos encuentros de compañerismo, consuelo, estímulo, fortaleza y acción.
Quedan además muchísimos otros no menos útiles, valiosos e importantes: las relaciones familiares y de amistad; el refrigerio de la educación, la cultura y el trabajo; el cultivar pasatiempos y actividades recreativas, etc. Así pues, en tiempos que tienden a resultar agobiantes, agotadores y desesperanzadores en muchos sentidos, pero que sin embargo, entendemos, Dios permite en su soberanía, nos conviene echar mano de todo recurso que nos sea lícito, bíblicamente hablando, y que nos permita dar la pelea y prevalecer en pie para la gloria de Dios y el cumplimiento de sus propósitos en nuestra vida y la de los suyos.
La Biblia está llena las acciones que tuvieron que realizar los hijos de Dios para lograr mantenerse en pie ante las circunstancias y adversidades, ante las luchas que les tocaba pelear. En sus apuros clamaron al Señor con insistencia con desesperación y muchos ruegos; se abstuvieron de alimento y hasta de tomar agua; pasaron noches enteras sin dormir entregándose a la oración; pidieron ayuda a sus conocidos, amigos y hermanos; trabajaron valiente y esforzadamente; pusieron su esperanza en el Señor; si no podían evadir el sufrimiento entonces se identificaban con su Señor en el sufrimiento; si no encontraban aliento aquí entonces lo obtenían poniendo su mirada en las cosas del cielo. Un resumen del espíritu que manifestaban tal vez es el reflejado en las palabras del apostol Pablo:
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”
(2 Corintios 4:7-11)
Finalmente, en tercer y último lugar, quiero decirle que en tiempos difíciles se hace necesario que con más frecuencia refresquemos nuestras vidas y renovemos nuestras fuerzas. Las circunstancias difíciles que se prolongan indefinidamente causan siempre mella en el ánimo y corazón de los hombres, incluidos los hijos de Dios. Es por eso que vemos a un Elías que, agotado y cansado, le dice al Señor “basta, quítame la vida”, o a un Jeremías que estando en depresión llega hasta a maldecir el día en que nació; o a un salmista que le dice al Señor “esperando tu salvación desfallezco y se me está yendo la vida, pero sigo esperando en tu palabra…pero estoy como un odre al humo…”. No se extrañe en demasía si en medio de todo lo que vivimos, se siente con la marea más baja que de costumbre en su ánimo y corazón, extraño sería que no nos afectasen las circunstancias en las que vivimos envueltos. Si aún las maquinas son sensibles a las condiciones y variaciones del ambiente en que funcionan, cuanto más propensos estamos nosotros a ser afectados por lo que sucede alrededor de nuestras vidas. No podemos escapar por completo de que en alguna medida seamos afectados por el deterioro moral, social y humano que tiene lugar en nuestro derredor. Los creyentes mencionados en la Biblia tampoco pudieron hacerlo. Ninguno, sin excepción. ¿Qué le quiero decir? No podrá evitar que la tristeza comparta la mesa con usted en determinados días de su vida, pero si puede evitar el entregarse al lamento y al desconsuelo como si estuviese solo ante la vida. No podrá evitar sentirse incomodo ante la forzosa necesidad de tener que aceptar las circunstancias como se presentan, pero si podrá salir adelante en todo aquello que no es de su agrado apoyándose en la ayuda y la gracia que le puede dar su Señor para tales momentos y circunstancias. No podrá evitar sentirse cansado y agotado física, mental y emocionalmente en determinados días, pero siempre podrá buscar un renovar de sus fuerzas y aliento en la presencia del Señor para continuar adelante.
Los tiempos adversos son tiempos que desafían y ponen a prueba el tejido y la estructura de nuestra vida y de nuestra fe, son una escuela difícil de cursar y de aprobar, pero son también una oportunidad para crecer y profundizar en nuestra relación con Dios. Dios está con los suyos en todo tiempo y circunstancia, que su gracia nos asista y sostenga siempre…
En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.
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