Si no pudiésemos estar seguros de que Dios es fiel ¿cómo podríamos confiar en su palabra y promesas? Si tenemos dudas sobre la fidelidad de Dios más temprano que tarde se derrumbará el edificio de nuestra fe. Pero porque Dios es fiel podemos aceptar sin reservas y como perfectamente segura (digna de toda confianza) su palabra y confiar que así como él ha dicho hará. Su fidelidad viene a ser la garantía y base de confianza en todos los asuntos de nuestra relación con él.
La fidelidad de Dios se proclama desde la antigüedad en las Escrituras: “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7:9). Y porque Dios es fiel sabemos que cumplirá cada promesa, cada profecía, cada pacto establecido, y aún cada amenaza anunciada, porque “Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará?; habló, ¿y no lo ejecutará?” (Números 23:19). De allí que una de las más grandes bendiciones que recibimos los creyentes es poder descansar en la fidelidad de nuestro Padre Dios, puesto que él siempre, absolutamente siempre, se mostrará fiel en todas las relaciones para con los suyos, no permitiendo que sean avergonzados los ojos de aquellos que confían en su fidelidad (Salmo 34:5).
Y aunque siempre está presente el hecho de que “Fiel es el que prometió” (Hebreos 10:23), es necesario admitir que en la vida cristiana hay momentos, épocas y situaciones, donde puede no ser fácil descansar en la fidelidad de Dios; tarde o temprano la fe de los creyentes es probada (siempre lo será); suceden cosas inesperadas que nos afligen, desconciertan y golpean con fuerza nuestra estabilidad de vida, y puede que en tales situaciones no comprendamos qué ha sucedido con la fidelidad de Dios, y que encontrándonos en tal condición, surjan temores y dudas sobre nuestro presente y porvenir. Aún los hombres más grandes de la Biblia parecen haber experimentados tales momentos en algún punto de sus vidas. Creo que es propio de la débil y vulnerable condición humana el que la vista se oscurezca ante la presión prolongada de los problemas y ante el peso de la adversidad. Hasta un hombre tan especial y santo como Juan el bautista se hundió en las dudas en un punto de su glorioso transitar por la vida (Mateo 11:2-19). Y si así sucedió hasta con los ilustres hombres de fe que protagonizan los santos relatos bíblicos, cómo podemos extrañar que de manera similar suceda con nosotros que distamos tanto de alcanzar a aquellos en su piedad, devoción y fe; pero a pesar de que ello es parte de nuestra realidad cotidiana (el ser sacudidos y preguntarnos dónde está el Dios fiel), Dios no ha cambiado para con nosotros, él es y seguirá permaneciendo por siempre fiel. En tales situaciones nos hará bien recordar aquellas palabras que el Señor le dijo a su amado discípulo: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después” (Juan 13:7). Por ello en medio de la prueba, cuando se oscurece el entendimiento y parece ocultarse el brillo de la fidelidad de Dios, debemos dar oído a las palabras del profeta: “El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios” (Isaías 50:10).
Entre otros, podemos considerar los siguientes aspectos relacionados con la fidelidad del Señor y nosotros:
La fidelidad de Dios se manifiesta en los cuidados que él tiene por los suyos
“Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, quien los ha llamado a tener comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor”
(1Corintios 1:8-9)
Dios es fiel aún cuando seamos objeto de su trato disciplinario
“Conozco, oh Señor, que tus juicios son justos y que conforme a tu fidelidad me has afligido”
(Salmo 119:75)
“Si sus hijos dejan mi ley y no caminan en mis juicios, si profanan mis estatutos y no guardan mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades. Pero no retiraré de él mi misericordia, ni falsearé mi fidelidad”
(Salmo 89:30-33)
Aún en medio de la adversidad debemos descansar en la fidelidad de Dios
“Así pues, los que sufren según la voluntad de Dios, entréguense a su fiel Creador y sigan practicando el bien”
(1Pedro 4:19)
Descansar en la fidelidad de Dios nos libra de temor, inquietud, ansiedad y pesimismo, incluso de la murmuración
“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”
(Romanos 8:28)
La fidelidad de Dios se manifestará con magna perfección cuando los suyos sean glorificados
“Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará”
(1Tesalonicenses 5:24)
“Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado”
(2Timoteo1:12)
Dios es fiel. Las palabras siempre resultarán insuficientes para expresar todo lo que ese maravilloso atributo comprende, pues aún nuestro finito y sesgado entendimiento y la sensibilidad e imaginación con que estamos dotados resultan incapaces de aprehender y percibir todas las riquezas implicadas en esa extraordinaria cualidad de nuestro amante Señor y Dios. No obstante el deseo de Dios es que le conozcamos como Dios fiel: Dios fiel en la consolación, Dios fiel en la peregrinación, Dios fiel en la bendición, Dios fiel en la coronación, a él sea todo honor, gloria y alabanza por siempre…
Amen, a El sea la gloria por su fidelidad
ResponderEliminarLa fidelidad de Dios es grande !!
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