domingo, 26 de junio de 2016

LOS ATRIBUTOS DE DIOS


Todo lo que podamos afirmar sobre la persona y obrar de Dios ha de surgir de lo que él ha dicho de sí mismo y fue registrado en la Biblia. Cualquier afirmación que se haga sobre la persona de Dios sin que esté fundamentada y sostenida por las Escrituras es simple presunción y especulación.

       En la Biblia encontramos muchísimas afirmaciones sobre la naturaleza y carácter de nuestro Dios y Salvador; algunas son directas y concisas, otras nos son presentadas en medio de los acontecimientos que narra la Escritura; unas proceden de afirmaciones realizadas por Dios mismo en primera persona, mientras que otras son afirmaciones de Dios hechas por hombres santos quienes tuvieron un trato particularmente cercano y especial con él. 

        Sea porque Dios mismo nos hizo con la necesidad de ordenar y edificar el conocimiento sobre todas las cosas, incluyendo su propia persona, o sea por otras razones que de momento escapan de nuestra consideración, en el transcurso del tiempo los creyentes al reflexionar sobre la persona de Dios optaron por llamar “atributos” a esas características que las Escrituras muestran de Él y que definen su personalidad y obrar. Algunos atributos se les ha llamado “comunicables” (por ser compartidos en cierta medida con el ser humano, por ejemplo, el amor) y otros se les ha llamado “incomunicables” (por ser única y exclusivamente posesión de Dios, por ejemplo, eternidad).
           
          No se puede dejar de insistir en el hecho de que es de suprema importancia que la “idea” que los creyentes tengamos sobre la persona y obrar de Dios sea verdaderamente la que la Escritura presenta y enseña. De allí, de la “idea genuinamente bíblica de Dios”, surge la verdadera fe, la correcta oración, la adecuada comprensión de la vida y lo que sucede en el mundo, y, aún el poder para vivir como Dios desea que vivamos.

INMUTABILIDAD

       El punto de partida para la consideración de los atributos de Dios lo tomaremos de las afirmaciones de Hebreos 13:8 y Santiago 1:17, donde se dice que: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, y, además, hablando del Padre se declara “…en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Esa cualidad o característica de Dios que se expresa allí se conoce como INMUTABILIDAD, palabra que simple y llanamente expresa el hecho de que Dios no cambia, permanece siempre igual. En Él y solo en Él se encuentra la más absoluta permanencia del ser, independientemente del paso del tiempo y cualquier otra circunstancia. Solo Dios es inmutable; todos los demás seres y cosas están sujetos a experimentar y sufrir cambios.

      La inmutabilidad de Dios nos invita a descansar en las múltiples implicaciones que contempla el hecho maravilloso que significa que el Señor no esté sujeto a cambios de ningún tipo, y de que Él siempre sea el mismo, ayer, hoy y por los siglos, en sus divinas, eternas e inmutables cualidades; y hay mucho en que descansar en tan elevado campo, sin embargo, debemos notar que la inmutabilidad de Dios está referida a su carácter y persona, y no necesariamente a sus obras o a su trato para con los hombres y el orden creado. Así pues podemos entender que el Dios del Antiguo Testamento es el mismo del Nuevo Testamento, pero no así su trato, oferta y demandas para con los hombres. Que Dios sea eternamente el mismo no significa que haga siempre las mismas obras ni que sus propósitos sean idénticos para los hombres de todas las edades. Tales diferencias deben ser tomadas en cuenta si hemos de orar y adorar con el espíritu y con el entendimiento y si hemos de comprender con un poco más de luz, equilibrio y razón el confuso mundo en que vivimos y cuál sea nuestro papel como iglesia en la sociedad actual.

       Un texto final para este atributo de Dios que llamamos inmutabilidad: “Yo Jehová no cambio” (Malaquías 3:6).

Esperando poder desarrollar y compartir en las próximas semanas esta serie sobre los atributos de Dios en la expectativa de que sea edificante para todos aquellos que entren en contacto con esta pequeña ventana, les saluda, Antonio Vicuña.


Compartir

No hay comentarios:

Publicar un comentario