Dios nos hizo con una cualidad maravillosa: con la
capacidad de pensar. Esta capacidad es tan poderosa que prácticamente en todo
lo que vemos está presente su huella. De hecho el ser humano ha modificado su
forma de vida y todo el entorno y ambiente por medio del acto del pensar.
Todo ese acto maravilloso, sorprendente y hasta
intimidante del pensamiento, se genera y desarrolla en nuestro cerebro el cual
no solo almacena incalculables datos e información (sonidos, imágenes, olores,
sabores, impresiones emocionales, recuerdos de toda naturaleza, sensaciones
físicas, información propia para el mantenimiento y funcionamiento del cuerpo,
etc), sino que, además, hace posible la elaboración del pensamiento. Ese
intercambio continuo de información y nuestra adecuación a la vida nos proporciona identidad y conciencia como personas. El conocido axioma de la filosofía
“Pienso y luego existo” resulta válido para lo que hasta ahora consideramos. Nuestros
pensamientos nos definen como personas, determinan nuestra conducta y acciones.
Por regla general, terminamos actuando de acuerdo con lo que pensamos.
La Biblia da un lugar importante al
factor pensamiento en la vida humana. Por ejemplo, afirma que el hombre es lo
que es según su pensamiento:
“Porque cual es su pensamiento en su corazón
tal es él”
(Proverbios 23:7)
“Como en el agua el rostro corresponde al rostro,
así el corazón del hombre al hombre”
(Proverbios 27:19).
Dice también que los
hombres antes de conocer la salvación de Dios en Cristo Jesús viven haciendo
únicamente la voluntad de sus deseos y pensamientos:
“...todos nosotros vivimos
en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne
y de los pensamientos”
(Efesios 2:3).
Dice que las personas una vez que conocen la
verdad de Dios tienen otra forma de pensar:
“Porque los que son de la carne
piensan en las cosas de la carne, pero los que son del Espíritu, en las cosas
del Espíritu”
(Romanos 8:5).
Consideremos algunas realidades sobre nuestras vidas y
los pensamientos que sostenemos...
1.-
Nuestros pensamientos ejercen una gran influencia en la forma como experimentamos la vida.
Un pensamiento puede tener
suficiente impacto como para influir en todas las esferas de nuestro ser: en
nuestras emociones, en nuestra condición física, en nuestra condición
espiritual y en nuestras relaciones interpersonales. Esto es algo que está
demostrado por la medicina, la psicología y la educación,
Ahora, cuando digo que un
pensamiento puede hacer todo eso no me refiero a esos pensamientos fugaces que
pasan por nuestra mente, tales como, por ejemplo: “yo pensé que llovería esta
mañana”; cuando hablo de un pensamiento me refiero a una
creencia, una convicción, a esa opinión muy personal que usted y yo tenemos sobre algo. Cuando digo que un pensamiento afecta nuestra vida, lo que digo es que
las cosas que creemos y que forman nuestras convicciones personales, son las
que en realidad determinan nuestra conducta y acciones. Podemos tener la Biblia
al alcance de nuestra mano, y no obstante, nuestros pensamientos, nuestras
opiniones, nuestras convicciones pueden ser muy diferentes y contrarias a lo
que la palabra de Dios aconseja y enseña, y por lo tanto, puede resultar que
aunque somos cristianos estemos viviendo una vida muy por debajo de lo que la Escritura promete, ¿la razón? nuestros pensamientos de fondo, las
creencias asentadas en nuestro corazón. Por eso es que resulta realmente
necesario que usted y yo examinemos nuestras opiniones, creencias y formas de
ver la vida, a la luz de lo que la Biblia enseña.
El Rey David reconoció la importancia vital que juegan los pensamientos en el vivir y oro diciendo:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi
corazón; pruébame, y conoce mis pensamientos”
(Salmo 139:23)
¿Te atreverías a orar así? ¿Sabes lo que podría pasar como resultado de esa oración? Quizá Dios encuentre que es
necesario cambiar muchas de nuestras opiniones, de nuestras convicciones, de
nuestros pensamientos. Alguno tal vez dirá: “tengo muchos años pensando así, y Dios me
acepta así” Es cierto que Dios te acepta así pero te estás perdiendo de mayores
bendiciones por no estar dispuesto a experimentar una transformación más
profunda en tu vida. Creo que la mayoría no somos conscientes de cuánto nos
hemos perdido en nuestra vida cristiana por un pensar inadecuado como creyentes.
2.-
La Palabra de Dios y la renovación de nuestros pensamientos.
La gran obra de la palabra escrita de Dios es la de
influir y afectar nuestro modo de pensar de tal modo que llevemos así un tipo
de vida que resulte agradable y aceptable ante Dios. Para eso viene la palabra de Dios a nosotros, para
afectar y cambiar, para transformar nuestros pensamientos, porque si nuestros
pensamientos cambian, si nuestras convicciones cambian, si nuestras creencias
cambian, si nuestras opiniones cambian, todo nuestro ser experimentará ese
beneficio y transformación. Por ello dijo el apóstol Pablo:
“Transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento. para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios”
(Romanos 12:2)
Alguno piensa que todas las
religiones son buenas y todas llevan a Dios; y la Palabra de Dios viene y le
dice: “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre” (1Timoteo 2:5)
Alguno piensa que el valor más
importante de la vida lo constituye el dinero y las posesiones materiales junto
con todos sus agregados y ventajas, y Dios le dice: “¿De qué aprovechará al
hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” (Mateo 16:26)
Algún cristiano está convencido de
que el sufrimiento hay que evitarlo a toda costa, y la palabra de Dios le dice:
“Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de
Dios” (Hechos 14:22)
Alguno aunque no lo confiesa abiertamente, considera,
tiene la opinión personal, de que a veces es necesario mentir, y la palabra de
Dios le dice para que deje de pensar de esa torcida manera: “Por lo cual, desechando la
mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos
de los otros” (Efesios 4:25)
Alguno siente (piensa) que es una persona con poco
valor y que su vida es una pobre vida, y la palabra de Dios le dice que no debe
sentirse así porque en realidad es muy amado de Dios: “Mirad cuál amor nos
ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios” (1Juan 3:1)
Alguno se considera a sí mismo débil ante una
tentación específica, y sin embargo, la palabra de Dios le dice que debe estar convencido
de que puede salir victorioso en toda tentación: “Fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”
(1Corintios 10:13)
De modo que el punto crucial aquí es asegurarnos de
que nuestras convicciones y pensamientos estén en consonancia y acuerdo con la
palabra de Dios y lo que ella enseña y muestra. Un pensar correcto asegura un
actuar correcto. Un pensar espiritual garantiza un actuar espiritual. Opiniones
sustentadas por la palabra de Dios nos llevan a decisiones que honran y
glorifican a Dios. Y todos los cristianos creo que estamos de acuerdo en esto,
pero, sin embargo, como expresa el adagio popular, “del dicho al hecho hay un
largo trecho”, y a menudo sucede que tropezamos en algún punto. A veces el
cristiano tropieza al no entender como hacerse de un pensar bíblico; en otras, tropieza por tener una vida dividida, un pensamiento para mientras está en la
iglesia y otro pensamiento para cuando está en su vida cotidiana; a veces el
tropiezo viene por creer que la renovación del pensamiento es asunto de simple memorización de textos bíblicos, en fin...el punto importante en este asunto que consideramos, repito, es asegurarnos de que nuestras convicciones y pensamientos estén en consonancia y acuerdo con la palabra de Dios y lo que ella enseña y muestra, para ello nos será necesario mucho pensar y reflexionar, mucha confrontación personal honesta, humilde y transparente con la Palabra Escrita de Dios, mucho insistir y luchar por poner en práctica de manera constante aquello que en la Biblia se nos enseña y demanda, y aún en todo esto, si todavía no sabemos cómo progresar en este vital y necesario asunto, nos queda la opción permanente de auxilio del cristiano:
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios, el cual da a todos sin reproche y abundantemente, y le será
dada. Pero pida con fe, no dudando nada...”
(Santiago 1:5-6)
3.- Una palabra final:
Tratemos de no olvidar que Dios nos ha llamado para vivir según los criterios de su Reino según están expresados en su santa y siempre vigente Palabra. Ello implica que muchas veces nos encontraremos en la ineludible necesidad de tener que decidir entre las opciones, costumbres y valores que nos presenta la sociedad en que vivimos, y las opciones, consejos y valores del Reino de Dios. Para el hijo de Dios no hay dudas sobre hacia qué lado debe inclinar su voluntad y corazón, si antes no lo sabíamos, ahora que somos creyentes lo sabemos, como dijo el inspirado apostol:
“De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie
conocemos según la carne; y aún si a Cristo conocimos según la carne, ya no le
conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”
(2 Corintios 5:16-17)
En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.
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