Saludos nuevamente Alfredo, que la bendición de Dios sea contigo, espero que te encuentres bien.
Procederé a tratar de responder a tu tercera inquietud, la que se relaciona con el hecho de que si es fidedigna nuestra herencia bíblica, si nuestra Biblia es fiel a los originales de su tiempo.
En lo personal me resulta muy emocionante y satisfactorio desde todo punto de vista el que como creyentes podamos tener una base tan firme y de completa seguridad en lo relativo al origen y la fidelidad de nuestro sagrado libro. Este es un punto (La Biblia y la veracidad y objetividad de su testimonio) que a lo largo de la historia ha sido blanco de persistentes ataques que buscan el descrédito del Libro, pero, para la gloria de Dios y para la paz y seguridad nuestra, ha permanecido sin sufrir mella alguna, antes bien, se muestra aún en la actualidad contundente e inobjetable en cuanto a su legitimidad literaria e histórica.
Para comenzar es útil y necesario saber que no existe en toda la literatura ningún otro libro antiguo tan ampliamente respaldado (por la existencia de copias manuscritas, fragmentos y citas, etc) como la Biblia. Ni siquiera los clásicos de la literatura griega se acercan a la amplia documentación que respaldan a la Biblia. Son miles de copias y fragmentos de copias (entre 4000 y 5000), y aún continúan en la actualidad descubriéndose, de cuando en cuando, algunos más. Repito, no existe comparación alguna en este sentido que pueda establecerse con cualquier otro libro que haya visto la historia de las civilizaciones.
En segundo lugar, hay que tener presente el contexto cultural tan privilegiado donde se produjo y conservó el Antiguo Testamento. El pueblo hebreo fue muy celoso y cuidadoso a la hora de preservar la fidelidad del mensaje divino y el registro de los anuncios de los propósitos divinos tanto para ellos como para otras naciones. En el transcurso de siglos se creó y estableció toda una cultura especialísima, total y absolutamente dedicada a los asuntos relacionados con las Sagradas Escrituras (primero con los libros y la ley de Moisés, y posteriormente con registros históricos y los escritos de los profetas). Se gestó en el seno de la nación hebrea un grupo de personas cuya única tarea y labor en la vida consistía en cuidar, transcribir, preservar, leer e interpretar la palabra recibida. Hasta los materiales a utilizar eran especial y cuidadosamente preparados para tal finalidad; los animales de los cuales se tomarían sus pieles para escribir (con su piel se hacían los pergaminos) eran incluso separados para tal hecho, a veces incluso, antes de nacer. Los escribas se sometían a un proceso de purificación antes de escribir las copias, y si debían escribir el nombre del Señor y Dios o hacer referencia a su persona, entonces se detenían y santificaban para luego sentarse a escribir el nombre del Santo. En fin, no hay ningún paralelo en la historia de la literatura en cuanto a cuidados, celo, pulcritud y esmero para preservar la fidelidad de la palabra recibida como ha sucedido con el Antiguo Testamento. Con el Nuevo Testamento podemos tener la misma certeza en cuanto a su legitimidad y fidelidad histórica, si bien, el hecho de que surge no en el seno de una sola nación y del ámbito de una cultura más generalizada, por lo se escribe en griego en su mayor parte, y desde distintas locaciones y momentos, no obstante ello, su unidad histórica, temática, profética, y su correspondencia con lo establecido en el Antiguo Testamento, hacen a los ojos de todo lector objetivo y desprejuiciado concluir que sus escritos no han sido alterados ni tergiversado en forma alguna a lo largo de siglos (nuevamente la base historiográfica es la que dictamina estos asuntos, la abundante presencia de copias de data antigua es un muy fuerte e incontrovertible, testimonio de que la Biblia que ha llegado a nuestras manos es, en el más amplio sentido de la palabra, la misma que tuvieron los que nos precedieron en la fe y en los tiempos). Hay quienes quieren hacer creer a las personas que la Biblia ha sido descuidada y alegremente cambiada de acuerdo con los intereses de determinados grupos, pero quienes eso dicen son completamente ignorantes del tema en cuestión. Hablar de la Biblia y su fidelidad es, humanamente hablando, hablar del arduo y sacrificial trabajo que distintos profesionales hicieron en el transcurso de muchas generaciones para que nosotros al día de hoy la tengamos en nuestras manos. ¿Algunos de ellos? Personas de elevadísimo nivel educativo y profesional, lingüistas, traductores, investigadores, críticos textuales, historiadores, sociólogos, hombres de ciencia, etc. Luego pensemos en el primer libro que inauguró la era de la imprenta, que por supuesto fue la Biblia, cuyo ejemplar aún existe, en fin… si alguien quiere ignorar tan amplio, sólido, lógico y sensato testimonio, lo hace por razón de obstinada renuencia a reconocer las pruebas que respaldan la autoridad del testimonio bíblico y por no tener luego que prestar oído a lo que allí se dice y tener que someter su voluntad y carácter al escrutinio de la palabra de Dios.
Ahora, otro punto y aspecto en este tema es el de las versiones y variantes del texto bíblico, que no es otra cosa que los modismos, dialectos, formas de expresión que tenemos o no en común los distintos pueblos y habitantes del mundo. La tarea de traducir es una tarea dificilísima y a veces imposible, siempre algo se pierde en las diferencias culturales, de pensamiento, de tiempo, etc. Por ejemplo, traducir poesía es imposible, los poemas usan palabras como imágenes, una forma de expresión que no es lógica y lineal, y, aún cuando se hacen traducciones de poemas, el resultado de las tales traducciones no es perfecto en muchos sentidos. Algo similar pasa con la Biblia, se han hecho muchas traducciones, versiones, actualizaciones de lenguaje con la finalidad de acercar de la manera más eficaz y clara posible el texto bíblico a nuestra comprensión y lenguajes particulares. Claro si nosotros fuésemos expertos lectores griegos o hebreos (como los hay) no leeríamos en una traducción sino que nos iríamos directamente a los originales, pero ese no es el caso de la mayor parte de los habitantes del mundo. Pero luego, estas variantes no son de contenido, ni de fondo, ni de doctrina, ni de historia, sino, y esto es necesario comprenderlo y enfatizarlo, son variaciones de la forma en cómo se expresa el mismo mensaje.
Nos quedan aún algunas consideraciones importantes que hacer en este tema, pero de momento lo dejaremos hasta aquí. Alfredo, la mejor manera de evaluar un material literario, y la Biblia lo es, es leyéndolo y analizándolo. Y si estás en la búsqueda de profundizar tu relación con tu Creador y Dios no hay otro medio para hacerlo sino por medio de nuestro acercamiento reverente, diligente, persistente y obediente a las Escrituras.
Que el Señor te bendiga, estamos en contacto…
Antonio Vicuña.
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