miércoles, 10 de julio de 2013

¿DÓNDE ESTÁ DIOS?

   
   La Biblia que es la palabra de Dios declara que Él es aquel que “todo lo llena en todos” (Efesios 1:23) y en quien “nos vivimos, nos movemos y somos” (Hechos 17:28), por lo que la gloriosa presencia de Dios y sus maravillosas gracias deberían iluminar la vida de toda persona. Sin embargo, la triste realidad es que la mayoría de las personas vivimos de espaldas a esta posibilidad, y vivimos en el día a día separados de Dios. La causa de esta separación no está en Dios, quien nos creó a su imagen y semejanza para tener comunión y compañerismo con nosotros; indudablemente la causa está en nosotros, quienes a pesar de sentir en nuestros corazones la llamada de la trascendencia y el latir del presentimiento de que hay un Dios arriba en los cielos, sin embargo descuidamos el darle el valor necesario al hecho de relacionarnos con él. La Escritura declara:

Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro
(Isaías 59:2)

   Ahora bien, cuando pensamos en una relación con Dios, en primer lugar debemos sincerarnos ante nosotros mismos y, principalmente, ante él. Hay una sola causa de separación entre Dios y el ser humano: el pecado (Término bíblico que hace referencia a todo aquello que es de naturaleza contraria a la justicia y el carácter puro de Dios). No nos separa de Dios nuestra posición social, nuestro nivel intelectual, nuestro color de piel, o nuestro modo de sentir la vida; pero sí nos separa de Dios el problema de nuestro pecado. Estrictamente hablando, el pecado, cualquiera sea su manifestación y característica, siempre resultará en alejamiento y separación de Dios y de sus bendiciones permanentes. Y es que el pecado genera inevitablemente malas consecuencias. Ya es bastante lamentable vivir nuestros años alejados de Dios, de su bendición, de su paz, de su presencia y compañía, pero, si estamos hechos para vivir por la eternidad (lo cual afirma enfáticamente la Biblia y aún nuestro propio corazón) ¿Cuánto más trágico ha de ser el hecho de vivir esa eternidad separados de Dios? Por tan vitales y cruciales consecuencias, no debe sorprender que el llamado del amor de Dios sea tan urgente e insistente para con todos nosotros:

Deje el impío su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar
(Isaías 55:7)

   Dios nos hace un llamado a abandonar determinados caminos y pensamientos, específicamente aquellos que nos conducen a una vida alejada de él. Pensemos un poco sobre este aspecto. Los caminos, lo mismo que los pensamientos de millones de personas, lamentablemente, están enlodados y construidos sobre cimientos de pecado: idolatría, impureza sexual, deshonestidad, asesinato, engaño, falta de misericordia, orgullo, arrogancia, etc. Y Dios llama desde lo alto a los hombres (¿Quién escuchará y responderá?) a que abandonen estos caminos y pensamientos y se vuelvan a él. Este volverse a Dios es lo que la Biblia llama arrepentimiento, y es indispensable para caminar con Dios y es una insustituible condición para todos los que quieren ponerse a cuentas con su Creador. Por cierto la palabra arrepentimiento significa básicamente “Pensar diferente”, “Cambiar de parecer”; por lo que el llamado que Dios nos hace es a un pensar diferente, a un cambio de parecer en lo que hasta ahora ha sido nuestra óptica y caminar por la vida, de tal manera que en nuestro corazón y vivir le otorguemos el lugar y espacio que él requiere y que nosotros necesitamos que ocupe para nuestro propio bien y realización. 

   ¿Qué decisión tomarás ante estas palabras? ¿Dónde está Dios en relación a tu vida, en relación con tus caminos y pensamientos? 

   Con el único deseo de compartir un poco de luz para tu caminar, Antonio Vicuña.
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