miércoles, 22 de mayo de 2013

EL DIOS NUESTRO


     Una de las expresiones que usaron los escritores bíblicos para referirse a Dios en sus mensajes es “Dios nuestro”, la cual vemos quizá más particularmente en los escritos de los profetas y en los Salmos, por ejemplo: Deje el impío su camino…y vuélvase al Señor…al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Is.55:7); Porque ¿quién es Dios sino solo el Señor? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios" (Salmo 18:31); Ciertamente en Jehová nuestro Dios está la salvación de Israel” (Jeremías 3:23); Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo y sus ruegos y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario…” (Daniel 9.17).

     Lo primero que he de mencionar es que encuentro que la expresión "Dios nuestro" destaca esa relación tan especial que se había establecido entre el único Dios Verdadero y el pueblo de Israel, quienes, sea que respondieran de forma positiva o, por el contrario, sea que respondieran de forma pecaminosa y rebelde, él continuaría siendo su Dios y Señor y ellos su pueblo (Ezequiel 20:16-19). Había sido establecido un vínculo inquebrantable entre Dios y la descendencia de Abraham, y por ello, en todas las generaciones, cada vez que un descendiente de Abraham dirigía su oración a Dios, ya para adorarle, o para en arrepentimiento confesar sus pecados, podía expresar esa sencilla pero significativa y especial frase: "Dios nuestro".

     A nosotros, extranjeros y no judíos, en este tiempo o dispensación de gracia posterior a la historia de la cruz, y habiendo recibido a Jesucristo como nuestro Dios y Salvador, como Rey y Señor, también se nos ha concedido el poder disfrutar de una especial intimidad espiritual con Dios, a tal punto que le reconocemos como "nuestro" y nos reconocemos de él; para vida o para muerte somos de él y él nuestro es. Ya no es el Dios desconocido, lejano y ajeno de nuestro vivir, ausente de nuestro caminar cotidiano e intrascendente para nuestro existir, sino, que es el Dios siempre presente, quien todo lo llena en todos, quien ha trazado y dirige el plan maestro de nuestras vidas, y quien además, de la forma más expresiva, real y concreta posible, ha venido a ser también el "Dios nuestro", eternamente y para siempre, como lo dijo el salmista:

Porque es te Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aún más allá de las puertas de la muerte
(Salmo 48:14)

     Te invito a considerar algunas cualidades del Dios nuestro expresadas en el Nuevo Testamento. Al hacerlo deseo, especialmente, que puedas ver cómo estas cualidades del Señor se manifiestan en nuestro caminar con él. Creo que hay muchas formas de abordar o acercarse a considerar las sublimes y admirables cualidades de nuestro Dios, por ejemplo Apocalipsis 19:11 y otros. En esta oportunidad lo haremos partiendo de un conocido pero preciadísimo texto bíblico:

1.- Dios es Fiel y Justo.
             
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”
(1Juan 1:9)

     Me parece tan singular el hecho de que en este pasaje de la Escritura se destaque que Dios es fiel y justo en el contexto de la experiencia del pecado en la vida cristiana.

     No hay experiencia más traumática y más negativa para el creyente que el pecar contra su Dios. (Salmo 32:3-4); no hay combate más arduo que el combate contra el pecado, el cual exige en ocasiones incluso la vida misma (Hebreos 12:3-4); pero también, quizá no haya (desde nuestra óptica y perspectiva humana) mejor demostración de la fidelidad y la justicia de Dios, que cuando él perdona nuestros pecados. Fidelidad que se manifiesta en la segura y siempre vigente promesa de perdón para con todo aquél que confiesa su pecado ante Dios. Justicia que resplandece y se exhibe hasta en las esferas espirituales, cuando el hijo de Dios es restaurado, limpiado y santificado nuevamente (permítame usar esta expresión).

     ¿Duda algún cristiano de que Dios esté dispuesto a perdonar sus pecados? El es fiel, aunque fuéremos infieles, el permanece fiel (2Tim.2:13) ¿Piensa alguno que no es justo que un creyente que ha pecado se le trate como si nada hubiese pasado? La palabra de Dios declara que Dios, quien limpia de toda maldad es justo, y al hacerlo (al justificar al pecador) lo hace en justicia.

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”
(1Juan 1:9)

2.- Dios es rico en misericordia.

     Nuestro Dios no solo tiene misericordia, sino que es rico en misericordia. La expresión está tomada de la carta a los Efesios:

“Pero Dios, que es rico en misericordia…aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo”
(Efesios 2:4-5)

     La misericordia se puede definir como “el mostrar compasión hacia alguien con necesidad o angustia, impotente, endeudado, y sin derecho a tratamiento favorable”.

     Es tan propio de Dios el mostrar misericordia, que abunda el testimonio de ello en las Escrituras. Por ejemplo estas declaran que: para siempre es su misericordia (Salmo 106:1); de sus misericordias está llena la tierra (salmo 33:5); hasta los cielos llega su misericordia (Salmo 36:5); su misericordia va delante de su rostro (Salmo 89:14); él es grande en misericordia (Salmo 103:8); su misericordia es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen (Salmo 103:17);  su misericordia no es el privilegio de unos pocos, sino que él hace misericordia a millares (Jer.32:18).

     La misericordia no está limitada únicamente al obrar de nuestro Dios, sino que se pide y exhorta a todos los creyentes a que la practiquemos en nuestro vivir:

“Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”
(Lucas 6:36)

“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados de entrañable misericordia”
(Colosenses 3:12)

3.- Dios mismo participa y se involucra en nuestro vivir.

     Una de las más grandes bendiciones y privilegios que comporta el ser creyente y poder llamar a Dios “Padre nuestro”, está en el hecho de que él mismo participa directamente de nuestros asuntos si así lo pedimos y esperamos.
     Podemos y debemos sentirnos agradecidos y privilegiados si tenemos la oportunidad de contar con la disposición y ayuda de algunas personas y amigos que nos tiendan la mano en momentos de necesidad, o que sencillamente nos acompañen en nuestro peregrinar por la vida, pero con muchísima mayor razón debemos sentirnos agradecidos y privilegiados por el hecho de que Dios mismo, esté dispuesto y presto para participar en los asuntos de nuestra vida y acompañarnos en todo el trayecto del vivir, en las buenas y en las malas, en la juventud y en la vejez, en la victoria y en la derrota, en la salud y en la enfermedad, en esta vida y en la venidera. Creo que algo de esto se deja ver en las siguientes palabras del apóstol Pablo en sus cartas a los hermanos de Tesalónica: 

“Mas el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, dirija nuestro camino a vosotros”
(1Tesalonicenses 3:11)

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo”
(1Tesalonicenses 5:23)

“Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre…conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra”
(2Tesalonicenses 2:16-17)

“Y el mismo Señor de paz os de siempre paz en toda manera”
(2Tesalonicenses 3:16)

     A mi modo de ver estas palabras del apóstol muestran su certeza de que “Dios mismo”, directamente, personalmente, actúa en la vida de los creyentes. No es una verdad nueva, ya en el Antiguo Testamento se había anunciado, por ejemplo:

Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis…Dios mismo vendrá y os salvará” 
(Isaías 35:4)

     Es también lo que en el Nuevo Testamento Pablo expresa cuando dice que Dios es el que en vosotros produce tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13); o cuando dice: que “…el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará” (Filipenses 1:6); textos que enfatizan el obrar directo e intencional de Dios sobre la vida de los creyentes. 

     Si creemos que Dios puede y quiere actuar en nuestras vidas tendremos casi todo resuelto. Ya sea la apertura y posibilidad de oportunidades para que se cumpla el propósito de Dios en nuestra vida;  ya se trate de nuestro progreso en la santificación personal y la victoria sobre el poder del pecado; ya se trate de el poder vivir con real conciencia de su presencia y cercanía en nuestros corazones así como el que seamos afirmados en las obras de justicia que como creyentes debemos realizar; o se trate del preciado don de la paz en toda situación y circunstancia, el creyente que hace de su Dios no solo su Salvador, sino también, su ayudador y director en la vida diaria, disfrutará de muchas y grandes bendiciones.

     El Dios nuestro es, entre muchas otras virtudes y perfecciones, un Dios fiel y justo, un Dios rico en misericordia, y un Dios que participa y actúa en nuestro vivir.    

     Deseando que la bendición del Dios que nos permite llamarle "nuestro" sea contigo, Antonio Vicuña.
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