Estamos comenzando un nuevo año y dentro de poco la sensación de “estreno” con que este se ha iniciado habrá pasado. Por muchos y variados que puedan ser los propósitos que nos hayamos establecidos para este “nuevo año”, quiero permitirme sugerir tres sencillas pero significativas acciones que pueden ser de ayuda para mantener el rumbo y la “conciencia de Dios y su propósito” en nuestras vidas. He aquí tres elementos a practicar y desarrollar durante este año en nuestro diario vivir:
1.- Debemos adorar.
Dios es digno de adoración; merece ser adorado, y, aún más: busca ser adorado. La Escritura registra lo que el Señor Jesucristo dijo en relación a este aspecto:
“…la hora viene, y ahora, es cuando los verdaderos adorares adorarán al Padre en Espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en Espíritu y en verdad es necesario que adoren”
(Juan 4:23-24)
La adoración resulta repulsiva cuando se ofrece y rinde a cualquier persona objeto o causa, diferente a Dios, pero dirigida hacia Dios, la adoración viene a ser la más natural y apropiada de las acciones que podríamos realizar. “Adora a Dios” fueron las palabras que el ángel le dirigió a Juan cuando este se postró para adorarle. (Apocalipsis 22:8-9).
En el cielo nuestro Señor y Dios está sentado como Gran Rey sobre su trono excelso y glorioso. Diversas criaturas celestes y angélicas le adoran sin cesar y proclaman sus virtudes y majestad sin igual. Le adoran por sus méritos de Creador, por su poderío y soberana voluntad, por su santidad y gloria excelsa; los habitantes del cielo y todos aquellos que rodean el trono de Dios atribuyen solo a él la dignidad del poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la gloria y la alabanza, por los siglos de los siglos (Apocalipsis 4 y 5).
Debemos procurar crecer en nuestra experiencia de adoración privada y personal. Dios desea que le adoremos. Un santo que adora, un creyente que adora a su Señor, es alguien que no dejará de ver la gloria de Dios en su vida diaria.
2.- Debemos alabar.
“Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado y mi alma lo sabe muy bien”
(Salmo 139:14)
“Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres, y yo publicaré tu grandeza. Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad y cantarán de tu justicia”
(Salmo 145:6-7)
Todas las obras de Dios son maravillosas y por ellas merece ser alabado. Piénselo por un momento y notará que no hay obra que Dios realice por la que no sea digno de ser elogiado. Desde el acto poderoso de mantener cohesionado y en pie todo el orden de la creación, hasta la forma tan secreta y personal como puede infundir aliento y nuevo ánimo al corazón de aquel que clama ante su presencia, en todas, absolutamente en todas sus obras hay secretas y manifiestas maravillas, y él merece ser alabado por ello.
“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” dice David en el salmo 103, y agrega: …porque…
Es quien perdona todas tus iniquidades
El que sana todas tus dolencias
El que rescata del hoyo tu vida
El que te corona de favores y misericordias
El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila
Es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia
Su misericordia es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen.
3.- Debemos agradecer.
“Entrad por sus puertas con acción de gracias”
(Salmo 100:4)
El reconocimiento de las obras de Dios y de su obrar sobre nuestras vidas nos debe mover a la gratitud; a un profundo y creciente sentido de gratitud para con nuestro Señor y Dios. Gratitud que se debe tornar en alabanza y acción de gracias en oraciones por todos sus fieles cuidados para con nosotros:
“Dad gracias en todo, porque esa es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”
(1 Tesalonicenses 5:18)
Gratitud que se debe manifestar en amor y aprecio por tener la maravillosa oportunidad de ser partícipes de sus propósitos:
“…dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz”
(Colosenses 1:12)
Gratitud que actúa como estímulo para nuestro servicio y devoción para con él. El escritor de la carta a los Hebreos expresa:
“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia”
(Hebreos 12:28)
Por tanto, apreciado lector, hermano y amigo: este nuevo año nos invita a que adoremos, alabemos y seamos agradecidos para con Dios nuestro Padre. La adoración reconoce y admira las virtudes excelsas de la persona de nuestro Señor y Dios; la alabanza atribuye el poder a Dios por sus poderosas, fieles y maravillosas obras; y la gratitud es la expresión sincera y genuina de nuestro humilde, pero real, amor por él.
En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.
Gracias, Antonio por este precioso mensaje espiritual. En un año tan especial como este, cuando tantas voces sin esperanza proclaman toda clase de mitos y anuncios de destrucción global que siembran la confusión y el temor sin salida, su enseñanza alumbra e infunde paz y confianza. Qué otra cosa más hermosa puede haber que estar unidos y comunicados con Dios adorando, alabando y dando gracias por el privilegio de la vida?...
ResponderEliminarEste mensaje de hoy señala la dirección que siguen los que caminan con Dios, sin alardes ni soberbias.
Muchísimas gracias por su dedicación y su esfuerzo por compartir las enseñanzas cristianas, esfuerzos que ayudarán a muchos necesitados.
Un saludo cordial!
Mirtha
Con su permiso, lo comparto en Facebook con familiares y amigos.