martes, 5 de abril de 2011

EL ESPIRITU SANTO EN EL CREYENTE



¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?
(Hechos 9:12)

“Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”
(Romanos 8:9b)

            La señal distintiva de que alguien ha creído verdaderamente al mensaje del evangelio, la constituye la presencia del Espíritu Santo.

            La fe genuina se deja ver por una acción completamente nueva, poderosa y diferente, que se desarrolla en el interior de la persona que ha creído, y cuyo origen no es humano, sino divino. Aparte de este obrar divino en el corazón del hombre, no hay valor alguno en las prácticas litúrgicas o religiosas que la persona pueda realizar. Una persona puede…
  
-          Cantar como para arrullar a los ángeles
-          Asistir al templo cada semana
-          Ser amigo de muchas personas en la congregación (hasta de los líderes y el pastor)
-          Entender el mensaje predicado
-          Ofrendar grandes cantidades de dinero
-          Intentar reorientar su estilo de vida

Pero a menos que abra las puertas de su corazón al obrar glorioso del Espíritu Santo, continuará perdida, muerta en sus pecados.

Nicodemo era un hombre educado, respetado, reverente para con lo religioso, dado a analizar las cosas para llegar a la verdad; este vino a Jesús de noche…quien le dijo: “…os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). Jesús se refería al nacimiento del Espíritu Santo, y enfatizó que dicho nacimiento era una condición indispensable para participar del reino de Dios. La religión y la realidad espiritual no siempre van unidas; el conocimiento religioso muy a menudo está divorciado completamente del conocimiento real de Dios.

Hace algunos años atrás me preocupaba el saber con total certeza si el Espíritu Santo estaba en mí, si realmente había experimentado el nuevo nacimiento. En mi búsqueda personal de indicios y pruebas encontré que no había visto al Señor, ni ángeles ni demonios, ni el cielo ni el infierno; que no había sentido nunca un fuego caer sobre mí, ni electricidad en mi cuerpo o algo parecido; que jamás había sido tomado por el Espíritu para danzar, profetizar o hablar en lenguas desconocidas; que tampoco había escuchado una voz audible de parte de Dios en alguna oportunidad de mi vida, ni había tenido alguna visión extática o reveladora. Sin embargo, encontré la certeza de mi nuevo nacimiento y de la presencia del espíritu santo en mi vida en otros indicadores:

-          En la palabra escrita de Dios.
-          En la conquista de mi alma por parte de el evangelio de Cristo.
-          En el rendimiento de mi voluntad a la palabra de Dios.
-          En la creciente conciencia de su presencia, poder, realidad, soberanía y amor sobre mi vida.
-          En la victoria sobre el pecado y la vieja naturaleza en mi experiencia diaria.
-          En la fe, confianza y seguridad que despierta en mí la palabra de Cristo.
-          En esos momentos de especial e íntima comunión cuando soy quebrantado en su presencia.

Hasta el día de hoy eso no ha cambiado. Alabo al Dios de toda gracia que nos ha dado su Espíritu para que seamos suyos y tengamos una relación profunda y significativa con él por toda la eternidad.

En esta oportunidad quiero invitarte a considerar 3 aspectos relacionados son el Espíritu Santo y su presencia en la vida del creyente.

1.- El Espíritu Santo en el creyente: el sello de Dios.

Habiendo creído en él, fuisteis sellados con el espíritu santo de la promesa
(Efesios 1.13)

…al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados
(Efesios 4:30)

En la antigüedad los sellos se utilizaban, entre otras cosas, para:

-          Certificar documentos
-          Indicar autenticidad
-          Denotar autoridad
-          Indicar propiedad o pertenencia
-          Asegurar y garantizar la seguridad de un bien

De manera similar tenemos que entender que cuando las Escrituras señalan que el cristiano ha sido sellado con el Espíritu Santo, la analogía entre el uso antiguo del sello se aplica perfectamente a lo que ha hecho Dios. El cristiano es alguien que ha sido sellado por Dios, alguien que ha sido marcado, señalado, diferenciado por Dios, y porque el Espíritu Santo está presente en la persona que ha creído, es que esta puede tener la certeza de que es un genuino hijo de Dios. La señal de autenticidad, el sello que certifica lo genuino de la obra, la marca que denota pertenencia es, sin lugar a dudas, el Espíritu Santo. Y por cuanto el Espíritu Santo está en el cristiano, este puede confiar y descansar en que la poderosa y soberana autoridad de Dios le ha de envolver y guiar a puerto seguro en la eternidad. He aquí la garantía de salvación que muchos necesitan encontrar: el Espíritu Santo que nos ha sido dado.

2.- El Espíritu Santo en el creyente: un adelanto de la herencia.

…el Espíritu Santo de la promesa…es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida
(Efesios 1:14)

Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu
(2Cor.5:5)

La palabra “arras” estrictamente significa la primera cuota o anticipo de una donación o pago; es una entrega a modo de seña, una indicación de que el saldo restante se abonará más adelante. En sentido más general significa cualquier prenda o depósito, de cualquier naturaleza, que se da como señal de que más adelante se hará un pago mayor.

            El Espíritu Santo es el anticipo que Dios ha dado a los creyentes…

-          Mientras esperan que tenga lugar la redención de la posesión adquirida (Ef.1.14)
-          Mientras llega el día de la redención (Ef.4:30)
-          Mientras esperan la redención del cuerpo (Rom.8:23)
-          Mientras esperan la consumación de la salvación (1Pe.1:3-5)
-          Mientras esperan la perfección del conocimiento (1Cor.13:9-10)
-          Mientras esperan por la confinación del mal (1Cor.15:54)
-          Mientras aguardan el tiempo de reinar con su glorioso Salvador (Ap.5:10)

Las más grandes realidades del evangelio no las veremos en esta etapa de nuestra vida terrenal, sino que están enmarcadas y reservadas para la etapa futura de nuestra vida celestial. Apenas hoy disfrutamos de un minúsculo adelanto, hecho posible por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, y que consiste en paz con Dios, comunión espiritual, algo de conocimiento, la esperanza de la salvación, y, sobre todo, la oportunidad única de hacer algo que sea de valor para Dios y cuente para el día en que seamos llamados a rendir cuentas ante su presencia.

Podemos alabar a Dios por su fidelidad y gloriosos planes para con nosotros; podemos alabarle anticipadamente por haber sido escogidos para tan grandes deleites y tan maravillosa salvación; podemos vivir permanentemente agradecidos para con aquel que, como muestra de su irrevocable voluntad, nos ha hecho participar de su Espíritu Santo para así confirmar la veracidad e inmutabilidad de su gracia para con nosotros en Cristo Jesús. 

3.- El Espíritu Santo en el creyente: el Espíritu de adopción.

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba Padre!
(Rom.8:15)

            Que el Espíritu Santo esté en usted demuestra que Dios le ha recibido por adopción como hijo suyo. Pero, además, El Espíritu Santo (el Espíritu de adopción), el cual todo cristiano posee, es la prueba del amor de Dios para con los suyos. No intente medir el amor de Dios por las cosas materiales que alcanza o deja de alcanzar; no intente medirlo por el bienestar que puede o no disfrutar; eso resultaría inadecuado, engañoso y superficial. Le invito a ponderar el amor de Dios por medio del Espíritu Santo que le ha sido dado, quien está con usted en las buenas y malas, en escasez y abundancia, salud y enfermedad, bonanza y adversidad, y, aunque le parezca increíble, en la santidad y el pecado; ¡Qué grandeza y nobleza la del Espíritu Santo que nos habita!. Pero tristemente, muchos cristianos frecuentemente contristan al Espíritu (Ef.4:30); lo apagan (1Tes.5:19), e incluso endurecen su corazón ante su voz (He.4:7).

Dios nos ha dado su Espíritu y con él la posibilidad de…

-          Vivir llenos de su presencia (Ef.5:18)
-          Experimentar el poder del actuar de Dios en nosotros y a través de nosotros (Hch.2:8)
-          Hacer morir por el Espíritu las obras de la carne (Rom.8:13)
-          Mantener una vida de comunión plena e íntima con Dios (Rom.8:15)
-          Experimentar una transformación personal progresiva (1Cor.3:18)
-          Experimentar un sentido de confianza permanente (Jn.14.16)

Como creyentes podemos vivir con el anhelo y la segura esperanza de que el que nos dio el Espíritu Santo como arras, como prenda, anticipo y garantía, también realizará todo lo que se ha propuesto en su eterno consejo y glorioso designio.

Aunque la realidad del Espíritu Santo habitando en el creyente, abarca muchos otros aspectos que no alcanzamos a mencionar en esta oportunidad, espero (por la misericordia y gracia de Dios) que lo compartido resulte en un estímulo para la gratitud, la reflexión, la oración y la esperanza, en relación con la bendita persona que nos ha sido dada para ser nuestra ayuda y apoyo en nuestro caminar como hijos de Dios.

En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.


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