viernes, 22 de abril de 2011

AÚN ES JESUCRISTO QUIEN TIENE LAS RESPUESTAS


Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro; para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” 
(Colosenses 2:1-3)

1.- Solo la palabra del evangelio ofrece respuestas: 

     Las distintas disciplinas del saber no se atreven a pronunciar respuestas concluyentes y definitivas en torno al sentido y propósito de la vida humana y mucho menos en cuanto a sus perspectivas a futuro. Los brillantes pensadores de nuestros tiempos no han podido superar a los antiguos respondiendo a las clásicas preguntas ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos acá? ¿Qué sentido tiene la existencia humana?, pero en lo que sí parecen estar seguros es en el hecho de que, cualquiera sean las respuestas que le queramos dar a tales interrogantes, Dios no tiene nada que ver con nuestra vida y experiencia como sociedad humana. ¡Curioso ¿no?! No sabemos de dónde venimos ni a donde vamos, tampoco por qué razón somos los únicos pobladores del universo conocido, ni qué nos depara el futuro, pero, sea lo que sea, eso de seguro no está en modo alguno relacionado con Dios. Esa actitud de desprecio por todo lo relacionado con Dios y su propósito trascendente y "divino"para la vida humana, ha estado dando su amargo fruto: el hombre moderno se ha tornado cada vez más escéptico y materialista; hasta tal punto se ha alejado de sus inquietudes existenciales que prácticamente ha abandonado toda consideración sobre la vida y la muerte, sobre la trascendencia de la vida más allá de lo terrenal, sobre la necesidad del conocimiento de la voluntad de Dios para la vida diaria, etc, y es tan crónico y deplorable nuestro extravío como sociedad, que ya no nos preocupa si hay o no respuestas, sencillamente, nos ha dejado de interesar el tema. Sin embargo, Dios, en su fidelidad e incomprensible amor, generación a generación continúa tocando vidas y despertando corazones para que indaguen y pregunten por la senda antigua, aquella que lleva hacia el encuentro del hombre con su Creador. El profeta Jeremías lo expresó así:

 “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma
(Jeremías 6:16)

     El cristiano es, en cierta forma, un iluminado y privilegiado por el Altísimo, a quien se le ha concedido el encontrar las respuestas que el mundo entero ha despreciado. Las respuestas que la filosofía no pudo ofrecer, pero que tampoco la ciencia con todas sus luces ha logrado develar; aquellas respuestas que se escaparon de la consideración de los estudiosos de la conducta humana, y de los observadores de la historia. Definitivamente, el cristiano es uno de aquellos “niños” a quienes el Padre agradó dar a conocer algunas de las respuestas vitales y trascendentes de la vida humana. El Señor Jesucristo expresó: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25).

     No se trata de arrogancia, y tampoco de ignorancia, pero el hecho indiscutible es que Dios ha hablado al mundo entero, a la humanidad toda, y, sin embargo, la mayoría se ha hecho de oídos sordos. El profeta Isaías dijo “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?”. Y los que voluntariamente han asumido esa actitud (la de no querer escuchar) a menudo se molestan con nosotros porque decimos, al igual que Felipe dijo a Natanael (Juan.1:45), que hemos encontrado a “Aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús”, el Hijo de Dios, quien como lo dijo el apóstol Pablo, es el “Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen” (1Timoteo 4:10). Y los enemigos del evangelio de Jesucristo pretenden hacer ver que el mensaje cristiano respondía a las necesidades e intereses de un puñado de hombres y mujeres de la insignificante palestina de hace dos mil años. Pero la verdad es que ninguna causa que haya visto la humanidad en toda su historia ha sido tan vasta y amplia en su alcance e intereses como el mensaje salvador del Evangelio de Jesucristo.

     El hecho de que hoy por hoy el evangelio se continúe proclamando y extendiendo no puede explicarse en base a la astucia de sus promotores, ni en base a la tenacidad de aquellos que lo proclaman, sino que se debe al hecho simple, pero maravilloso, de que sólo el evangelio posee las respuestas que el hombre de cada generación necesita encontrar.

     La invitación de Jesucristo trasciende las barreras del tiempo y luce plena de significado y esperanza para todo hombre: 

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
(Mateo 11:28-29) 

2.- Sólo la obra de Jesucristo en la cruz del Calvario es lo suficientemente universal como para poder abarcar a toda la humanidad:

     Jesús dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”(Juan.12:32). Jesucristo es el don de Dios para la humanidad en su totalidad. Sólo por él pueden ser juzgados todos los hombres, pero también, solo por él pueden ser salvos todos los hombres. Él es la respuesta y dádiva de Dios para todo tipo de personas, en cualquier época y circunstancias. El apóstol Juan dijo que Jesucristo es el sacrificio que por nosotros se ofreció a Dios, exactamente dijo: “él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1Juan.2:2).

     Lo que el Evangelio contiene en su proclama, ha sido en las generaciones pasadas, y aún en la actualidad, el más relevante mensaje para los hombres de todos los ámbitos de la raza humana. El mensaje salvador de Jesucristo es absolutamente vital para el hombre de Asia, África, América, Europa u Oceanía; el anuncio sobre la necesidad de salvación proclamado por Jesucristo atañe tanto al estadista como al ciudadano corriente; al hombre de ciencia y de mundo como al hombre anónimo de cada hogar humilde y sencillo. Lo que el Evangelio proclama lo dice a todos los hombres por igual, ya sean estos ricos o pobres, socialistas o capitalistas,  letrados o iletrados, ancianos o jóvenes. 

     La cruz de Cristo es tan absolutamente universal que ningún ser humano está exento ante Dios de considerar y evaluar su vida a la luz del mensaje que esta ha proclamado durante los últimos 20 siglos desde el día en que fue levantada. Por otra parte, ningún ser humano se encuentra tan distante y lejano como para que no pueda, si lo desea, disfrutar de la reconciliación y el perdón y amor que Dios ofrece gratuitamente a todo aquel que quiera, a todo aquel que crea. El heraldo de Dios en la antigüedad lo dijo así: 

“...no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” 
(Isaías 45:21-22) 

     Y el glorioso Ungido del Señor lo dijo con las siguientes palabras: 

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan.3:16-18)

3.- Jesucristo es la única provisión dada a los hombres para relacionarse con Dios: 

     Relación que se caracteriza, entre otras cosas, por brindar al creyente, quien quiera que este sea, una serie de beneficios que, por ser tan variados y numerosos, resulta difícil detallar o clasificar, entre ellos:

-          Paz: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).

-          Aceptación: “...para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:6).

-          Propósito: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).

-          Esperanza: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).

-          Transformación personal: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (1Corintios 3:18).

-          Perdón por los pecados cometidos: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1Juan 2:1)

-          Victoria definitiva sobre la esclavitud y poder del pecado: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14).

La respuesta a nuestras inquietudes está en Jesucristo, la respuesta a nuestras necesidades concretas y particulares está en Jesucristo, la respuesta para nuestro caminar de fe está en Jesucristo. El continúa siendo hoy por hoy, el camino, la verdad y la vida, el único que aún tiene las respuestas que pueden brindar pleno significado, propósito y dirección a nuestras vidas.

En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.


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