“Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo. Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”
(Isaías 40:6-8)
Este pasaje nos dice que la vida de toda persona, su permanencia y trascendencia, es comparable con la hierba que crece en el campo; a la final todos los triunfos y logros del ser humano son tan duraderos como la flor del campo (vs.6).
Se dice de John Lennon que en 1966, durante una entrevista para una revista americana, él dijo: 'La Cristiandad acabará, desaparecerá. Yo no tengo que discutir sobre eso. Yo estoy seguro. Jesús era bien, pero sus asuntos eran demasiado simples. Hoy nosotros somos más famosos que Él'. Lo cierto es que Lennon no sabía lo que decía. Algunos años más tarde murió. Su famosa banda es un episodio del pasado y su fama es cada vez más difusa e irrelevante, mientras que la palabra del Evangelio de Jesucristo sigue actualmente transformando la vida de millones de personas.
No importa si se trata del presidente de una gran nación o de un humilde zapatero; no hace diferencia que tan alto o tan lejos haya llegado la persona; no importa cuanto se haya esforzado, dedicado y sacrificado; cuando Dios lo determine acabará su tiempo y esplendor. Los días de cada uno de nosotros están contados y la forma en que nuestra vida comenzará a declinar más temprano que tarde se hará notoria. Aún el pueblo en su conjunto es tan pasajero como la hierba. Hasta el día de hoy antropólogos, historiadores, y hombres de ciencia no logran encontrar la razón de cómo o por qué, civilizaciones enteras abruptamente desaparecieron y perecieron para nunca más ser. La Biblia nos dice que el viento de Jehová soplo sobre ellos y se marchitaron para perecer. No importa lo que el hombre haga, él es como hierba que se ha de secar. Sólo la palabra de Dios, su propósito y voluntad, ha de permanecer para siempre. Generaciones nacen, florecen, se marchitan, y luego desaparecen. Pero, la palabra de Dios, su Evangelio y proclama de salvación, permanece firme para siempre.
En 1985 en Brasil se realizaba la primera elección para presidente dela República desde el golpe militar de 1964. Tancredo Neves fue propuesto por una alianza entre varios partidos de oposición. En medio de la campaña presidencial Neves afirmó que si sólo obtenía 500,000 votos, ni Dios lo sacaría de la presidencia. En efecto, su partido logró la cantidad de sufragios que, a la final, lo encumbraron como nuevo presidente constitucional del Brasil. Pero pocos días antes de asumir el cargo, una enfermedad acabó con su vida el 21 de abril de 1985.
Si nosotros, los cristianos, nos convenciésemos de la extraordinaria relevancia y firmeza de nuestro mensaje, entonces andaríamos en las alas del Espíritu y con el poder de Dios haciendo proezas a nombre del evangelio en el mundo entero. Pero la mayoría de las veces pensamos en nosotros antes que en el mensaje de la palabra de Dios. Pensamos en nuestra firmeza y gloria, antes que en la firmeza y gloria de la palabra de Dios. Y aún en nuestro peregrinar por esta vida, olvidamos que también nosotros somos como la hierba, y nuestros triunfos y glorias, como la flor que más adelante se ha de marchitar, sólo con una importante diferencia: la promesa de que todas aquellas cosas que hicimos sinceramente para nuestro Señor no permanecerán en el olvido cuando nos presentemos ante Dios, y muchísimas cosas que vimos aquí marchitar y quedar en el olvido, allá aparecerán radiantes en el tribunal de Cristo, para testificar a nuestro favor por los galardones de Cristo. Si valorásemos en su justa medida la oportunidad que tenemos de hacer tesoros en los cielos, nuestra forma de vivir la vida cristiana quizá sería muy diferente, pero muchos cristianos, lamentablemente, han caminado tras la gloria de una flor marchita en esta vida en lugar de esperar ver las glorias de una recompensa celestial; piense usted por ejemplo, en todos aquellos cristianos que buscan el poder terrenal al lado de los gobernantes de este mundo (lo cual sucede desde cuando Roma era imperio); piense en tantos otros que tratan de encontrar su propósito de fe en suplir para las necesidades de los pobres (forman las filas de importantes organizaciones de caridad); piense en aquellos que han tratado de alcanzar reconocimientos en la sociedad creando instituciones varias (escuelas, universidades, hospitales, centros de rehabilitación, etc); piense, además, en como en nuestra generación el énfasis de muchos círculos cristianos es el bienestar y la satisfacción personal. ¿No pueden formar parte estas actividades de la práctica cristiana? Quizá como actividades periféricas y de extensión pero no como centro que define e impulsa la vida en Cristo. La palabra de Dios tiene un solo centro y este es el Señor Jesucristo, el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía (Ap.19:10); nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo (1Cor.3:11). La palabra de Dios que permanece para siempre no coloca al hombre en primer lugar sino a Dios; no exalta y promueve la gloria del hombre, sino que, exalta y promueve la gloria de Dios; no tiene por fin principal asegurar la felicidad del cristiano en esta vida, sino, asegurar la gloria de Dios y el cumplimiento de sus propósitos en la tierra; no tiene al hombre por protagonista de la historia, sino a Dios, Padre y Espíritu, y especialmente, al glorioso y exaltado Hijo de Dios, el Señor Jesucristo.
En 1985 en Brasil se realizaba la primera elección para presidente de
Si nosotros, los cristianos, nos convenciésemos de la extraordinaria relevancia y firmeza de nuestro mensaje, entonces andaríamos en las alas del Espíritu y con el poder de Dios haciendo proezas a nombre del evangelio en el mundo entero. Pero la mayoría de las veces pensamos en nosotros antes que en el mensaje de la palabra de Dios. Pensamos en nuestra firmeza y gloria, antes que en la firmeza y gloria de la palabra de Dios. Y aún en nuestro peregrinar por esta vida, olvidamos que también nosotros somos como la hierba, y nuestros triunfos y glorias, como la flor que más adelante se ha de marchitar, sólo con una importante diferencia: la promesa de que todas aquellas cosas que hicimos sinceramente para nuestro Señor no permanecerán en el olvido cuando nos presentemos ante Dios, y muchísimas cosas que vimos aquí marchitar y quedar en el olvido, allá aparecerán radiantes en el tribunal de Cristo, para testificar a nuestro favor por los galardones de Cristo. Si valorásemos en su justa medida la oportunidad que tenemos de hacer tesoros en los cielos, nuestra forma de vivir la vida cristiana quizá sería muy diferente, pero muchos cristianos, lamentablemente, han caminado tras la gloria de una flor marchita en esta vida en lugar de esperar ver las glorias de una recompensa celestial; piense usted por ejemplo, en todos aquellos cristianos que buscan el poder terrenal al lado de los gobernantes de este mundo (lo cual sucede desde cuando Roma era imperio); piense en tantos otros que tratan de encontrar su propósito de fe en suplir para las necesidades de los pobres (forman las filas de importantes organizaciones de caridad); piense en aquellos que han tratado de alcanzar reconocimientos en la sociedad creando instituciones varias (escuelas, universidades, hospitales, centros de rehabilitación, etc); piense, además, en como en nuestra generación el énfasis de muchos círculos cristianos es el bienestar y la satisfacción personal. ¿No pueden formar parte estas actividades de la práctica cristiana? Quizá como actividades periféricas y de extensión pero no como centro que define e impulsa la vida en Cristo. La palabra de Dios tiene un solo centro y este es el Señor Jesucristo, el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía (Ap.19:10); nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo (1Cor.3:11). La palabra de Dios que permanece para siempre no coloca al hombre en primer lugar sino a Dios; no exalta y promueve la gloria del hombre, sino que, exalta y promueve la gloria de Dios; no tiene por fin principal asegurar la felicidad del cristiano en esta vida, sino, asegurar la gloria de Dios y el cumplimiento de sus propósitos en la tierra; no tiene al hombre por protagonista de la historia, sino a Dios, Padre y Espíritu, y especialmente, al glorioso y exaltado Hijo de Dios, el Señor Jesucristo.
El conocimiento más elevado que alcanzaron los antiguos es aquel que estuvo relacionado con la palabra de Dios y el advenimiento del Señor Jesucristo. El suceso más importante que ha tenido lugar en los últimos dos mil años de la historia humana es la muerte y resurrección del Señor Jesucristo. La noticia más trascendente que ha escuchado oído alguno en los últimos veinte siglos sigue siendo una sola: “...de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.3:16). Sin embargo, creo que muchos creyentes están realmente extraviados en cuanto a sus metas y propósito de vida. Creo que han tratado de interpretar la vocación de sus vidas por medio de aquellas cosas que Juan llamó “la vanagloria de la vida” creyendo que el significado y propósito para sus vidas depende del éxito que alcancen según los parámetros del mundo sin Cristo. Creen que el mundo secular está repleto de cosas buenas esperando para ser disfrutadas. Si siguen en ese pensamiento se van a llevar una dolorosa y terrible decepción, porque el mundo pasa y sus deseos, y solo el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1Jn.2:17).
Ignoran muchos creyentes que el viento de Jehová quizá no tarde en soplar sobre sus vidas, porque toda carne es hierba y toda su gloria como flor del campo... Por tanto, es necesario que usted como cristiano aprenda a vivir para Dios; no viva para hacer dinero, esa flor no lo vale; no viva para ocuparse solo de usted y los suyos, viva para Dios y sirva a los demás en el amor de Cristo; no viva engañado, pensando que su vida en esta tierra será casi eterna, bájese de esa nube y recuerde que su vida es tan duradera como la hierba, por tanto, viva para Dios y no malgaste su corta vida. Escoja “la buena parte” de la vida, aquella que se experimenta a los pies del Maestro, en cercanía y comunión estrecha con él. Aquella que se vive en el amor de Dios compartiendo con alegría y sencillez de corazón junto a otros creyentes y declarando a todos sobre la bondad y la justicia de Dios. Todas las glorias humanas son pasajeras, sus flores se marchitarán; pero aquellos que viven para Dios tienen una herencia que no se marchita en los cielos (1pe. 1:4), con glorias imperecederas y eternas al lado de Cristo el Señor. El dinero no siempre te alegrará y ayudará; la juventud, el vigor y la lozanía no siempre te acompañará; el aplauso y el aprecio de aquellos que no aman a Dios encontrarás que la mayoría de las veces no es sincero; ¿Qué pues puedes hacer con tu vida? ¿Con esos pocos años que te han sido concedidos? ¿Con esas capacidades y oportunidades que se te han confiado? Lo mejor que puedes hacer es dedicarlo todo a Dios; devolverlo a aquel que se entregó a la muerte en una cruz por amor a ti cuando no le conocías; lo mejor que puedes hacer es vivir por entero para él porque“...toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella... Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”.
Hemos hablado un poco de flores que se marchitan pero quiero también que hablemos de viejos caminos.
Hemos hablado un poco de flores que se marchitan pero quiero también que hablemos de viejos caminos.
“Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma”
(Jeremías 6:16)
A menudo es necesario en nuestro caminar de fe hacer un alto, mirar y preguntar a nuestro Señor por el camino a seguir. Preguntad por las sendas antiguas dice el Señor, preguntad por los viejos caminos. Las sendas antiguas del cristianismo son desconocidas para muchos hoy día. Conocen muy bien el camino nuevo y fácil del "confiésalo y recíbelo", el camino de la siembra y cosecha de dinero, el camino del éxito y la excelencia según los criterios del mundo, y no se qué otros laberintos y caminos torcidos que se han inventado los creyentes de hoy, pero las sendas antiguas del cristianismo no se parecen a esos caminos que muchos presentan. La iglesia no se formó y creció con esos caminitos rebuscados que tanto se mencionan hoy. Dios nos llama por este texto a buscar las sendas antiguas del cristianismo, creo que muchos de nosotros necesitamos hacer un alto en nuestro caminar como cristianos, y mirar, preguntar, y dirigir nuestros pasos por estas sendas antiguas antes que la flor se marchite, antes que la hierba comience a perecer,“y hallaréis descanso para vuestra alma” dice la Escritura. Considere las siguientes sendas:
La senda de la oración personal: ¿Cuándo nos convenceremos de que sufrimos inestimables pérdidas por falta de oración? ¿Cuándo te convencerás, hermano o hermana, de que tu alma languidece y tu ánimo se requebraja debido a tu menosprecio por la oración? A partir de hoy puedes retomar esta senda antigua; comienza a orar un ratito aquí otro rato allá, en las noches o en las mañanas, cuando tengas dificultades y problemas que enfrentar o decisiones importantes que tomar, cuando todo este bien y solo necesitas adorar y alabar, comienza a orar por el solo hecho de pasar tiempo con tu Señor y Dios, comienza a orar solo para estar en comunión con tu Salvador, y veras como entonces rebosa tu alma de descanso, de gozo, de reposo, de confianza, comienza a caminar por la senda antigua de la oración y hallarás descanso para tu alma.
La senda de la lectura y meditación de la palabra de Dios: Hay creyentes que tienen muy buenas y respetables costumbres; se sientan a la mesa con toda su familia a la hora de la comida, no se escuchan gritos y escándalos en casa, los televisores o radios no están encendidos a todo volumen, todas las cosas parecen estar bien dispuestas y ordenadas, y todo ello es de admirar y digno de ser imitado, en mi personal opinión; solo que falta algo que es de la mayor importancia: falta un lugar (espacio y tiempo) para la lectura y meditación de las Escrituras. Así como en nuestras casas ubicamos un espacio para cada cosa (el televisor, la computadora, el teléfono, el equipo de sonido, etc) así como disponemos un espacio de tiempo para cada aspecto que requiere atención, es importante que consagremos un lugar y un tiempo determinado para la meditación y lectura de la palabra de Dios en nuestros hogares. Hay creyentes que aunque sus casa no son tan grandes, sin embargo se les pierden sus Biblias. Una de las sendas antiguas de la vida cristiana tiene que ver con la lectura y meditación de la palabra de Dios en el día a día. Así como usted participa por la gracia de Dios diariamente de comida para el sostén del cuerpo, es necesario que participe de la palabra de Dios diariamente para sostén de su alma. El texto dice y hallaréis descanso para vuestras almas. Muchos cristianos viven en una continua zozobra en una permanente ansiedad, pereciendo bajo el peso de las dificultades que enfrentan, pero si se dispusieran a pasar tiempo caminando por la senda de la lectura y meditación en la palabra de Dios sus vidas serían completamente distintas; se sentirían completamente diferentes a como se sienten ahora, porque entonces experimentarían lo que dice el texto, hallarían descanso para su alma.
La senda del compromiso para con la iglesia: Una enfermedad a tocado a la cristiandad en los últimos tiempos. Una especie de virus que al infectar al creyente destruye su identidad, respeto y compromiso para con la iglesia local y otros creyentes. Muchos creyentes hoy día desconocen la senda del compromiso para con la iglesia local. Las iglesias están llenas de creyentes que asisten a ellas “sin ningún compromiso”, sin ninguna obligación, si tienen ganas asisten por un tiempo y cuando no tengan ganas dejan de asistir sin rendir cuentas a nadie. Muchos creyentes viven durante la semana dando mal testimonio conduciéndose a la manera del mundo como aquellos que no conocen a Dios y luego el fin de semana acuden a los templos a “adorar”. Y el día que se les llame a rendir cuentas de su conducta censurable, se molestan y se van a otra iglesia. No conocen la senda antigua de la autoridad y el compromiso para con la iglesia local. Es necesario que el creyente asuma con total responsabilidad su participación en la iglesia local, congregándose fielmente, rindiendo cuentas de su conducta cuando sea necesario, aprendiendo a cultivar y desarrollar relaciones fraternales en amor y respeto para con todos los creyentes, aprendiendo a reconocer y obedecer a las autoridades, participando de la dinámica de la vida congregacional, no como un invitado, sino, como un miembro pleno de la familia de Dios.
La senda del interés por la salvación de las almas: podría estar equivocado en lo que procedo a afirmar, pero debo decirlo de igual manera, creo que de manera general los creyentes de hoy día demuestran poco interés en la salvación de sus contemporáneos. Me parece que se ha perdido de vista la senda del interés de la salvación de las almas en muchos cristianos, inclusive en iglesias enteras. Creo que eso está reflejado en nuestras oraciones, en nuestra disposición a testificar y evangelizar, en nuestros resultados como evangelistas, y en otros aspectos más de nuestra dinámica de vida cristiana. Creo que es necesario que como cristianos pidamos al Señor que nos muestre con claridad esa senda antigua que se fundamenta en la gran comisión que recibimos. Hay vidas que se pierden, muchos que solo están esperando que alguien se interese en ofrecerles una palabra de esperanza, otros que están esperando la muerte sin saber que hay vida en Jesús, muchos otros que se sienten desechados de Dios sin oportunidad de perdón. No le estoy diciendo que vaya a buscar a aquellos que sienten que no necesitan de Dios; le digo que hay muchos que se sienten necesitados de Dios pero no saben a quien acudir ni cómo buscar el rostro de Dios; hay muchos ancianitos postrados o encerrados en sus casas que nunca acudirán a una iglesia, quizá en otro tiempo no estuvieron dispuestos a escuchar, pero hoy están con necesidad y deseos de escuchar esperando que alguien llegue hasta ellos con el mensaje de vida; hay muchos, niños, jóvenes, hombres y mujeres, ancianos, en fin, ¿Comenzarás a transitar por la senda de la salvación de las almas de aquellos que están a tu alrededor?.
La senda de la cruz y de la negación propia: el Señor jesucristo dijo “...Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (Mat 16:24). El evangelio de estos tiempos modernos habla muy poco de esta senda antigua, por lo que resulta completamente desconocida para muchos creyentes. Pero esta senda es de las más importantes en la vida cristiana. Un creyente que no transite por este camino está literalmente perdiendo toda su vida y su supuesto servicio a Dios. Donde no hay negación propia tampoco hay obediencia a Dios y su palabra. El creyente que no está dispuesto a tomar su cruz cada día no podrá crecer en la gracia. Podrá crecer en conocimiento pero no en la gracia, ni en fe o en confianza para con Dios, tampoco en poder, ni en autoridad contra el maligno. La vida y el poder de la resurrección de Cristo solo se manifiestan en los cuerpos de aquellos que están entregados a muerte por la negación propia y el tomar la cruz al ir en pos del Señor. Esto tiene muy poco que ver con conocimiento, tiene que ver con la disposición a vivir para el Señor mientras se muere para el pecado y el mundo; tiene que ver con la resolución de vivir para Cristo, aunque ello implique la renuncia a acariciadas metas y aspiraciones personales. De todas las veredas y sendas del cristianismo, esta es la menos transitada, y todavía se escucha una voz desde sus adentros que clama:
La senda del interés por la salvación de las almas: podría estar equivocado en lo que procedo a afirmar, pero debo decirlo de igual manera, creo que de manera general los creyentes de hoy día demuestran poco interés en la salvación de sus contemporáneos. Me parece que se ha perdido de vista la senda del interés de la salvación de las almas en muchos cristianos, inclusive en iglesias enteras. Creo que eso está reflejado en nuestras oraciones, en nuestra disposición a testificar y evangelizar, en nuestros resultados como evangelistas, y en otros aspectos más de nuestra dinámica de vida cristiana. Creo que es necesario que como cristianos pidamos al Señor que nos muestre con claridad esa senda antigua que se fundamenta en la gran comisión que recibimos. Hay vidas que se pierden, muchos que solo están esperando que alguien se interese en ofrecerles una palabra de esperanza, otros que están esperando la muerte sin saber que hay vida en Jesús, muchos otros que se sienten desechados de Dios sin oportunidad de perdón. No le estoy diciendo que vaya a buscar a aquellos que sienten que no necesitan de Dios; le digo que hay muchos que se sienten necesitados de Dios pero no saben a quien acudir ni cómo buscar el rostro de Dios; hay muchos ancianitos postrados o encerrados en sus casas que nunca acudirán a una iglesia, quizá en otro tiempo no estuvieron dispuestos a escuchar, pero hoy están con necesidad y deseos de escuchar esperando que alguien llegue hasta ellos con el mensaje de vida; hay muchos, niños, jóvenes, hombres y mujeres, ancianos, en fin, ¿Comenzarás a transitar por la senda de la salvación de las almas de aquellos que están a tu alrededor?.
La senda de la cruz y de la negación propia: el Señor jesucristo dijo “...Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (Mat 16:24). El evangelio de estos tiempos modernos habla muy poco de esta senda antigua, por lo que resulta completamente desconocida para muchos creyentes. Pero esta senda es de las más importantes en la vida cristiana. Un creyente que no transite por este camino está literalmente perdiendo toda su vida y su supuesto servicio a Dios. Donde no hay negación propia tampoco hay obediencia a Dios y su palabra. El creyente que no está dispuesto a tomar su cruz cada día no podrá crecer en la gracia. Podrá crecer en conocimiento pero no en la gracia, ni en fe o en confianza para con Dios, tampoco en poder, ni en autoridad contra el maligno. La vida y el poder de la resurrección de Cristo solo se manifiestan en los cuerpos de aquellos que están entregados a muerte por la negación propia y el tomar la cruz al ir en pos del Señor. Esto tiene muy poco que ver con conocimiento, tiene que ver con la disposición a vivir para el Señor mientras se muere para el pecado y el mundo; tiene que ver con la resolución de vivir para Cristo, aunque ello implique la renuncia a acariciadas metas y aspiraciones personales. De todas las veredas y sendas del cristianismo, esta es la menos transitada, y todavía se escucha una voz desde sus adentros que clama:
“...Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”
Caminemos pues, hermanos, en pos de nuestro Dios, andando por las sendas antiguas y tratando de que nuestra breve estadía por esta vida nos sirva para conocer y mostrar a otros las glorias imperecederas e inmarchitables de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Es lo mejor que podemos hacer con nuestra vida y, además, en ese propósito, dice
En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.