“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”
Juan 17:14-15
Quizá una de las primeras definiciones para un cristiano sea la de que es alguien que ha recibido la palabra de Dios en su vida. “Yo les he dado tu palabra”. Un cristiano es alguien que ha experimentado un encuentro con Dios por medio de su palabra y como resultado de ello han ocurrido una serie de cambios importantes y trascendentes en su vida:
o El nacimiento a una nueva vida (1Pe.1:23)
o Se ha producido un antes y un después de esa experiencia.
o Ha cambiado su posición y su relación con el mundo.
Ser cristiano no consiste en ir al templo cada domingo; aunque los cristianos van al templo cada domingo a adorar a Dios junto a otros creyentes, y recibir en comunión con ellos la palabra de Dios.
Para ser cristiano no hay que leer la Biblia todos los días; pero los cristianos leen a menudo sus Biblias y algunos hasta varias veces en distintos momentos del día.
Ser cristiano no significa invitar a Jesús a que entre en nuestros corazones y perdone nuestros pecados para que podamos ir al cielo; pero todos los cristianos han invitado a Jesús a morar en sus corazones y han reconocido que solo él les puede dar perdón de pecados. Un par de anécdotas reales:
Una adolescente de 16 años decía: “cuando me hice cristiana, todo lo que me dijeron que debía hacer era pedirle a Jesús que entrara en mi vida, y podría ir al cielo. ¿Por qué no? Pensé. ¿Quién no quiere ir al cielo? De modo que lo hice. Pero ahora no lo resisto. Me siento culpable constantemente. Me gusta fumar y acostarme con mi novio. No quiero que nadie me diga lo que tengo que hacer”.
Mickey Cohen era un gangster muy conocido. Cuando asistió a una campaña evangelística, algunos cristianos sinceros hicieron contacto con él, pensando que sería un gran impacto si se convertía. Durante esta reunión Cohen elevó una oración indicando su deseo de ser cristiano e ir al cielo. Salieron de la campaña entusiasmados porque este famoso ladrón había orado aceptando a Cristo. Después, cuando hablaron con él para que cambiara su estilo de vida, rechazó enfáticamente la idea. Si había atletas cristianos, negociantes cristianos, escritores cristianos, ¿porqué no podía haber gangster cristianos?
El rey Salomón dijo que una oportunidad se propuso dar rienda suelta a los antojos de su corazón tratando de mantener sabiduría y la necedad en su vida para ver que resultaba de ello. El resultado fue su propia degradación y ruina moral. Muchas personas dentro de nuestras iglesias piensan que se pueden ser llamados cristianos solo por el hecho de que han realizado una oración y han adoptado algunas prácticas evangélicas en su vida. La población mundial actual se estima en poco más de 6000 millones de habitantes. Sorprende ver que por lo menos la tercera parte (2000-2100) millones de personas se denominan cristianas. Siendo el cristianismo la religión con mayor numero de creyentes a nivel mundial. ¿Quiénes están entre esos 2100 millones de cristianos? Católicos, Testigos de Jehová, Mormones, Solo Jesús, Adventistas, Luteranos, etc.
Si la tercera parte de los habitantes fuesen en verdad cristianos una realidad completamente distinta sería la que el mundo presenciaría.
No se puede ser cristiano sin creer en la divinidad de Jesucristo; sin aceptar la realidad del pecado y sus consecuencias tal como lo plantea la Escritura; no se puede ser cristiano mientras simultáneamente se practica la inmoralidad como estilo de vida; no se puede ser cristiano mientras que las palabras de Cristo no tienen valor alguno para la vida diaria personal.
Por un lado no hay nada más universal e incluyente que el mensaje del Evangelio, el cual dice:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados…y hallaréis descanso para vuestras almas”, o cuando dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”;
Por otra parte, ningún mensaje es tan determinante y confrontador como el mensaje del evangelio:
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mis discípulo. Y el que no lleva su propia cruz y viene en pos de mí, no puede ser mis discípulo” (Lc.14:26-27)
El mensaje del evangelio es un desafío que inicia en el reconocimiento de que necesitamos de Dios (perdón de pecados y restauración), pero que además requiere valor (ausencia de cobardía), perseverancia (convicciones sostenidas en el tiempo) y humildad (depender de la suficiencia que procede de Dios) para ir en pos de la vida significativa y plena que Dios quiere que llevemos.
¿Qué significa ser cristiano?
Ser cristiano es hacer de Jesús el centro de nuestra vida
El Juez de todas nuestras decisiones
El fin último y principal de nuestros motivos
Es hacer a Jesús partícipe y director de todos nuestros asuntos
Los asuntos de nuestra vida pública y privada. (¿Qué haría Jesús?)
Ser cristiano es entender que lo importante no es cómo vemos nosotros la vida, o qué opinamos de nuestra vida, sino, cómo ve Dios la vida y qué opina Dios de nuestra vida. Ser cristiano es negarnos a vivir a nuestra manera y aparente conveniencia, para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios (1Pe.4:2).
Nuestra mayor necesidad como cristianos es aprender a vivir dentro de la voluntad de Dios, vivir bajo la protección de los límites de la voluntad de Dios; experimentar la libertad y seguridad que brinda el andar en la voluntad de Dios en la vida diaria. Muchas de nuestras tensiones y frustraciones se producen por nuestra incapacidad de entender y aceptar que sólo en la voluntad de Dios para nuestras vidas está la plenitud de vida que deseamos. Su voluntad es nuestra santificación (1Tes.4:3); es buena, agradable y perfecta (Rom.12:2); es que llevemos mucho fruto (Jn.15:8); que vivamos una vida caracterizada por la gratitud a Dios por sobre todas las cosas (1Tes.5:18), y aún, a veces, incluye una dosis de padecimientos (1Pe.3:17; 4:19)
Pero estando rodeados de un mundo y una sociedad plagada por el pecado y que promueve en todos los ámbitos un estilo de vida marcadamente materialista, ajeno y opuesto a los valores de reino de Dios, no es extraño que el cristiano con frecuencia se encuentre en una tensión y lucha interior por el establecimiento de los principios de la palabra de Dios en su vida y la forma como estos chocan y contradicen con los principios que imperan en el mundo en que vivimos. El Señor Jesucristo dijo:
“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció”
Inevitablemente se produce un choque, un conflicto entre todo aquel que se hace cristiano y el mundo al que antes pertenecía. Es el choque entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal; entre el reino de Dios, al cual el creyente ahora pertenece, y el reino de este mundo, dirigido por Satanás y que promueve los valores pecaminosos. No se requiere de fanatismo para ser participante de esta contienda espiritual, solo se requiere sinceridad y actuar consecuentemente con nuestra fe, entonces, inevitablemente estaremos participando en esta lucha, la cual por demás, está ganada de antemano, y por la cual se nos premiará en presencia de nuestro Señor y Salvador.
“…el mundo los aborreció, porque no son del mundo”
Un cristiano es alguien que tiene muy clara su identidad personal. Es alguien que sabe que ha dejado de pertenecer a este mundo. En muchos sentidos el cristiano ya no se identifica con los valores que imperan en la sociedad. Viene a ser una persona que navega contracorriente en el mar de la vida. Esto despierta admiración en muchas personas pero en otras muchas despierta molestias y odios:
“A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos” (1Pe.4:4-5)
Por otra parte, el mundo se está literalmente hundiendo en su miseria y lamentable condición y nadie, absolutamente nadie, tiene la solución para detener el avasallante avance del mal en nuestra sociedad. Solo permanece firme la bendita palabra del Evangelio, poderosa para salvar a todo aquel que cree; segura y firme ancla del alma que puede ofrecer salvación y destino seguro a todos los que se aferran a ella. En medio de la oscuridad creciente de este mundo aún resuena la voz del Señor Jesucristo anunciando:
“Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Jn.12:46)
Los que hemos visto la luz, debemos caminar hacia ella y no apartar nuestra mirada de ella. Caminemos en luz hacia la luz. Aunque nos hiera con su resplandor, hemos sido llamados a andar en luz (Ef.5:8). Actuemos como cristianos en nuestros hogares, en nuestros lugares de estudio o de trabajo; actuemos como cristianos en todas nuestras relaciones. Somos cristianos no por venir al templo, sino por actuar en conformidad con las palabras y enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Tenemos que permitir que la palabra de Dios alumbre cada área de nuestra vida. Solo así tendremos evidencia de que en verdad le hemos conocido. Tenemos que permitir que la gracia de Dios impregne nuestro pensamiento, santifique nuestras relaciones, corrija lo torcido en nuestras vidas, alumbre nuestros ojos y corazón. He encontrado que necesito aprender a vivir como un verdadero cristiano en casi todas las áreas de mi vida y he tenido que pedir ayuda a Dios para ser la persona que Dios desea que sea y aún no he alcanzado, pero continuo intentando y permitiendo que su ayuda obre la diferencia en mi vida como creyente, como esposo, como padre, como hijo, como profesional, como ciudadano, como miembro de la congregación, como servidor de Cristo en medio de la iglesia, en casi todas las áreas descubro que aún no estoy a la altura del llamado y de la voluntad de Dios, pero continúo caminando hacia la luz, renunciando a las tinieblas, rechazando y reprendiendo su influencia pecaminosa, y recibiendo cada día ayuda de lo alto para vivir una vida diferente para la gloria de Dios.
“…no ruego que los quietes del mundo, sino que los guardes del mal”
Asumamos con valentía nuestra posición de cristianos ante esta sociedad en la cual vivimos. No podemos aislarnos del mundo, no podemos ni debemos recluirnos en un encierro religioso para no contaminarnos con el mundo. La Iglesia tiene su lugar en el mundo aunque no pertenezca a el. Alguien escribió:
Yo sencillamente lucho porque se levante otra vez la cruz en el centro del mercado
Y que no solo se deje en la torre de la iglesia.
Estoy redescubriendo la verdad de que Jesús no fue crucificado en la catedral entre dos candelabros
Sino en una cruz entre dos ladrones en el basurero de la ciudad
En un cruce de caminos tan cosmopolita que tuvieron que escribir su nombre en latín, hebreo y griego.
Un lugar en el que los cínicos dicen indecencias, los hombres maldicen, y los soldados juegan;
Porque fue en ella donde él murió y la razón de su muerte.
Y es allí donde los cristianos deberían estar y por lo que deberían luchar.
(George McLeod)
Como cristianos tenemos que encontrar nuestro lugar en el mundo de acuerdo con los planes y propósitos de nuestro Dios. Existe un lugar determinado donde cada uno de nosotros debe librar la batalla como cristiano para la gloria de Dios. El Señor pidió no que fuésemos quitados del mundo, sino que fuésemos guardados del mal. Y debemos tener en claro que debemos conducirnos como cristianos y no de otra forma.
Pienso que a menudo fallamos en dos formas: fallamos al considerar el mundo secular como el propósito y razón de vida (haciendo del trabajo, el dinero, los valores terrenales el centro de nuestra vida) o fallamos al no encontrar la manera adecuada de impactar el mundo llevando una vida cristocéntrica. Los vacíos y espacios donde la iglesia por medio de la vida de sus miembros no ha llegado habla de esto: las universidades esperan por un movimiento dinámico de la juventud cristiana, mientras este no llega los movimientos políticos toman el protagonismo; la radio y la televisión continúan siendo un espacio casi exclusivamente secular ante la ausencia de la iglesia; los periódicos locales y otros espacios cívicos nos dicen que hay mucho por hacer, mucho por tocar, mucho por impactar, mucho por lo cual orar y emprender. No es solo en el templo donde se debe llevar a cabo la labor evangelizadora, pero para ello debemos ser primeramente nosotros tratados y enseñados por Dios.
Busquemos decididamente vivir dentro de la voluntad de Dios. Obedezcamos fielmente toda clara instrucción que recibamos de su palabra. Obedezcamos en fe y humildad toda dirección que creamos que por su Espíritu Santo Dios nos está dando.
No permitamos que las tinieblas del pecado y de la contaminación del mundo oscurezcan nuestra vida como hijos de Dios. Reconozcamos nuestros pecados ante Dios y apartémonos de ellos. Si tenemos dificultad para apartarnos de algún pecado en particular busquemos ayuda, pero de ninguna manera permitamos que eso se quede enclavado en nuestra vida. La voluntad de Dios es que, como cristianos, andemos en luz y que no participemos en modo alguno de las obras de las tinieblas (Ef.5:11) ni permitamos que estas tengan cabida alguna en nosotros.
Vivamos para Dios con valor, libertad y grandes expectativas, Dios hará grandes cosas por medio de nosotros en este mundo si vivimos como verdaderos cristianos en él.
La vida cristiana, lejos de ser un estrecho formato o una camisa de fuerza como estilo de vida, es, al contrario, una oportunidad inédita, maravillosa e insospechada de vivir original, creativa y espontáneamente para Dios. Viva usted para Dios y haga lo que quiera, viva usted para Dios y cuídese de no manchar sus vestiduras en el lodo del mundo; Joven vive para Dios y decídete a emprender grandes cosas para él; hermano y hermana que mereces respeto por tu edad y las canas que adornan tu cabeza, vive tu también para Dios y eleva grandes peticiones en esperanza y fe ante aquel para quien no hay nada imposible de hacer; hermanos, vivamos para Dios en verdad que la recompensa no tardará en llegar. Ojo no vio, ni oído escuchó, ni corazón alguno ha imaginado las cosas que Dios ha preparado para los que le aman, vivamos para Dios con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro aliento, con todos nuestros sueños, con todo nuestro ser, solo así llegaremos a ser todo aquello que él quiere y espera que seamos.
Antonio Vicuña
Febrero de 2010
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