lunes, 5 de abril de 2010

EN EL PODER DE SU RESURRECCIÓN


   “¡Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos!” (1Cor.15:20) Y con ello ha quedado sellada y demostrada su victoria sobre el pecado, en todas sus manifestaciones; sobre el mundo y todo su poderío e influencia; y sobre Satanás y todo su séquito de demonios. Cristo ha resucitado y por ello se hace posible que sus virtudes y beneficios nos sean aplicados a todos los que por medio de la fe nos relacionamos de manera viva y real con Dios.

   En esta oportunidad quiero invitarle a considerar la resurrección de Cristo en relación con su propia vida. Deseo y espero que Dios nos ayude a mirar la resurrección de Jesucristo nuestro Salvador desde una óptica más personal y trascendente en nuestra experiencia de fe.

   Una cosa es el hecho histórico glorioso y sin precedentes de la resurrección de Jesucristo, del cual se habla con marcado énfasis en todo el Nuevo Testamento, y que constituye uno de los fundamentos principales del mensaje del Evangelio. No es verdadero evangelio aquel que no descansa en la muerte y resurrección de Cristo. Si no hay resurrección la proclama del cristianismo es digna de lastima y del escarnio y la burla de todos los hombres; sin embargo, el hecho real es que Jesucristo resucitó, y las pruebas y evidencias de ello están al alcance de todo aquel que sin prejuicios desee examinar tal suceso histórico. Pero en esta oportunidad quiero que dirijamos nuestra atención a ese otro aspecto de la resurrección de Cristo que está directamente relacionado con la vida diaria del creyente y su caminar de fe; aspecto al que insistentemente las escrituras del Nuevo Testamento hacen referencia presentándolo como base de nuestra vida diaria. Por ejemplo, veamos los siguientes pasajes de la Escritura:

…a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva
(Rom.6:4)

Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios
(Rom.7:4)

Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos
(2Cor.5:15)

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios
(Col.3:1)

…estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos
(Fil.3:8-11)

   De manera que la resurrección de Cristo lejos de ser un asunto de orden teológico y de opiniones religiosas es un hecho que nos debe confrontar con la más franca realidad en nuestras vidas ¿Estamos viviendo en el poder de su resurrección? ¿Estamos experimentando la victoria de su resurrección en la batalla contra los apetitos carnales? Pero esto no es hablar en sentido figurado y espiritualizado de la resurrección del Señor, quisiera que ninguno lo vea así porque verdaderamente en esto consiste la vida cristiana: en vivir la vida diaria en el poder de su resurrección, en el poder de su victoria, en el poder del Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Cristo Jesús.

   No se cuál es su experiencia, pero mis mayores luchas como cristiano no son de orden teológico sino de orden práctico; no son relacionadas con el creer correctamente, sino con el vivir santamente; no son relacionadas con el comprender la doctrina sino con el vivir la doctrina, y, sospecho que en la mayoría, esa es la experiencia que prevalece; y lo que deseo comunicarle en esta oportunidad es que esas experiencias están relacionadas con la manera como experimentamos y nos apropiamos de la resurrección de Cristo en nuestra vida diaria.

   El hecho consumado es que nuestro Señor Jesucristo ha resucitado, ha vencido sobre el poder de la muerte y ha destruido su temible imperio; ha destruido así mismo el poder del pecado; ha despojado a Satanás y sus principados del derecho de ejercer autoridad sobre nuestras vidas; ha inaugurado con su resurrección una nueva era en la que los creyentes habilitados por el espíritu Santo pueden vivir en victoria continua y creciente para la gloria de Dios…Pero algo sucede a menudo, algo se interpone entre ese caudal inmenso de poder y bendiciones y la realidad que disfrutamos y evidenciamos en el día a día. La gran mayoría de nosotros vivimos por debajo de nuestro potencial como cristianos. En algún punto hemos perdido la conexión, hemos dejado de vivir en la resurrección y hemos perdido vitalidad, y hasta el deseo de vivir en plenitud de vida. ¿La razón? Puede variar en cada caso, pero el resultado es el mismo en todos, se ha perdido la energía y el poder de la resurrección de nuestro Señor en la vida diaria.

   Pablo nos dice que uno de sus mayores motivos en su vivir es el experimentar el poder de su resurrección en la vida diaria. Se trata del poder de la nueva vida, aquella que está libre de las esclavitud del pecado; de aquella que se deleita y regocija en Dios a la par que detesta y aborrece toda insinuación de maldad e impureza; aquella que se renueva en Dios constantemente aunque enfrente serias dificultades. Es como si Pablo nos dijese cuál es su secreto para vivir como vivía: un constante buscar que su vida se manifestase el poder de la resurrección de Cristo.

   Algo de esto creo que está presente en sus palabras cuando dice:

…llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos…siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal
(2Cor. 4:10-11)

   De manera que, uno de las condiciones para que el poder de su resurrección se manifieste en nosotros, es dar lugar a la muerte. Consentir en la muerte de todas aquellas cosas que nos tienden a separar de Dios, no afuera, sino, en nuestros corazones. Porque las cosas que nos separan de Dios no lo hacen desde afuera, la separación se produce dentro de nosotros; el problema no es el trabajo sino lo que significa ese trabajo para nosotros; no es la computadora sino los vicios que dominan mi voluntad y encuentran satisfacción por ese medio; no es mi mal carácter, sino las razones y motivos que me tornan irascible y amargo contra quienes me rodean; casi siempre el problema no está afuera de nosotros sino en nosotros. El creyente puede estar rodeado de las peores condiciones morales y espirituales y aún así puede vivir en victoria y pureza para su Señor. A la iglesia de Pérgamo el Señor le dijo “Yo conozco tus obras, y donde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe” (Ap.2:13).

   ¿Queremos el poder de su resurrección actuando en nosotros? entonces tenemos que permitir que la muerte tenga primero su obra en nosotros. Debemos entregarnos a muerte por causa de Jesús en la vida diaria antes de poder ver plenamente el poder de su resurrección en nosotros. A muchos esto les asusta e inquieta, por mucho tiempo una parte de mí se resistía ante este hecho, veía el principio pero no lo veía a él, entendía el principio bíblico pero lo encontraba a él. Pensaba que era por mi fuerza y tenacidad, por eso temía, sabía de mis debilidades y flaquezas, pero no entendía que era por el poder de su resurrección, mi parte era morir, consentir en la muerte, su parte era darme vida, impartir en mí del poder de su resurrección. A veces queremos el poder de su resurrección por adelantado antes de la experiencia de la renuncia y la muerte, pero no obra así; primero viene la renuncia y el participar de la muerte y luego vendrá la resurrección. Primero es la experiencia de debilidad e impotencia y el reconocimiento de nuestros fracasos, y luego viene la experiencia del poder de su resurrección y la experiencia de su victoria en nosotros.

   Le invito a considerar un texto que se encuentra en el libro del profeta Oseas que hace mención a la experiencia de resurrección:

Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él. Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra
(Oseas 6:1-3)

   Todo comienza en un volver a Dios, a lo largo de la vida cristiana es probable que nos encontremos en muchas ocasiones con esta necesidad de volvernos a Dios. De volvernos a él porque estamos en una situación de pecado; o porque perdimos el rumbo en nuestro caminar de fe; o porque estamos heridos por la vida y las circunstancias; y en ese volver tenemos una certeza, la certeza de que Dios nos puede curar, nos puede vendar, y más aún, nos puede dar vida, nos puede resucitar. Quizá no suceda en el primer día, quizá tampoco suceda el segundo; pero con toda seguridad sucederá al tercer día. Dios no hace sus obras con apuros ni urgencias a diferencia de nosotros.

   ¿Estamos necesitados del poder de su resurrección en un área específica de nuestro vivir?

   Debemos volvernos a Dios y esperar, esperar que coloque sus vendas sobre nosotros, aunque sean las vendas de la muerte; y esperar la llegada del tercer día, del día de resurrección; con toda seguridad llegará, puesto que Dios no desecha para siempre ni deja de cumplir sus palabras.

Como el alba está dispuesta su salida

   La versión internacional lo expresa así:

Tan cierto como que sale el sol, él habrá de manifestarse

   Tal es la seguridad que se nos ofrece, al tercer día nos resucitará, tan seguro como la salida del sol. Hoy puede que esté en la noche de muerte en una lucha contra el pecado, hoy puede que esté herido y maltratado por haber vivido alejado del Señor, pero tan cierto como que sale el sol, él mismo habrá de manifestarse y me levantará en vida nueva con su poder, al tercer día me resucitará para gloria de su nombre.

…vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra

   No se trata de en qué etapa de la vida nos encontramos, no es eso lo que realmente importa, lo que importa es que el ha prometido venir a nosotros ya sea en la estación temprana o ya sea en la estación tardía, ya sea en nuestra juventud o ya sea en nuestra vejez, ya sea en el tiempo cuando tenemos todo por delante o cuando parece que todo ha quedado atrás, él quiere visitarnos con su lluvia y el poder de su resurrección. ¿Sabe que significa “resurrección”? El vocablo griego traducido por “resurrección” es un término que significa literalmente “pararse de nuevo”, “recobrar o recuperar la verdad”.

   Es tiempo de que permitamos que el Señor nuestro Dios nos comunique del poder de su resurrección en nuestra vida diaria; es tiempo de que nos volvamos a Dios y nos paremos de nuevo como cristianos llenos del Espíritu Santo y hagamos frente al pecado y consintamos en nuestra muerte al viejo hombre para que la vida y poder del nuevo se manifiesten en nosotros. Es tiempo de que creamos firmemente en las promesas de nuestro Dios, especialmente aquellas que tienen que ver con nuestra resurrección en sus manos y con el derramamiento de sus gracias en nosotros.

   Que más temprano que tarde nos convenzamos todos de la necesidad de consentir en la muerte de aquello que en nosotros se levanta y se opone a la voluntad de Dios y que nuestro Señor nos ayude a vivir en el poder de su resurrección en cada área de nuestra vida para gloria y honra de su santo nombre.

Antonio Vicuña
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4 comentarios:

  1. Muchas gracias hermano. Que el Señor te bendiga.

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  2. Exelente la explicacion,que importante decidir a morir al pecado,para dar lugar al poder de la resurreccion y andemos en vida nueva .

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  3. Excelente reflexión! Muchas gracias!

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  4. Muy buena la reflexión gracias querido hermano

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