Con el deseo y esperanza de comunicar algo que pueda resultar en ayuda y edificación para algún corazón necesitado de aquellas cosas que sólo la palabra de Dios puede ofrecer...
martes, 9 de marzo de 2010
APROXIMACIÓN A LA FE DESDE UNA PERSPECTIVA BÍBLICA
Todo el mundo parece saber lo que es la fe y cual es su resultado. Algunas personas proclaman que todos los hombres tienen fe independientemente de si creen en Dios o no; para ellos la fe es simplemente la confianza que alguien deposita sobre "algo" sin importar lo que ese algo sea; desde este punto de vista demuestran tener fe el político que augura un crecimiento de la economía y pide a los ciudadanos que depositen su confianza en él; el brujo que realiza sus invocaciones sobre aquellos que acuden a su lugar de oscuridad espiritual; el educador que instruye a las generaciones del mañana; el médico que prescribe un tratamiento; los estadistas que proponen los lineamientos estratégicos para las naciones; el borracho que se aferra al poste para no caerse en medio de su falta de equilibrio producto de su ingesta de alcohol; el promiscuo que usa un preservativo para evitar el contagio de una enfermedad venérea o el sida; el deshonesto que encubre su fechoría esperando no ser descubierto, etc, pero, ¿es eso fe?, ¿podemos con propiedad llamar fe a esa simple y llana confianza?
El diccionario de la RAE entre sus múltiples acepciones para la palabra fe, la cual traducen del latín, define la misma como “confianza, el buen concepto que se tiene de alguien o de algo”. Sin embargo, ese tipo de fe, si consentimos en llamarla así, es completamente diferente de aquella que nos puede relacionar con Dios y ayudarnos en nuestro crecimiento como cristianos.
La palabra fe en la Biblia, específicamente en el nuevo testamento, proviene del griego “Pistis” y, de acuerdo con el “Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento”,significa principalmente: “firme persuasión, convicción basada en lo oído”, y esta palabra en la biblia siempre es usada para referirse a la fe en Dios o en Cristo o a las cosas espirituales. De manera que la fe, bíblicamente hablando, está inquebrantablemente unida a Dios en la persona de Jesucristo: “...creéis en Dios, creed también en mí” (Jn.14:1); “...el que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn.14:9); “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El confiesa al Hijo, tiene también al Padre” (1Jn.2:23).
Veamos a continuación algunas consideraciones acerca de la fe bíblica:
1.- Nadie puede creer a menos que Dios se lo conceda.( Jn.6:44; 6:65).
Como anteriormente mencionamos, la fe nos relaciona con Dios y con su hijo Jesucristo, pero además es necesario que reconozcamos este hecho: la fe procede de Dios quien la imparte en el corazón humano por su gracia y bondad por medio de la operación de su Santo Espíritu. Por ello es que usted podrá encontrarse con personas hundidas en una vida autodestructiva pero que no pueden creer; personas convencidas mentalmente pero no pueden creer; personas que aunque parecen estar cerca de creer “siempre están aprendiendo y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad”(2 Tim.3:7). Por esto mismo es que los orgullosos, altivos y soberbios, nunca conocerán a Dios.(Sal.138:6).
2.- Lo que no es la fe bíblica.
Una persona puede poseer una actitud de optimismo, esperanza y confianza permanente y sincera, y, no obstante, eso no le hace una persona de fe bíblicamente hablando, ni en algo le ayuda a conocer a Dios tan buenas actitudes. Usted de seguro conoce a esas maravillosas personas que animan a todos, sonríen, y contagian con su entusiasmo, preferibles casi siempre a aquellas que te desalientan y preocupan; son esas personas optimistas y con una actitud positiva ante la vida. A veces nos referimos a ellas con la expresión “esa es una persona de fe, lastima que no cree en Dios”, pero eso es un absurdo. Otra expresión que se oye a menudo es “lo engañaron en su buena fe”; el chapulín colorado lo diría: “se aprovechan de mi nobleza” y se utiliza para expresar el abuso que sufrió alguno a manos de otro por su ingenuidad o tal vez por su confiada disposición. Son esas personas ingenuas, crédulas, que no tienen malicia ni recelos o sospechas de otros, que confían en la bondad humana, que no merecen los abusos de que son objeto por su generosa actitud; pero eso no es fe y si todavía se insiste en llamar así, tendría que decir que es un tipo de fe inútil para proporcionar vida; es una fe que nace del corazón humano; es una fe que se basa en expectativas meramente humanas y por tanto ha de ser frecuentemente defraudada.
La falacia del “cheque en blanco” de algunos grupos cristianos no es verdadera fe. Desde hace cierto tiempo algunos predicadores han vendido la idea de que la fe tiene que ver con dinero o con un pensamiento que usted tiene que visualizar antes de que se materialice. La fe no tiene que ver con nada de eso de incubar y traer del mundo espiritual al mundo material; la fe no tiene que ver con todo ese mercantilismo obsceno de “pacta con Dios” con el abuso del texto “siembra para que recibas”, sin tomar en consideración el carácter y la condición espiritual de la persona. Como les gusta a estos predicadores aquel texto que dice “abre tu boca que yo la llenaré” (Sal.81:10). Pero, la fe no es ningún cheque; Dios no es banquero; el Espíritu Santo no es cajero ni dispensador de dinero; Cristo Jesús no es fiador de bienes terrenales sino de “fiador de un mejor pacto” (He. 7:22).
La negación de la realidad no es fe. Muchos cristianos viven bajo la premisa de que no deben admitir ni confesar con sus labios los problemas y dificultades que enfrentan, pues piensan que si hacen eso estarían obrando como hombres sin fe, por ello viven en una "ilusión de fe" negando constantemente la realidad que enfrentan. Pregúntele usted a Jesús en Getsemaní ¿Maestro como estás, cómo te sientes? Le sorprenderá que no le dirá "en victoria, excelente", el dijo: “triste hasta la muerte” (Mt.26:37-39); o recuerde cuando habló sobre su muerte con sus discípulos (Lc.12:50), les dijo: “…de un bautizo tengo que ser bautizado, y cómo me angustio hasta que se cumpla”. (Mt.16:21-23) Recuerde también aquel tiempo cuando “...comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”. Pedro actuó como esos hermanos que nos dicen ¡¡No diga eso, declárese en victoria!! Jesús va a la muerte en Jerusalén y afronta su destino, eso es un ejemplo de cómo actuar en fe; Pablo va a predicar a pesar de que tiene los ojos severamente afectados por una enfermedad, eso es fe; Timoteo continúa con su labor pastoral a pesar de que su estomago parece colapsar por sus frecuentes enfermedades, eso es fe; los ancianos de las iglesias oran y ungen con aceite a los enfermos en obediencia a la palabra de Dios esperando que estos sanen, eso es fe; una terrible hambruna ha azotado a un grupo de hermanos, la Escritura no dice que los hermanos proclamaron la palabra de prosperidad, pero si dice que reunieron una esforzada ofrenda para socorrer a los hermanos en su necesidad, eso es fe.
3.- Lo que es la fe bíblica.
La fe es un regalo de Dios(Rom.12:3); es un fruto del Espíritu Santo(Gal.5:22); es una cualidad espiritual que sólo los creyentes poseen y que nace de Dios y de su Espíritu. “Auméntanos la fe” dijeron los discípulos a Jesús quien respondió: “si tuvieres fe como un grano de mostaza...”; A una mujer en necesidad le dijo: “oh mujer grande es tu fe”; a un hombre extranjero que en medio de un gran apuro pidió su ayuda, le dijo: “ni aun en Israel he hallado tanta fe”, que elogio tan maravilloso siendo que viene del Señor mismo, el autor y consumador de la fe (He.12:2).
La fe bíblica descansa en Jesucristo, en la bendita cruz de Cristo que ya no es emblema de maldición sino de salvación, de amor, de esperanza, de poder, de oportunidad, de reconciliación; emblema de la gracia de Dios.
La fe bíblica glorifica a Dios: la Escritura dice “creyó Abraham a Dios y fue declarado justo” (Gal.3:6). La fe bíblica agrada a Dios; le honra; es motivo para su alabanza; pero es, a todas cuentas una fe profundamente personal, que surge del hecho de conocer a Dios; de ese encuentro que tiene el alma con Dios que le lleva a confiar y creer, a maravillarse y gozarse en la fidelidad y el amor de Dios. La fe no es mera fe en el hombre o en las palabras del hombre, no es esa presuntuosa confianza que“reclama" promesas ante Dios; la fe no descansa en algo que usted y yo podamos decir, repetir, proclamar, o hacer; la fe descansa en Dios y sus atributos, especialmente en la fidelidad de Dios: “ Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”(He.10:23)
4.- La relación entre las palabras y la fe (Stg 2:14-17)
Hoy se escucha a menudo “sus palabras tienen poder”; desde que los metafísicos comenzaron con ese slogan, generación a generación lo repite, tanto, que ya casi todo el mundo lo cree, inclusive muchos creyentes afirman cosas similares: confiésalo y recíbelo; lo que pronuncias con tus palabras desencadena un poder en el mundo espiritual que luego se cristaliza en el mundo material; usted con sus palabras crea la presencia de Dios; bla,bla,bla... Pero ¿escuchó usted a Jesús decir eso? ¿acaso a los apóstoles? Ciertamente las palabras son importantes pero no en el sentido en que estos "maestros" lo dicen. Las palabras son un vehículo para expresar nuestras convicciones y pensamientos; nuestras ideas y consideraciones; sirven para expresar nuestra fe, pero carecen de poder creador sobrenatural. Sólo la Palabra del Dios eterno es Palabra de poder, y sólo su Palabra ordena, decreta e influye activamente sobre las circunstancias y el destino de los hombres. Entonces, se preguntará alguno, ¿no hay diferencia entre las palabras pronunciadas por un creyente y las pronunciadas por un no creyente? Toda la diferencia posible, porque las una brotan de un alma que ha conocido la luz mientras que las otras brotan de un alma en tinieblas; unas brotan de un corazón lavado de su anterior inmundicia mientras que las otras proceden de un corazón que permanece manchado por la malicia, la envidia y el pecado; las unas brotan de un alma que ha comenzado a conocer a Dios mientras que las otras brotan de uno que aún no le conoce en lo absoluto. Pero no hay tal diferencia en mis palabras como creyente por el sólo hecho de ser creyente, “hijo del Rey”, “hijo de Abraham”, “corregente del reino”, “ungido de Dios”, “diosito”, etc. Las palabras de un creyente de fe son diferentes porque surgen de un conocimiento real e intimo de Dios, surgen de una convicción forjada en el crisol de la comunión y el trato con Dios.
Existe algo más importante que el hablar y que precede y determina la realidad de nuestras palabras: el creer. La escritura dice: “creí, por lo cual hablé” (2Cor.4:13). Muchas personas hablan sin creer, hablan como supersticiosos esperando que algo suceda como resultado de su confesión. Pero el creyente que habla en fe lo hace como resultado de la seguridad y confianza que ya ha encontrado en Dios a quien conoce y ama y de quien recibe también compañía y amor.
5.- Creyentes de poca fe (Mt.8:23-27).
La fe no es estática; es como una planta que requiere ser cultivada que, en condiciones favorables e ideales, tendrá su crecimiento y fructificará en el creyente. Pero no sucede lo ideal con todos; la Escritura contiene diversos episodios de creyentes que demostraron tener poca o ninguna fe: Pedro al caminar sobre las aguas; los discípulos con el joven endemoniado; los discípulos en medio de la tormenta. Tomemos este último ejemplo. Los discípulos en medio de la barca dudan y temen, Jesús los llamaría luego hombres de poca fe; ¿Porqué ellos dudan y temen? Ya han visto ha su Señor realizar diferentes milagros y Jesús está con ellos; sin embargo dudan porque quizá piensan que una cosa es sanar a los enfermos y otra cosa muy diferente es salir ilesos de un mar embravecido y rugiente que amenaza con devorarlos. Así hay creyentes hoy día; creyentes que piensan y creen que Dios les ayuda en las cosas pequeñas, pero, para asuntos y situaciones más grandes, dudan que Dios les pueda ayudar. Creen que Dios puede proveer 100.000 pero dudan de que Dios les provea 10.000.000, etc. Creen que Dios puede convertir a las personas que vienen al templo, pero dudan de que Dios toque y quebrante el corazón duro, insolente y renuente de su esposo, o hijo, o de un amigo que vive de espaldas a Dios. Si tienen un dolor de cabeza oran con fe porque Dios lo quite, pero si diagnostican un problema de salud serio se echan a morir en el desaliento y el temor.
Lamentablemente muchos creyentes de hoy también manifestamos poca fe al enfrentar problemas y adversidades; al no orar por los problemas; al no congregarnos como deberíamos; al no creer en las obras poderosas de Dios a favor nuestro; al no creer que nuestro Señor Jesucristo puede regresar en cualquier momento; al vivir llenos de todo menos del Espíritu santo de Dios; demostramos poca fe cuando las personas que viven a nuestro alrededor claman por ayuda y somos incapaces e inútiles para ayudarles en su necesidad.
6.- “¿Cuando venga el Hijo del hombre hallará fe en la tierra?” (Lc. 18:8)
Cuando nuestro Señor Jesucristo regrese por su iglesia la fe de todos será puesta en evidencia, en el sentido de que quizá la respuesta de algunos a la venida del Señor será algo así como: "Señor llegaste y yo estaba esperando un nuevo trabajo; Señor llegaste y estaba esperando aquel dinero para arreglar la casa; Señor llegaste y estaba esperando el matrimonio de mis hijos; Señor llegaste y estaba esperando graduarme de...; Señor llegaste y estaba esperando disfrutar de la vida..." Me temo que muchos cristianos serán llevados como el niño que no quiere dejar sus juguetes para ir a saludar a su papá que ha llegado. Pero cuántos le dirán: Señor llegaste, y te estaba esperando, sabía que no tardarías mucho, Señor y Dios mío al fin regresaste por mi, gracias Señor.
7.- Viva una vida de fe
- Aguardando la manifestación y venida de Nuestro Señor Jesucristo. No estamos en verdadera fe cuando no aguardamos por su venida.
- Perseverando en las Escrituras, la oración, y el congregarse. No es verdadera fe aquella que no se relaciona con Dios por medio de las Escrituras, la oración y el congregarse fielmente.
- Haciendo todas las cosas con la conciencia de que a Dios dará cuentas. La vida de fe consiste en tener conciencia de que todo cuanto hagamos podemos hacerlo para la gloria de Dios, buscando honrar su nombre, tratando de que su propósito y voluntad se cumplan en nosotros para gloria de Su Nombre, y salvación de los que nos rodean.
- Llevando una vida santa y diferente a como viven las personas que no conocen a Dios. La fe que honra a Dios no es la que nos permite vivir como viven las personas que no conocen ni aman a Dios; la fe que honra a Dios es la que nos permite vivir con un estilo de vida diferente al propuesto por el mundo y la sociedad en la que vivimos; la que nos permite vivir en pos de valores imperecederos, valores eternos, en pos de riquezas que no pueden ser robadas, que no se marchitan ni envejecen.
- Buscando llevar cada vez más y más fruto para Dios. La vida de fe es como la de un buen árbol frutal. Llevemos fruto para quienes nos rodean, para nuestra familia, para la Iglesia.......
- Abraham fue llamado amigo de Dios. Decídase a vivir una vida de fe para que, al igual que Abraham, usted también sea amigo de Dios. La vida de fe es una vida, no tanto de proclamar y declarar, es una vida de amistad e intimidad con Dios; una vida de cercanía con Dios; una vida de vulnerabilidad y humildad ante Dios; una vida de descanso en el amor y la fidelidad de Dios.
En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.
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