lunes, 15 de marzo de 2010

AL ENCUENTRO DE AQUÉL

 
Y le buscaban los judíos en la fiesta, y decían: ¿dónde está aquél?
(Juan.7:11)

El Antiguo Testamento y su oferta para el pueblo de Israel
¿Promesas truncadas?

- La tierra de la promesa Canaán como heredad perpetua para Israel.

- El llegar a ser una nación especial sobre las naciones de la tierra.

- El disfrute Nacional de bendiciones extraordinarias bajo el reinado del Mesías.

- Un Rey, del linaje de Abraham y descendiente de David, cuyo dominio será ejercido sobre todas las naciones y cuya duración ha de ser eterna.

Alguien podría decir no es que las promesas que Dios realizó fueron truncadas, sino que no significaban lo que parecía significar, quizá las estaban tomando muy literalmente, y se trataba de asumir su significado espiritual y alegórico, no un significado de cumplimiento literal.

Las promesas de Dios ¿Metáfora o realidad?

- Dios prometió a Abraham un hijo(Gn.15:4), y le dio un hijo real (Gn.21:2).

- Dios prometió a Abraham una tierra como posesión terrenal (no espiritual, ya que espiritualmente Dios le concedió otras cosas) pero no cualquier territorio, es decir, específicamente le concedió la tierra de Canaán, y no el territorio de África, alguna porción de Asia, Europa o cualquier otro territorio; le dio la llamada “tierra de Canaán”(Gn.17:8). Claramente definida en cuanto a sus límites geográficos, los cuales han sido señalados por Dios mismo: “desde el río de Egipto, hasta el río grande el Eufrates” (Gn.15:18).

- Dios dijo a Jacob que no temiera descender a Egipto porque el haría de ellos como familia una nación grande en ese lugar (Gn.46:3).Así sucedió la escritura dice que con Jacob entraron 70 personas a Egipto (Gn.46:27)y, al cabo de 4 generaciones, conducidos por Moisés salieron unos 600.000 hombres sin contar mujeres y niños (Ex.12:37).

- Dios prometió a David que el trono de la nación estaría ocupado siempre por un descendiente suyo (2S.7:16). En los casi 400 años que transcurrieron desde la muerte de David hasta que la nación fue conquistada por los babilonios en el año 586 A.C. el trono siempre estuvo ocupado por un descendiente directo del rey David conforme Dios lo había prometido.

- Dios prometió que del linaje de David, nacería un Rey diferente, un Ungido cuyo reino habría de ser eterno (2S.7:13-14ª; Is.11:1-5).

Lo cierto es que pasaron muchos años (unos 400)desde que el último de los profetas expresara un mensaje profético de parte de Dios para el pueblo de Israel, y cuando Dios se encarnó en la persona de Jesús, los romanos estaban dominando sobre Israel. El hecho de ser oprimidos y dominados por una potencia extranjera no era algo nuevo para Israel: la nación había sido sometida por los extranjeros en diversas oportunidades durante los siglos precedentes a la venida de Cristo. Sin embargo, la expectativa por el cumplimiento de las promesas de Dios no había desaparecido, los evangelios registran la actitud y expectativa que Israel mantenía con relación al tema del Mesías prometido:

La expectativa israelita en relación al Mesías prometido

- Simeón esperaba “la consolación de Israel”(Lc.2:25)

- Ana “...daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén”(Lc.2:38).

- El pueblo al ver a Juan estaba en expectativa preguntándose en sus corazones, si acaso Juan sería el Cristo (Jn.3:15).

- Juan pregunta: “¿eres tú aquel que había de venir o esperaremos a otro?”(Mt.11:3)

- Los judíos ofuscados le exigían: “¿hasta cuando nos turbarás el alma?, si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente” (Jn.10:24).

- El pueblo decía: “¡este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo!(Jn.6:14), y, “El Cristo cuando venga ¿hará más señales que las que este hace? (Jn.7:31)”

- Algunos de sus discípulos después de que Jesús murió, dijeron: “nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel” (Lc.24:21).

Queda pues demostrado que existía en la nación israelita un anhelo profundamente arraigado; una esperanza de una gloria nacional de origen divino; una certeza de que habría de manifestarse en un momento determinado el Cristo; el Mesías de Israel; el anunciado por Moisés y todos los profetas.

Que la nación israelita creía en la venida inminente del Mesías prometido es algo fuera de discusión, pero que Jesús de Nazaret era en quien se cumplían todos los anuncios proféticos, ya eso era algo que la mayoría no estaba dispuesta a aceptar, y ello por diversas razones:

- “Cuando venga el Cristo nadie sabrá de donde sea” (Jn.7:27).

- ¿De Nazaret puede salir algo bueno? (Jn.1:46).

- ¿De Galilea ha de venir el Cristo?(Jn.7:41).

- ¿No es este el hijo del carpintero? (Mt.13:55).

- Es malo, engaña al pueblo (Jn.7:12).

- Tiene a Belcebú y por el príncipe de los demonios...(Mr.3:22).

- ...hemos oído de la ley que el Cristo permanece para siempre (Jn.12:34).

Esas eran las excusas para rechazar la luz de Dios; los pretextos para intentar esconder su amor por las tinieblas; sus argumentos para justificar su “sensata posición”. La realidad sin embargo no es difícil de apreciar; la Escritura la expresa con las siguientes palabras: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron...la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Jn.1:9-11;3:19).

El ser humano cualquiera que sea su condición está inhabilitado para conocer a Dios; para experimentar la presencia de Dios; para entender el propósito de Dios; para vivir de forma tal que su vida resulte aceptable ante las normas y estándares divinos; El ser humano es incapaz de agradar a Dios por sí mismo; aún el cristiano es totalmente inútil para lograr obtener un ápice de la gloria de Dios, del poder de Dios, del conocimiento de Dios, de la presencia de Dios por si mismo.

Si usted es cristiano hoy, lo debe a la gracia de Dios; si usted ha creído en Jesucristo nunca olvide que ello fue posible porque Dios en su misericordia obró en su corazón directa y sobrenaturalmente por su Espíritu Santo. Cada creyente es un testimonio del obrar de Dios en los corazones de los hombres.

Un momento de lucidez divina

“¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!”

Se requiere que el alma del ser humano tenga un momento de lucidez divina; que sea bañada por la luz celestial; que sea tocada, es decir, conmovida y sensibilizada por el Espíritu Santo de Dios para que la persona pueda reconocer su necesidad de Dios, su necesidad de salvación, su necesidad de restauración espiritual, y proceda entonces a confesar a Jesucristo como su Salvador personal.

Aunque Jesús había declarado su naturaleza divina en muchas oportunidades, muchos se negaban a creer, a lo cual él respondía “Las obras que yo hago en nombre de mi Padre ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis”(Jn.10:25). Lo cual señala el lado de la responsabilidad humana en el acto de creer: es la obligación de todo hombre, de toda mujer, es decir, de todo mortal, examinar y juzgar las obras que detentan y reclaman sobre sí el sello de Dios. Ningún individuo podrá expresar cuando se presente ante Dios para rendir cuentas, que no creyó porque no tuvo ante sí evidencias que le hablasen de Dios:

- Los cielos cuentan la gloria de Dios.

- El poder de Dios se hace claramente visible en las cosas hechas.

- Los Escritos bíblicos están al alcance de casi cualquier persona.

- Los testigos y anunciantes del amor de Dios están en casi todo el mundo.

Ese es el lado que nos hace responsables ante Dios por creer o no creer. Estamos rodeados de pruebas, nuestras sociedades y la civilización entera se ha desarrollado en contacto con la evidencia de la existencia de Dios, y tal testimonio llega hasta lo más recóndito del alma humana de cada individuo, donde la voz de la conciencia le dice al hombre que Dios es real y que además, él como persona, está en deuda para con él.

Sin embargo, hay otro lado de la fe, el relacionarse con Dios que no descansa en el aspecto humano, sino, en la voluntad divina. El mismo se encuentra expresado en las siguientes palabras del Señor Jesucristo: “Ninguno puede venir a mí si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Jn.6:44), y en las siguientes: “...escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó...nadie conoce quien es el Hijo sino el Padre; ni quien es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Lc.10:21-22)

Con lo que queda establecido en las Escrituras, que se requiere sin excepción, de la intervención divina en el corazón de la persona para que esta pueda escuchar la voz de Dios hablando a su vida, y para que esta pueda progresar en el conocimiento de Dios en su experiencia diaria y personal.

Es así como lo registra la Escritura en un momento de conversación entre Jesús y sus discípulos: Mateo 16: 13-17.
- ¿Quién era el más calificado para responder? ¿Pedro?

- ¿Quién reveló a Pedro la naturaleza de Jesús?

- ¿Qué dijo Jesús que era Pedro?

Todo lo que el hombre llega a conocer de Dios le llega por la acción sobrenatural de Dios en su alma del Espíritu Santo.

Hemos hallado a Aquel...

“¡Hemos hallado a Aquel de quien escribió Moisés y los profetas!”

- Aquél Profeta “como Moisés”que Dios había de levantar. (Dt.18:15)

- Aquél Apacentador y Guía del rebaño que nacería en Belén.(Mi.5:2-4).

- Aquél Ungido del Señor profetizado por Isaías.(Is.61)

- Aquella piedra vista por Daniel que destruyó todos los reinos del mundo y llenó toda la tierra (Dn.2:35)

- Aquél siervo sufriente y despreciado que vio Isaías.(Is.53)

- Aquél moribundo que vio el rey David que clamaba por la urgencia que le impone la sed y en lugar de agua le dieron vinagre.(Sal.69:21)

- Aquel de quien dijo el profeta Zacarías que sus enemigos acordaron su precio en treinta piezas de plata.(Zac.11:12)

- Aquél traspasado visto por el profeta por quien harán lamentación la casa de David y los moradores de Jerusalén (Zac.12:10)

- Aquel que habría de nacer de una virgen.(Is.7:14).

- Aquél vástago que había de ser llamado nazareno (Is.11:1)

- Aquél que ha de regir las naciones con vara de hierro.(Sal.2:9)

- Aquél que argüirá por las mansos de la tierra.(Is.11:4)

- Aquél que establecerá la justicia perdurable.(Dn.9:24)

- Aquél ante quien se congregarán los pueblos.(Gn.49:10)

- Aquél que ha de pisar por sí solo el lagar de la ira de Dios.(Is.63:3)

- Aquél de quien Isaías dijo: el principado está sobre su hombro, se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límites, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.(Is.9:6-7)

Ellos hallaron a Aquel en quien se cumple la palabra profética anunciada desde los inicios mismos de la revelación bíblica. Ellos encontraron en Jesús el Señor y Cristo que había de venir al mundo; encontraron a Aquel por quien la existencia tiene razón, significado y propósito; encontraron a Aquel que hace que todas las cosas palidezcan en su presencia, pero quien también tiempo matiza y define absolutamente todo lo creado en relación con sí mismo.

El Jesús que muchos han encontrado

- Una persona interesante y controversial (líder revolucionario, filántropo, etc)

- Un maestro excepcional y digno de imitar.

- El representante más encumbrado de lo que el ser humano puede llegar a ser si descubre “el cristo” que lleva dentro.

- El símbolo y máximo representante de una religión.

- El pretexto para sacar provecho y dinero de las demás personas.


¿A quien hemos hallado nosotros en Jesús?

Al encontrarnos con Aquél es inevitable encontrarnos con:

- El Salvador de nuestros pecados.

Todos los que le han encontrado lo han encontrado en el mismo lugar: en aquella cruz, emblema de afrenta y dolor, le vieron por primera vez siendo traspasado y castigado a causa de nuestros pecados.
No puedo olvidar mis pecados, si busco en mi memoria y recuerdo allí están, y mientras más indago en mi alma más encuentro, me asaltan cada día, a veces aún mientras duermo en mis sueños se asoman y me intranquilizan; pero he encontrado Aquél Salvador quien murió por mis pecados, llevándolos todos en aquella cruz, sufriendo él el cruel castigo, y obteniendo para mí eterna justificación ante Dios.
Una anciana creyente al borde de su muerte a quien su pastor comenzó a hablarle acerca de las glorias celestiales, le interrumpió pidiendo que mejor le hablase del salvador de los pecadores, que eso en realidad era lo que necesitaba escuchar en aquella hora. El es Aquél que vino al mundo para salvar a los pecadores (1Tim.1:15)

- El Señor de nuestra alma.

El reconocer a Jesús como Aquél Señor en nuestra alma, por encima de nuestras emociones y de nuestra voluntad, es algo que separa a los cristianos carnales de los espirituales, a los inmaduros de los maduros. Recuerdo aún cuanto temor e intranquilidad me producía su invitación a tomar la cruz cada día; por alguna razón, ahora se que relacionada con el pecado en mi vida, el hecho de aceptar a Cristo como Señor de mi alma no dejaba de inquietarme, pero alabado sea Dios, no se cuando pasó, pero algo ha sucedido y, como quien va domando a un potro salvaje, supongo, Cristo ha ido obteniendo señorío en mi alma progresivamente, le estoy encontrando como Señor de mi alma y eso sucede en gozo, libertad, poder y vida para la gloria de Dios.

- El Redentor que pone fin a nuestra esclavitud.

Dios quiere que vivamos en libertad, pero la libertad comienza en el corazón del hombre, en su interior, en su alma, y luego de se expresa en los actos y decisiones que tomamos. La vida en el Espíritu Santo es una vida de libertad; el pecado es esclavitud, la santidad es libertad; “¡miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a mi Dios por Jesucristo”.
¿Quién me puede librar de...? Cristo, Cristo, siempre y sólo Cristo.

- El que nos amó como nadie nos pudo haber amado.

Que Dios revele a nuestra alma con la más absoluta claridad lo extraordinario y sublime del amor de Cristo por cada uno de nosotros, de lo cual el apóstol Pablo escribió: “...a fin de que seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo que excede a todo conocimiento” (Ef.3:18-19).

Oro a Dios que cada uno de nosotros tenga un encuentro con Aquél que es el Primero y el Último, el Alfa y la Omega, el Principio y Fin; que el Espíritu Santo de Dios nos guíe cada día de nuestra vida hacia la presencia y gloria de Aquél nuestro Señor y Salvador.

Antonio Vicuña
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