lunes, 18 de noviembre de 2024

¡EL LIBRO!

            La Biblia no es el libro que los hombres hubiesen podido escribir si lo hubiesen deseado, ni el que podrían haber imaginado, ni en las épocas un tanto lejanas en que fue escrito, ni en los tiempos modernos en que nosotros vivimos. Es un libro diferente a todos los que ha logrado producir la humanidad en todo su devenir existencial.

            Quienes desconocen su mensaje y el alcance de sus palabras piensan equivocadamente que la Biblia no tiene nada relevante que decir en estos tiempos de descubrimientos y tecnología, donde se está haciendo posible lo que antes sólo sucedía en la imaginación de los hombres.

            El hecho real es que al día de hoy la Biblia continúa siendo el libro más leído, distribuido y vendido en la historia de la humanidad, con cerca de 5 mil millones de copias (Le sigue bastante de lejos El Quijote con 500 millones) , y también el libro más ampliamente traducido en el mundo (cerca de 2500 idiomas). Y su presencia en el mundo, lejos de desaparecer, se incrementa y fortalece, con los medios que ahora hacen posible su presencia y disponibilidad en distintos formatos tecnológicos.  

¿Qué es lo que hace que este Libro sea particularmente especial?

            Lo que hace que la Biblia sea El Libro es el hecho de que Dios es su tema, causa y motivo, y su protagonista. La Biblia inicia con Dios y termina con Dios, y la trama de todo su desarrollo y proyección gira en torno a la persona de Dios y su reino, de Dios y su gloria. No existe otro libro que nos presente la visión y perspectiva que nos ofrece la Biblia para entender la razón de nuestra existencia y de todas las cosas que conforman el universo.

            La Biblia nos invita a reconocer la autoridad de Dios sobre nuestras vidas (Proverbios 3:5-7); a que reconozcamos la realidad de su existencia, grandeza y poder, por la evidencia de la creación que nos rodea (Romanos 1:20); a que aceptemos la verdad de su amor, puesto en evidencia en la entrega del Señor Jesucristo por nosotros en la cruz (Romanos 5:8); pero nos presenta por sobre todas las cosas la posibilidad de conocer a Dios, y conocer cuál es el propósito por el cual Él nos trajo a la existencia y nos ha dado vida física y espiritual (Juan 17:2-3).

¿Por qué tenemos este Libro hoy con nosotros?

            Porque Dios se manifestó de manera especial a determinados hombres en las generaciones pasadas para dar a conocer sus obras, su voluntad, intenciones y propósitos. Y algunos de estos hombres recibieron la encomienda de escribir tales encuentros y revelaciones especiales que tuvieron con Dios; tal es el caso de Moisés, quien escribió los 5 primeros libros de la Biblia, por ejemplo, pero quien recibió de Dios mismo lo que quizá fueron las primeras palabras del registro bíblico: las tablas de la ley, escritas por el dedo mismo de Dios (Éxodo 31:18; Deuteronomio 9:10); o de la mayoría de los profetas del Antiguo Testamento (Ej. Jeremías 1:1-9).

            Dios realmente puso sus palabras en las bocas de esos hombres (como nos lo dice con Jeremías) y lo que ellos dijeron, enseñaron y proclamaron en sus mensajes particulares, se registró, a veces por ellos mismos, a veces por medio de un escribiente (Jeremías 36:1-4), pero lo que ellos dijeron en su tiempo y época fue lo que Dios quiso que ellos dijesen de parte suya para su pueblo y el mundo en general. Así nos lo recuerda el apóstol Pedro en su segunda carta cuando dice que “…nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2Pedro 1:21). Es realmente importante esta afirmación que Pedro realiza a la luz entender lo que sucedió con los hombres que nos dejaron la Biblia como fruto de su relación de obediencia para con Dios. Pedro nos dice que ellos hablaron y dijeron lo que dijeron, no porque así lo quisieron o decidieron, sino porque el Espíritu Santo les llevó a decir lo que dijeron. Según el término usado por el apóstol ellos fueron llevados, cargados, sostenidos, sustentados, enviados a ir adelante por el Espíritu Santo que vino y obró sobre ellos.

¿Qué tenemos que entender sobre la Biblia?

            El propósito de la Biblia como Libro es llevarnos ante Dios, revelarnos al Dios invisible, enseñarnos cómo es Dios y qué pide Él de nosotros (Miqueas 6:8), es darnos una manera confiable, sólida y accesible de conocer y aprender a sostener una relación significativa y relevante con Dios en nuestro vivir terrenal (Salmo 119:9-12).

            La Biblia no nos fue dada para satisfacer nuestra curiosidad, o para cultivar nuestra imaginación, sino para llevarnos a conocer en verdad a Dios.

            Dios quiere ser conocido de nosotros sus hijos, por ello nos dejó su Palabra. Ahora que estamos en Cristo, lo que debemos buscar con todo nuestro corazón es conocer lo más profundamente que podamos a Aquel que nos dio la vida y la salvación, a Aquel que nos creó pero que también nos perdonó en Cristo y nos dio su eterna salvación, a Aquel que domina, gobierna, dirige, y lleva a pulso preciso y constante todos los acontecimientos de este mundo hacia el cumplimiento del plan que desde la eternidad se trazó. Así nos lo recuerda el profeta Jeremías en uno de sus inspirados mensajes:

Así dijo el Señor: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que Yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero dice el Señor

(Jeremías 9:23-24).

 

¿Palabra de Dios o palabra de hombres?

            El apóstol Pablo dijo a los creyentes de Tesalónica (en la actual Grecia), que daba gracias a Dios porque cuando ellos recibieron la palabra de Dios por medio de la predicación de Pablo, la recibieron “…no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la Palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (2Tesalonicenses 2:13).

            Y esa es una distinción fundamental: una es la palabra de los hombres, y otra es la Palabra de Dios.

            Las palabras de los hombres, por expresivas, emotivas, bien conjugadas y ordenadas que estén, ya sea según las leyes y normas de la prosa, la poesía, o según la extensa libertad que concede el formato del discurso y el libre pensamiento, sea cual sea el estilo y forma, las palabras de los hombres nunca jamás se podrán comparar con la bendita Palabra de Dios.

            La literatura en toda su dimensión abarca un mundo asombroso y maravilloso, que sorprende y admira, entusiasma e inspira, un mundo que es tan vasto y extenso  como vasto y extenso se presenta el mar cuando estamos a sus orillas. Pero no puede comunicar vida como lo hace la sencilla y antigua Palabra de Dios. No puede manifestar a Dios ante los corazones de los hombres. No puede hablar con la autoridad con que habla la Palabra de Dios. No puede declarar los secretos del pasado, o del futuro, como lo hace la Palabra de Dios.

            Pero repito, esta es una distinción importante que todo hijo de Dios debe tener presente. Porque si la Palabra de Dios, es en verdad la Palabra de Dios, entonces esa Palabra de Dios tiene que ocupar el sitial de honor en nuestras vidas.

            Una característica única de la Palabra de Dios es su poder inherente, poder que se manifiesta en la vida de todos los que la reciben y obedecen, haciendo de ella su nueva norma para el vivir. Dios dijo por medio del profeta Jeremías:

¿“Que tiene que ver la paja con el trigo? Dice Jehová. ¿No es mi Palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?

(Jeremías 23:29)

¿Cuál parte de la Biblia es Palabra de Dios?

            Esta pregunta se ha manifestado muchas veces por diversas razones. La Biblia manifiesta cambios y progresos en su narrativa y desarrollo temático y profético, el cambio más notorio lo encontramos entre lo contemplado en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. No obstante esto, de las declaraciones de nuestro Señor Jesucristo encontramos una de las afirmaciones más claras sobre el valor de toda la revelación bíblica:

No penséis que he venido para abrogar al ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido

(Mateo 5:17-18)

 

            Y es que así como nuestro Señor y Dios es inmutable en todas las perfecciones de su carácter y ser, así también Las Escrituras, que reflejan su carácter, no pueden perder vigencia o valor. Y si bien es cierto que el plan de redención solo se hace claramente comprensible al llegar a los escritos del Nuevo Testamento, también es cierto que el mismo venía en progreso desde los inicios mismos de la revelación bíblica, y su necesidad y valor se hacen evidentes desde los mandatos, ordenanzas y palabras del Antiguo Testamento.

            Es así como encontramos, finalmente, una de las afirmaciones más relevantes de todo el Nuevo Testamento con relación a este tema. La misma la recibimos del apóstol Pablo en la que se cree fue la última de todas sus cartas, y dice así:

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda obra buena

(2Timoteo 3:16-17)

 

            “Inspirada” por Dios. Gr. Theopneustos. Divinamente soplado. El resultado del aliento  y soplo de Dios. Única vez en toda la Biblia que se usa esta palabra. En 2Pedro 1:21, se habla también de inspiración divina, pero allí se hace referencia al motivo de los hombres que hablaron de parte de Dios, y se utiliza otro término griego diferente del que Pablo usa en 2Timoteo, uno que comporta la idea de ser llevado, cargado, sostenido, sustentado, enviado, ir adelante.

 

“Redargüir”. Gr. Elenkos. Convicción, prueba, certeza, amonestar, reprender.

 

La palabra “Perfecto” en 2Timoteo 3:17 viene del término griego “ártios” (única vez empleado para traducir “perfecto” en el Nuevo Testamento), que literalmente significa “fresco”, y encierra la idea de estar completo, listo y preparado, con las velas y el ancla levantadas para iniciar el viaje.

En octubre de 2024

Antonio Vicuña

 

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EL PAN DE LA COMUNIÓN DEL CUERPO DE CRISTO

 

            En la Biblia encontramos que se hace mención del pan cerca de unas cuatrocientas veces; unas trescientas en el Antiguo Testamento, y unas cien en el Nuevo. La primera vez que se menciona es cuando Dios le está dictando sentencia al hombre, y le dice que en adelante tendrá que comer el pan con el sudor de su frente (Génesis 3:19), y la última es cuando en la carta a los Hebreos se mencionan los panes de la proposición (Hebreos 9:2).

            Es muy interesante como algo tan simple y cotidiano como el pan puede tener un valor y significado tan importante en la dinámica y vida humana. A continuación un breve resumen tomado de https://hazdeoros.com/industrial/blog-panadero/la-historia-del-pan/.

            El pan es un alimento que tiene una larga trayectoria y ha sido parte de la dieta humana desde tiempos antiguos. Se cree que el primer pan fue preparado hace unos 9000 años en Egipto y se hizo principalmente con harina de trigo y cerveza. Las excelentes condiciones que proporcionaba el Nilo para el cultivo dependían en gran medida de sus constantes crecidas. Los datos encontrados muestran que en Egipto se consolidó la tecnología de la panificación y creó los primeros hornos para hacer pan, aproximadamente en el año 4000 a.C. Según algunos historiadores, los egipcios «inventaron» la costumbre gastronómica de colocar una pequeña hogaza de trigo en cada comida. Pero quienes son considerados los verdaderos “inventores de la panadería” son los griegos.  Fueron ellos, comerciando con los egipcios alrededor del siglo III A.C. quienes hicieron del hornear un verdadero arte. Elaboraron más de 70 tipos de pan, e inventaron muchas formas diferentes para el pan experimentando con muchas harinas: trigo, cebada, avena, salvado, centeno… e incluso harina de arroz. Además, agregaron especias, miel, aceite y nueces. Con los griegos el pan pasó de ser un alimento ceremonial, de origen sagrado, a convertirse en un alimento popular, símbolo de la buena mesa. El pan llegó a mencionarse en las obras de muchos poetas y filósofos griegos, lo que indica que la cultura del pan estaba presente en la mayoría la mayor parte del quehacer humano.

            Durante la época del imperio romano, al principio, la elaboración de pan estaba limitada en las ciudades de Roma. Se consideraba algo extraño, inalcanzable; aparecía solo en las comidas de los ricos. Poco a poca esa realidad fue cambiando, y ya para el año 30 Roma contaba con más de 200 panaderías dirigidas por profesionales especializados, y el precio del pan estaba perfectamente regulado por los magistrados. La formalización de las panaderías impulsó, además, a que los romanos mejoraran sus molinos, amasadoras y hornos, por lo que los hornos de fuego directo de hoy en día se conocen como «hornos romanos».

            Durante la Edad Media no hubo un progreso significativo en la pastelería. En Europa, durante tiempos de hambruna, el pan se convirtió en uno de los alimentos más caros, lo que llevó a que los monasterios se convirtieran en el principal productor de pan. En aquel entonces, el pan blanco todavía era un símbolo de estatus solo para los más ricos. Las villas medievales empezaron a cobrar importancia y en el siglo XII aparecieron las primeras asociaciones de artesanos de diversos oficios. Es por esto que la Asociación de Panaderos se unió y se proclamó panaderos profesionales. El pan era el alimento básico del pueblo, y la producción y distribución del pan en ese momento estaba regulada por el gobierno, como en Roma.

            A fines del siglo XVIII, se desarrolló enormemente la agricultura, y se dio el desarrollo de la investigación de la harina, lo que determinó mejoras significativas en la tecnología de molienda de harina, y en aumento de la producción de trigo. A medida que aumentó la oferta, el precio del pan cayó y el pan blanco (anteriormente solo disponible para ciertos grupos sociales) pasó a estar disponible para toda la población. Con la invención del molino de vapor en el siglo XIX se desarrolló el sistema de horneado y se agregó una nueva etapa al proceso de elaboración del pan: aireación de la masa. Además, apareció un nuevo tipo de levadura y surgieron técnicas mecánicas para amasar el pan. Gracias a estas mejoras, la industria del pan se desarrolló rápidamente y paulatinamente se convirtió en la industria que conocemos hoy en día. (Material y datos tomados de: https://hazdeoros.com/industrial/blog-panadero/la-historia-del-pan).

            La Palabra de Dios nos dice que el pan es reflejo de la bondad de Dios y de su activo obrar, presente en cada aspecto y proceso que tiene lugar sobre la faz de la tierra, en este caso, por ejemplo, el proceso de la obtención del pan:

Él hace producir el heno para…la hierba para…el vino…el aceite…y el pan que sustenta la vida del hombre

(Salmo 104:14-15)

            Aunque es un regalo de Dios, es un regalo que debe ser gestionado con diligente trabajo, por lo que no se ve bien que se reciba sin trabajar por el mismo. La mujer virtuosa que se describe en Proverbios no come su pan de balde (Proverbios 31:27); y aún en la última carta que se escribió del Nuevo Testamento se exhorta a los creyentes a que se ganen su sustento diario (2Teslonicenses 3:8-12). El ganarse el pan es parte del bien vivir y fruto del trabajo, pero la Palabra de Dios nos advierte que sigue siendo un regalo de Dios, y que los sabios no pueden, pese a su sabiduría y conocimientos, asegurarse el pan:

Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos

(Eclesiastés 9:11)

            Y que Dios, cuando así lo dispone, por sus justas, sabias, necesarias y convenientes razones, en tiempos de juicio, Él puede quebrantar el sustento de pan de naciones enteras, ante el asombro mismo del hombre, y sin que este lo pueda impedir:

Me dijo luego: Hijo de hombre, he aquí quebrantaré el sustento del pan en Jerusalén; y comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua por medida y con espanto, para que al faltarles el pan y el agua, se miren unos a otros con espanto, y se consuman en su maldad

(Ezequiel 4:16-17)

            Es así como aún cuando es un regalo de Dios que nos debemos ganar trabajando, el Señor nos enseñó que debemos orar diariamente pidiendo a Dios que nos lo dé (Mateo 6:11). Y debemos considerarnos bendecidos si podemos comer nuestro pan a tiempo cada día, porque en verdad lo somos, algo por lo que debemos siempre agradecer a nuestro Dios.

            Dios sustentó durante cuarenta años a su pueblo en el desierto con una especie de hojuelas con las que los israelitas preparaban pan, tortas cocidas y horneadas. Todo el pueblo participaba tanto de la recolección de las hojuelas como del proceso de la elaboración del pan, cada familia en el pueblo. Pero habían también unos panes especiales, sagrados, que elaboraban los sacerdotes, para ser utilizados para alabar y adorar a Dios. Interesante, ¿cierto?

            Dentro del tabernáculo había una mesa llamada “mesa de los pan de la presencia” (Éxodo 25:23), la cual, entre otras cosas, tenía que tener siempre, perpetuamente, 12 panes, o tortas de pan. Este pan se llamaba “pan de la presencia” porque estaba continuamente delante de la presencia de Dios. Este pan que debía ser renovado cada semana, y como era un pan sagrado, únicamente lo podían comer los sacerdotes. Su número (12) posiblemente represente el número de las tribu de Israel, y el estar continuamente en presencia de Dios (Éxodo 25:30) nos recuerda nuestra constante  necesidad de estar delante de la presencia vivificante de Dios en nuestro día a día.     

            En el tiempo antiguo, en relación con el pan, pocas cosas debieron resultar tan significativas para los israelitas como ese pan que descendió del cielo durante 40 años,  y como el pan sagrado de la presencia. Lo otro que sobresale son las grandes y espantosas crisis que tuvieron que experimentar cuando les faltó el sustento de pan. En el Nuevo Testamento, “los escándalos del pan” son los que produjo el Señor Jesucristo. Dos de sus grandes portentos tuvieron como base la multiplicación milagrosa de pan: en una oportunidad con cinco panes alimentó a 5 mil personas y recogieron 12 cestas llenas de sobras (Mateo 14:15-21); y en otra oportunidad de siete panes alimentó a 4 mil personas, y recogieron 7 cestas llenas de sobras (Mateo 15:32-38). Luego le diría a las personas que le seguían que no lo hicieran por el pan sino por el interés en la vida eterna (Juan 6:27):

Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a este señaló Dios el Padre

            En esa oportunidad el Señor Jesucristo habría de expresar de sí mismo que Él era…

-          El Pan de Dios que descendió del cielo para dar vida al mundo (Juan 6:33)

-          El Pan de vida que libra del hambre por siempre (Juan 6:35)

-          El pan vivo que quien de Él come vivirá por siempre (Juan 6:50-51)

            Y estas palabras junto con las de Juan 6:27 nos llevan directa, inequívoca e ineludiblemente al Señor Jesucristo como el Único, el Señalado del Padre, el Sin Igual entre todos los hijos de los hombres. Y es que eso es precisamente lo que la Biblia afirma clara y categóricamente: Jesucristo es clase aparte y sin igual entre todos los seres humanos; fue concebido por la intermediación del Espíritu Santo y por lo tanto, aún cuando era total y verdaderamente humano, no obstante era sin pecado, pues no heredó el pecado original del Adán que heredan todos los hombres; era y es verdadero Dios, preexistente desde siempre, y es el Creador de todas las cosas creadas, porque todo fue creado por Él y para Él, y por medio de Él. Y únicamente Él, porque así le plació al Padre que fuese, únicamente Él puede dar perdón y vida a los hombres, y librarlos de la muerte y del justo castigo que estos merecen por razón de sus pecados; y esto lo puede hacer con justa justicia por los méritos de su vida santa y sin pecado y por el valor infinito de su sangre y los sufrimientos vicarios, representativos y sustitutos que decidió asumir al encarnarse, y vivir y morir como murió.

            La prueba y evidencia de que lo que dijo es verdad, de que lo que prometió así lo cumplirá, de que Dios obrará de acuerdo con lo que Él expresó y enseñó, es la prueba de la resurrección. Porque Él resucitó, podemos saber entonces que todo cuanto dijo es verdad, y podemos, debemos, y tenemos que asumir con confianza nuestra posición como seguidores de su enseñanza y de su ejemplo. Él es nuestro pan, y su muerte gloriosa y poderosa para otorgar perdón y salvación recordamos y proclamamos cada vez que comemos del pan en su memoria y como acto de consciente adoración.

            Fue el Señor Jesucristo mismo quien ordenó que su iglesia partiese pan en memoria de Él cuando se reuniese:

tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí

(Lucas 22:19)

            Y tuvo que haber un gesto muy particular y especial en el acto del partimiento del pan que tuvo el Señor con sus discípulos, porque, en una oportunidad, después de resucitado, no le reconocieron sino hasta que lo vieron partir el pan nuevamente ante ellos (Lucas 24:35).

            Lucas nos dice en su registro que el partimiento del pan era una costumbre bien establecida en la iglesia del primer siglo; así nos lo dice en Hechos 20:7-11, por ejemplo.

            El apóstol Pablo explica que el pan que la iglesia parte y del que participa cuando está reunida para adorar a Dios, es el pan de la comunión del cuerpo de Cristo:

El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?

Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan

(1Corintios 10:16-17)

            Este pan del que la iglesia participa es el reflejo de varias cosas:

1.- Es el pan de la comunión con el cuerpo de Cristo

2.- Es el símbolo de nuestra unión con Cristo.

3.- Es símbolo de la unidad que estamos llamados a sostener en nuestro trato y relaciones unos con otros, y en el desarrollo de nuestro servicio a Dios.

4.- Es una señal visible de la promesa que nos hizo nuestro Salvador.

5.- Es un acto de adoración a Dios el Padre, a Dios el Hijo, y a Dios el Espíritu Santo.

            Finalmente, es un muy grande privilegio que se nos permita participar del pan de la comunión del cuerpo de Cristo; privilegio que no debemos tomar a la ligera, sino que debemos valorarlo y apreciarlo debidamente, considerando si participamos del mismo con la dignidad que como creyentes se nos demanda (ver 1Corintios 11:27-33). Por lo demás, terminamos con las palabras del Señor:

Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre

(Mateo 26:26-29)

En noviembre de 2024

Antonio Vicuña

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lunes, 24 de julio de 2023

¿DE DÓNDE TIENES TU FUERZA?

 ¿DE DÓNDE TIENES TU FUERZA? 

“No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la agilidad del hombre. Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia”

(Salmo 147:10-11)

Algunos datos sobre los caballos:

1. Los caballos pueden vivir 25-30 años promedio; llegar a medir cerca de 2 metros y medio de longitud, y 1.4 a 1.7 metros de altura; y alcanzar un peso de entre 700-1000kg.  

2. Los caballos son capaces de correr a las pocas horas de haber nacido. La velocidad media de galope de un caballo adulto es de 44 km/ pero el más rápido de la historia alcanzó los 88 km/h.

3. Los caballos suelen dormir de pie. 

4. Los dientes de los caballos nunca dejan de crecer y es así como se puede determinar su edad 

5. Hay 16 músculos en cada una de las orejas de los caballos, por eso pueden girarlas 180 grados.

6. El caballo más longevo del que se tiene registro murió en 1822 a la edad de 62 años.

7. El caballo tiene un gran ángulo de visión además de estar entre los mamíferos con ojos más grandes sobre la Tierra, los caballos tienen la gran capacidad de ver casi en 360°, debido a la ubicación de sus ojos a ambos lados de la cabeza. Sin embargo, tienen un punto ciego justo frente a su nariz

8. Un es capaz de beber alrededor de 38 litros de agua al día.

9. Tienen la capacidad de reconocer sonidos y voces familiares a largas distancias. 

10. Hubo un caballo llamado Fusaichi Pegasus que fue vendido en 70 millones de dólares convirtiéndose así en el ejemplar de su especie más caro del mundo

11. Inciatus del emperador romano Calígula fue uno de los caballos más admirados de la historia. Vivió entre lujos, comía en un abrevadero de oro, portaba túnicas y su dueño casi lo nombra senador de Roma.

12. Un caballo puede soportar unos 400 kilos de peso y mover hasta cerca de 1000 kilogramos.

 Un pasaje bíblico que menciona algunas de las características de la personalidad de estos estupendos animales, expresa:

“¿Diste tú al caballo la fuerza?

¿Vestiste tú su cuello de crines ondulantes? ¿Le intimidarás tú como a langosta?

El resoplido de su nariz es formidable.

Escarba la tierra, se alegra en su fuerza,

Sale al encuentro de las armas;

Hace burla del espanto, y no teme,

Ni vuelve el rostro delante de la espada.

Contra él suenan la aljaba,

El hierro de la lanza y de la jabalina;

Y él con ímpetu y furor escarba la tierra,

Sin importarle el sonido de la trompeta;

Antes como que dice entre los clarines: ¡Ea!

Y desde lejos huele la batalla,

El grito de los capitanes, y el vocerío”

(Job 39:19-25)

   Una historia real manifiesta que aún este formidable animal puede llegar a encontrarse en situaciones donde su fuerza es insuficiente para salvarle…

   Nicole Graham, una madre de Melbourne (Australia), salió recientemente a dar un paseo a caballo por la playa con su hija. Sin embargo, lo que iba a ser una encantadora y relajante excursión se convirtió en una pesadilla. El caballo de Graham, un equino de 18 años llamado Astro, se vio atrapado en un barro inesperadamente traicionero, seguido por el caballo de su hija, antes de que ella pudiera advertirles.

   Graham pudo salir del barro y sacar a su hija y su caballo, pero Astro quedó atrapado. Ella permaneció a su lado por varias horas mientras el animal luchaba por liberarse.

 Con más de 450 Kg de peso, cualquier intento de liberar al caballo sin ayuda tan solo conseguía que ambos quedasen aún más atrapados.

   Una vez que llegó la ayuda, Graham se mantuvo a su lado tranquilizándole. Estaban obligados a ir contrarreloj, ya que pronto la marea subiría.

   En el salvamento participaron un equipo de bomberos, veterinarios y un agricultor vecino que prestó su tractor para ayudar a remolcarlo.

   Astro fue sedado para evitar que siguiera extenuándose mientras trabajaban para liberarlo. Probaron diferentes tipos de equipos para sacarle, incluso un helicóptero, pero nada se movía en el barro.

   El capitán de bomberos, Roger Buckle, dijo que ese barro era "como arenas movedizas", por lo que todos los presentes se iban poniendo cada vez más nerviosos a medida que la marea iba subiendo.

   Finalmente, el tractor resultó de mucha utilidad, y con este y el esfuerzo de todos se logró sacar Astro del barro.

   En cuanto estuvo a salvo, el caballo colapsó momentáneamente de cansancio y fatiga, pero después de un merecido descanso, pudo emprender junto a su dueña el camino a casa.


¿DE DÓNDE TIENES TU FUERZA?

   En la vida cristiana nos conviene aprender lo más pronto posible que hay un cierto tipo de fuerza que estorba los propósitos de Dios para nuestras vidas. No es ninguna fuerza exterior, o procedente del maligno, ni siquiera del mundo corrupto que nos rodea. Se trata de nuestra voluntad propia. Nuestra voluntad, lo que llamamos “fuerza de voluntad”, puede ser, y generalmente es, el punto que más nos cuesta como hijos de Dios resolver en nuestro caminar de fe para alcanzar la verdadera madurez espiritual.

   Es un punto difícil para todos porque implica en cierto sentido la renuncia a nuestra propia vida, y esto es algo que asusta hasta al más valiente y osado de nosotros, pues no se trata de un acto heroico que realicemos en un momento decisivo, sino que se trata de asumir una actitud de vida diferente de por vida. Es lo que expresa el Señor Jesucristo cuando dijo:

“Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”

(Lucas 14:33)

   No importa cuán inteligentes, hábiles, proactivos, voluntariosos, ingeniosos, creativos, disciplinados y competentes seamos; todo lo que somos debemos rendirlo ante Él, rendirlo a Él.

    General y mayoritariamente los que creemos en el Salvador tenemos problemas con esta petición de nuestro Señor, que dicho sea de paso, no es una petición de renuncia a bienes y comodidades materiales, sino una condición (no petición) de entrega total, lo cual únicamente es posible si rendimos toda nuestra voluntad a Él.

   Rendir nuestra voluntad conlleva renunciar a nuestra posesión más profunda y esencial. Es decidir voluntariamente dejar de tomar las decisiones de nuestra vida por nuestra propia cuenta, y comenzar a hacerlo en sujeción a lo que la Palabra de Dios nos indica, enseña y exhorta.

   En la vida cristiana lo importante no es el hacer por el hacer. Basta leer los primeros versos del capítulo 13 de 1ra Corintios para comprobarlo. Por lo que es sumamente importante que aprendamos la lección de la rendición de nuestro carácter y voluntad a nuestro Señor y Salvador. 

   En estos tiempos de abundancia de información y facilidad de acceso a la misma, tenemos que saber que no es la información lo que nos transformará en mejores y más fructíferos creyentes para la gloria de Dios, sino la rendición de nuestro carácter y voluntad a Él.

   Cuando desde las últimas tres décadas se hace mucho énfasis en muchas iglesias de que la bendición de Dios está ligada, o incluso condicionada, a la ofrenda de dinero, tenemos que tener muy en claro que no es la ofrenda de dinero lo que traerá bendición a nuestro vivir, sino la ofrenda de nuestro carácter y voluntad.

   A pesar de que como nunca se han levantado voces en las iglesias para anunciar dones, llamados, ministerios, y demás, muchísimos hijos de Dios no llegan a desarrollar tales dones, llamados, y ministerios efectiva y provechosamente dentro de la iglesia del Señor y en el mundo en que se desenvuelven, porque viven sus vidas con una voluntad no rendida al Señor.

   Infinidad de ministerios e iglesias no permanecen en el tiempo porque los que están al frente de los mismos no viven rendidamente ante el Señor, y actúan en la fuerza de su brazo y voluntad carnal.

   No obstante todo lo expresado, tenemos que dar gloria al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que, por otra parte, estamos rodeados también de ejemplos y modelos a seguir en la iglesia del Señor. Es toda esa constelación de creyentes que desde los inicios mismo del cristianismo nos han dicho con su vivir cómo se vive la vida. 

   Los ha habido de todo tipo y estilo, tal como los mismos creyentes y siervos del Señor en los relatos de las Escrituras. Pero hay algo que han tenido todos en común: cuando rindieron sus vidas y voluntad al Señor sus vidas fueron diferentes para la gloria de Dios. Cuando decidieron no seguir al Señor y dejar de estarle sujetos, sus vidas perdieron valía y utilidad para los propósitos de Dios.   

   Hay un secreto a voces que corre por el Libro Santo, y es el relacionado con las paradojas de debilidad: los que se reconocen débiles ante el Señor Dios Omnipotente serán los que llegarán a ser verdaderamente fuertes (2Corintios 12:10); los que reconozcan su esclavitud serán los que alcancen la verdadera libertad (Juan 8:36); los que confiesan su incompetencia son los que llegan a ser verdaderamente competentes (2Corintios 3:5); los que se hacen ignorantes son los que llegarán a ser sabios (1Corintios 3:18); los que se reconocen pecadores son los que son santificados (Lucas 18:13)…

   Es la lección y principio que tanto le costó al mismo apóstol Pablo aprender: que el poder de Dios se perfecciona (manifiesta con evidencia y notoriedad) en la debilidad (2Corintios 12:9). Pero que una vez aprendido fue su más sólida base de apoyo: 

“…de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”

   Muchos quieren tener poder espiritual, tener la capacidad de realizar acciones impresionantes y sobrenaturales, y si pudiesen obtener tal capacidad espiritual con dinero, con gusto lo pagarían por ello (Hechos 8:19-20). Pero esos muchos no están dispuestos a rendir sus vidas, voluntades, carácter, y renunciar a su carnalidad y voluntariedad pecaminosa para consagrarse al Señor y permitir que sea Él quien define las pautas para su quehacer y vivir.

   Dios no ha cambiado, no podría cambiar. Si de algo podemos estar seguros es que Dios jamás cambiará en ningún aspecto de su ser, preferencias, carácter, deseos, propósitos y voluntad. En el pasado se expresó de Él:

“No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la agilidad del hombre. Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia”

(Salmo 147:10-11)

   Hoy continúa siendo cierta esa palabra y sigue vigente su valor. Antes que osadía, valentía, voluntariedad, ímpetu,  vigor y fuerza de nuestra parte, Él espera que le honremos con un sometimiento sencillo pero intencional de nuestra vida a Él…

¿De dónde obtienes tu fuerza?


En julio de 2023

Antonio Vicuña

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domingo, 10 de julio de 2022

“ENTENDER, BUSCAR, MIRAR”

 


Aunque la vida cristiana no consiste en una lista de prohibiciones y en un vivir de abstinencias, hasta hace algunos años era bastante común que se percibiera así desde afuera. Muchas personas pensaban que los cristianos eran personas muy infelices y hasta sacrificadas porque no se entregaban a la bebida en tiempos de celebración, o porque no participaban de los festejos y alegrías que la vida social ofrece.

Que las personas que no conocen el Evangelio piensen equivocadamente sobre la vida cristiana es comprensible y no debe ser causa de asombro, pero que muchos de los que nos identificamos como cristianos evangélicos también pensemos equivocadamente sobre la naturaleza de la vida cristiana siempre será motivo de preocupación, ya que pensar mal siempre lleva a vivir mal, y tener una visión equivocada de la vida cristiana y sus fundamentos siempre nos llevará a vivir de forma equivocada el evangelio y la nuestra vida de fe.

Uno de los principales hechos que como creyentes debemos tener muy claramente establecidos en nuestro pensamiento, sentir y acción, es el hecho de que la vida cristiana no consiste en cumplir con un conjunto de obligaciones y mandamientos a secas y a toda costa, sino, que consiste, principalmente, en cultivar y sostener por la fe una real y muy práctica relación con Dios. Relación que por cierto no es unidireccional, sino bidireccional, y si bien es cierto que la vida cristiana no se puede vivir y realizar al margen de la Palabra de Dios, la cual está llena de observaciones, prescripciones y diversos mandamientos, también es cierto que la vida cristiana no se establece sobre la letra del mandato en desconexión de la  gloriosa Persona que ha dado el mandato, y esto hace toda la diferencia posible.

El problema de que nos perdamos de sostener una relación con la Persona de Dios y nos quedemos únicamente con la letra del mandamiento, es que nos acostumbraremos a vivir con un código moral, quizá de la más alta y noble moral, la cristiana, pero estaremos viviendo en ausencia de Dios; habremos quedado atrapados en la verdad a la cual sabemos que le debemos lealtad y obediencia, pero estaremos en ausencia de Aquel que con su presencia nos imparte poder vivificante, y ¿sabe qué? Nos estaremos engañando a nosotros mismos, porque sin sostener una relación cercana con Él es imposible guardar sus mandamientos y vivir en su Palabra.

No hay nada que se compare con el hecho de poder disfrutar de una relación real, cercana y dinámica con Dios. Hay muchas personas que no toman licor, no fuman, no son promiscuas sexualmente, creen en la moralidad, y viven siendo fieles a sus principios, pero ¿quiere saber algo? Esas personas, buenas personas, educadas y ejemplares personas, no están más cerca de Dios que aquellos que viven de forma totalmente contraria a como ellos viven.

Como cristianos podemos hablar de moralidad, valores éticos, principios educativos y demás, y cada vez que la sociedad debata sobre tales aspectos los cristianos tenemos la obligación de levantar nuestra voz y expresar nuestra posición y opinión, pero hay algo que debemos tener siempre muy claro: el Evangelio no es moralidad sino “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). La vida cristiana no consiste en vivir de acuerdo con un código de conducta y valores que se abrazan y sostienen sin más razón que con la fuerza de voluntad humana, sino que la vida cristiana consiste en sostener y cultivar una relación personalísima con el Dios que nos salva y nos ama.

Lo que el Evangelio ofrece en principio, es en esencia y en toda su plenitud, una relación real y definitiva con el verdadero Dios eterno por medio del Señor Jesucristo. Esta relación que ofrece el Evangelio únicamente puede tener su comienzo cuando la persona reconoce su necesidad de Dios, es decir, cuando la persona admite que ha estado viviendo de espaldas a Dios y su voluntad. Cuando este reconocer tiene lugar en la vida personal de algún joven, de algún hombre o alguna mujer, es como si se activase un interruptor en el corazón: algo comienza a suceder, una sed de Dios se despierta en el interior de la persona, un deseo de conocer más acerca de Dios y su Evangelio. La persona que antes rechazaba ahora no hace más que recibir lo que la Palabra de Dios le dice; la Palabra de Dios le dice que es pecador y la persona asiente; le dice que a menos que se acoja a la gracia de Dios por medio de Jesucristo se perderá para siempre, y la persona lo entiende y acepta; la Palabra le dice que Dios está tocando a la puerta de su corazón y la persona dice “yo lo sé, le he escuchado llamar”; pero la relación no comenzará hasta que decida reconciliarse con Dios rindiendo su corazón y voluntad al Creador, reconociendo su necesidad y aceptando la oferta de perdón y vida que el Evangelio le ofrece en Cristo Jesús (llamado).

Una vez que hemos dado el paso de acercamiento a Dios y su Palabra y le hemos reconocido como nuestro Padre y Salvador comienza el proceso de santificación y transformación de nuestras vidas. Y en ese proceso nuestra voluntad y decisiones juegan un papel sumamente importante. Nos tocará día tras día confirmar que hemos decidido vivir de una manera diferente a como antes vivíamos para honor y gloria de Dios. Ese proceso se puede llamar de diferentes maneras: santificación, consagración, crecimiento espiritual, madurez, etc. Lo cierto es que depende en mucho de nosotros, y no tanto de Dios, que de seguro lo desea para cada uno de nosotros. Es allí donde tenemos que aprender a someter nuestra voluntad y deseos a la voluntad de Dios, y donde nos toca aprender a negarnos a todas aquellas cosas que aunque placenteras nos alejan de la voluntad de Dios para nuestras vidas. En esta oportunidad consideraremos un breve pasaje que ilustra estos asuntos…

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces, vosotros seréis manifestados con Él en gloria

(Colosenses 3:1-4)

            La frase “Si, pues, habéis resucitado con Cristo”, implica el hecho de que estábamos muertos, puesto que sólo los muertos pueden resucitar. ¿Estábamos muertos? Sí, sin lugar a dudas, estábamos muertos en nuestros pecados; muertos, porque Dios no ocupaba el lugar que tenía ocupar en nuestras vidas; muertos, porque no le conocíamos en verdad, y ¿sabe qué? La mayor parte del tiempo en que estuvimos en esa condición de vida eso no nos importaba. Pero el amor de Dios y su misericordia es tan extraordinariamente grande, que Dios insiste en llamar y tocar a las vidas de aquellos que viven de espaldas a su verdad, y día a día les brinda la oportunidad de que respondan a su llamar. Y si usted hoy disfruta de la certeza de la salvación que es en Cristo Jesús, no olvide jamás que usted estaba muerto; si hoy usted tiene paz y buena esperanza por el Evangelio, no olvide que antes estaba muerto, sin Dios y sin esperanza en el mundo; si ahora usted es cristiano y toda su vida ha cambiado para bien, jamás olvide que usted estaba muerto, separado de Dios, encadenado a sus pecados, y fue Cristo Jesús quien le sacó de esa condición, no fue su inteligencia, no fue su experiencia educacional, ni sus ideologías, no fue nada que usted tuviese ni nada que pudiese representar alguna facilidad o ventaja para ello, usted estaba verdadera y completamente muerto, rotunda y definitivamente muerto espiritualmente, fue únicamente la misericordia divina manifestada por Su bendita gracia en el poderoso mensaje del Evangelio del Dios bendito, lo que le sacó de ese estado de muerte y le trajo a la vida en Dios, a Él y sólo a Él sea la gloria y alabanza por siempre.

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios…”

            Parece ser que siempre necesitamos estar tras la búsqueda de algo. Necesitamos motivos, objetivos, algo que alcanzar, razones para vivir. Dios es la razón de las razones, el más elevado objetivo, la más prístina motivación. Y hasta que no reconozcamos este hecho viviremos en un permanente desasosiego y conflicto, y al final de todo, descubriremos que habremos perdido la oportunidad de vivir para Dios.

            El apóstol Pablo nos desafía a buscar las cosas de arriba. ¿Qué cosas son esas? ¿Cómo se buscan esas cosas?

            Lo primero que quiero mencionar es que en ese “buscad” está implícita una activa actitud que persigue la consecución de algo. El Señor Jesucristo dijo que la gente que no conocía a Dios hacía de las cosas materiales la principal preocupación de sus vidas. ¿Qué estamos buscando en nuestro vivir? ¿Por qué buscamos lo que buscamos?

            Las cosas de arriba son todas aquellas que están relacionadas con el reino de Dios. Las cosas de arriba son aquellas que han sido establecidas por la autoritativa Palabra de Dios. Muchos cristianos modernos se pierden en este punto al pretender buscar las cosas de arriba alejados de la Palabra de Dios. Eso simplemente es imposible. No se puede buscar a Dios de espaldas a su Palabra. Buscar las cosas de arriba implica obedecer y vivir en la realidad de lo que establece y nos demanda la palabra de Dios en cada área de nuestra vida.

            Las cosas de arriba son aquellas que hoy pueden resultarnos difíciles de afrontar porque no armonizan con los esquemas y valores de este mundo, pero que nos resultarán en inimaginables recompensas cuando estemos presentes ante el tribunal de Cristo. La Palabra de Dios nos desafía a vivir teniendo en cuenta que seremos juzgados por cada uno de nuestros actos, por lo que una de las cosas más importantes que podemos hacer en nuestro vivir es tratar de asegurarnos de vivir para la gloria de Dios, honrándole con todas nuestras acciones y decisiones.

            Las cosas de arriba son aquellas que llevan al cumplimiento de los propósitos de Dios en nuestras vidas. Nuestro Señor y Dios tiene un plan original (sin copias, ni repetido) para cada uno de nosotros; un plan maravilloso que contempla el que fructifiquemos abundantemente para Él. Pero ese plan sólo lo podremos conocer y cumplir si buscamos las cosas de arriba, si aprendemos a tomas decisiones deliberadas para honrar al Señor en nuestro vivir, si decidimos desechar lo pecaminoso, indigno y terrenal para ir en pos de lo justo, lo santo y lo celestial.

“…Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios…”

            Poned la mira” se podría traducir como “manténgase pensando en las cosas de arriba”. Creo que  la idea es enfatizar  el hecho de  que estamos llamados a vivir una vida con motivaciones diferentes a las de las personas que no conocen a Dios.

            Este mundo vende con muy elaboradas campañas sus anti-valores y terrenales recompensas. Ofrece placeres para todos los gustos. Promueve facilidades para ingresar en sus pecaminosos esquemas y en sus indecentes propuestas. Pero el creyente que está claro en cuál es su posición sabe que Dios le ha llamado a vivir para mejores y más elevados fines: el vivir para la gloria de Dios y el fructificar para Él y su reino. El mundo le ofrecerá placeres impuros pero el cristiano preferirá los placeres que se disfrutan con una conciencia limpia ante Dios. Los poderosos del sistema le ofrecerán hacer carrera apoyado en la corrupción, la altivez y la soberbia, pero el verdadero cristiano preferirá la cruz de su Señor y se dispondrá a aprender de Aquel que fue manso y humilde de espíritu y así hallará siempre satisfacción en su alma. Algunos le ofrecerán la posibilidad de obtener ganancia ilícita de dinero u otros bienes, pero el cristiano recordará a Aquel que no tenía donde recostar su cabeza, quien también dijo que la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. El mundo tratará de hacerle sentir y ver como un ciudadano de segunda y le despreciará por causa de su fe, pero el cristiano sabe que nada puede hacer el hombre contra él, que su vida está escondida con Cristo en Dios, y que así como nuestro gran Dios y Salvador al estar en el mundo no fue reconocido, sino que fue rechazado y maltratado, así sucede que, muchas veces, los hijos de Dios por causa de su fe son despreciados, desconocidos, vejados, maltratados, ignorados a propósito, ridiculizados y tenidos por pobres porque profesan creer y no se atreven a vivir sin tomar en cuenta a Dios en sus vidas. Pero no siempre será así, no reinará el mal para siempre, no reinará la injusticia para siempre, el inspirado apóstol declara con profética certeza…

“…Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces, vosotros seréis manifestados con Él en gloria

            Cristo es nuestra vida. Nuestra vida, porque nos dio perdón de pecados y vida eterna por medio de su muerte en la cruz. Nuestra vida, porque de Él recibimos aliento y poder en el día a día. Nuestra vida, porque únicamente Él puede darle perfecto y completo sentido a nuestro existir. Nuestra vida, porque sólo por medio de Él tenemos absoluta confianza del destino de nuestro camino aunque el curso en el presente nos resulte incierto. Nuestra vida, porque en Él lo tenemos todo, y separados de Él nada podemos en verdad hacer.

            Nuestro Señor Jesucristo se manifestará. Se manifestará y todo ojo le verá. Se manifestará y nosotros seremos semejantes a Él (1 Juan 3:2). Se manifestará en gloria con los ángeles de su poder, y nosotros también nos manifestaremos entonces con Él en esa su bendita y deslumbrante gloria…

  

En Julio de 2022

Antonio Vicuña.  

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