martes, 31 de marzo de 2020

La Roca más alta



Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo
(Salmo 61:2-3)

            Una verdad que bastante a disgusto nos vemos obligados a aceptar es la de nuestra pequeñez y fragilidad ante la vida. La mayoría la reconocemos pasados ya una buena parte de nuestros años. No pensamos en ello cuando somos niños, tampoco en nuestra adolescencia; quizá algunos se acercan un poco a ese pensamiento en la juventud temprana, pero casi todos, la gran mayoría, lo vemos con claridad y lo aceptamos en nuestra edad cabal, en nuestra etapa estable y madura de la vida.
            Sabemos que estamos madurado cuando comenzamos a pensar en las consecuencias de nuestros actos, en el alcance de nuestras fuerzas, en los límites de nuestras capacidades, pero quizá más importante aún, cuando podemos ver lo pequeños que somos ante el imponente y avasallante río de la vida, el cual, avanzando indetenible y sin hacer caso de nada ni nadie, se dirige hacia el propósito que sólo el Dios eterno le ha establecido.
            Al ser más conscientes de nuestro lugar en la vida, y al tratar de vivir más intencionadamente para Dios, nos damos cuenta de que es muy poco lo que está realmente bajo nuestro dominio y control: casi únicamente lo que nosotros mismos hacemos y pensamos, todo lo demás está fuera de nuestro control. Lo cual no sería motivo de preocupación si todo “afuera” marchase bien y ordenadamente, justa y equilibradamente, limpia y cristianamente, pero todos sabemos y hemos comprobado que lamentablemente no es así. El mundo en que vivimos está lleno de problemas, plagado de males, de gente peligrosa y maliciosa, de situaciones que demandan y exigen que nos esforcemos y trabajemos duro si aspiramos vivir con algo de tranquilidad y bienestar ganados honradamente. La vida entonces se vuelve así para la mayoría de nosotros una búsqueda permanente de seguridad, de un tratar de asegurar lo necesario para el presente, y, si es posible, también para el mañana. Se vuelve el vivir, como dijo Job, una constante brega desde la mañana hasta la noche (Job 7:1). Eso no está mal, simplemente es la condición del vivir en esta tierra. Para comer hay que trabajar afirmaría el apóstol Pablo a los creyentes de Tesalónica (2Tesalonicenses 3:11-12), el trabajar cansa, y porque se está cansado se duerme mejor (Eclesiastés 5:12). Pero aún haciendo las cosas que nos corresponde hacer como personas y como creyentes que somos, muchas veces somos sorprendidos por problemas inesperados, situaciones indeseadas que nos empujan contra las cuerdas, y nos llevan al límite de nuestras posibilidades. Son las aflicciones de los justos (Salmo 34:19) de las cuales el Señor promete sacarnos; son las preocupaciones que enfrenta todo matrimonio y cabezas de familia, las cuales quería el apóstol Pablo evitarles a los que pensaban en casarse (1Corintios 7:28); son los problemas y tristezas que todo creyente que vive en este mundo tiene que enfrentar con la confianza puesta únicamente en el fiel Señor y su palabra  (Juan 16:33).

            Hoy consideraremos este precioso texto bíblico del Salmo 61:2-3, el cual encuentro muy apropiado para los tiempos que estamos todos viviendo.
1

Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare…

Es como si el salmista dijese: “Desde el último rincón de la tierra te voy a llamar cuando tenga problemas y me sienta preocupado y sin fuerzas”.

Solo el Espíritu Santo pudo inspirarle a expresarse de esa manera tan particular. Y allí está reflejado el sentir de todos los que en determinados momentos enfrentamos problemas que están más allá de nuestras fuerzas y posibilidades. A veces la vida nos arrincona de tal manera que nos sentimos como si estuviésemos lejos de todos y hasta de Dios, y lo peor, con el corazón desmayado ¿conoce esa sensación? Es una muy desagradable y terrible sensación, como un susto que no se quita del corazón, como una falta de reposo interior. Todos la experimentamos en algunas ocasiones.
La solución y la cura es clamar al Señor. El problema no es que tengamos problemas. Tampoco que nos sintamos arrinconados y como que nadie nos puede ayudar. Ni es extraño y satánico que nuestro corazón a veces esté como sin fuerzas. El problema es que estando enfrentando esas cosas, propias y normales del vivir en un mundo arruinado por el pecado, no clamemos al Señor, quien es el único que nos puede ayudar y dar la victoria en todas esas situaciones. De allí la bendita y oportuna disposición del salmista en medio de su situación, él dice: clamaré al Señor cuando se me desmaye el corazón. Nosotros también podemos y debemos hacer lo mismo. De hecho es lo mejor que podemos hacer. ¿Lo estás haciendo?

2

…Llévame a la roca que es más alta que yo…

            La necesidad de todo aquel que está en apuros es la de recibir ayuda. Pero esa ayuda sólo puede venir de alguno que no esté en la misma situación que él. Nadie puede dar lo que no tiene. Un ciego no puede guiar a otro ciego (Lucas 6:39); un predicador falso no puede dar el verdadero mensaje de Dios (Mateo 7:15-16); alguien que tenga el corazón lleno de necedades y sandeces no podrá dar el buen consejo al que lo necesita (Mateo 12:34-35). Para salir del agua se necesita pisar una roca más alta.
Y aunque muchas veces recibimos buena, oportuna y suficiente ayuda de parte de nuestros amigos, familia, hermanos en la fe, y hasta de parte de desconocidos, hay ocasiones donde sólo Dios puede darnos la ayuda que necesitamos (aunque no debemos dejar de ver que toda ayuda en verdad la recibimos de Dios, sea cual sea el instrumento que él haya utilizado).

Y es en ese reconocimiento maravilloso y transformador donde está la clave y corazón de toda experiencia cristiana. Cuando una persona puede al fin ver, por los ojos de la fe y del entendimiento, que Dios el Señor es la Roca más alta a la que puede ser llevado, entonces ya está a salvo, no importa donde haya antes estado, ni tampoco importa lo que pase luego.

¡El Señor es La Roca!

La roca para todo aquel que está en peligro de inundación
La roca para el que se le está viniendo todo abajo
La roca para aquel que está fatigado con el calor
La roca para edificar con seguridad
La roca para descansar y renovar las fuerzas en el camino del vivir
La roca para alcanzar protección ante el peligro y asedio del mal
La roca para ver con verdadera claridad el horizonte de la vida

…Llévame a la roca que es más alta que yo…

Nuestro Señor y Dios es la roca alta, la roca más alta en verdad. No hay otra roca como el Señor, no hay una más fuerte, más segura, más confiable, más elevada, más antigua, más fresca, más limpia y perfumada. Roca de salvación, fortaleza, descanso, seguridad, visión, confianza, consuelo y aún de esperanza.

Bendito todo aquel que puede hacer del Señor su roca y confianza. No será avergonzado en el mal tiempo. Edificará para la eternidad sin sufrir pérdidas. Vivirá seguro y a salvo del mal.

3

…porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo

            Sólo me queda por expresar que aunque tenemos verdaderos enemigos (Efesios 6:10-12), y el conflicto a veces se hace agotador y muy costoso (Hebreos 10:32-33), sin embargo la victoria ante el enemigo será segura si permanecemos refugiados en la Roca y hacemos de ella nuestra torre fuerte. Si desde esa torre fuerte que es el nombre del Señor (Proverbios 18:10) peleamos nuestras batallas, resistimos los ataques, trazamos nuestros planes y estrategias, buscamos consejo y ayuda, repito, nuestra victoria será segura.

            Hemos reconocido nuestra debilidad y necesidad de perdón y salvación ante el único que puede perdonar y salvar. Él ha prometido además de perdonar y salvar, librar y dar la victoria si permanecemos firmes en nuestra confianza para con él. Ciertamente dará la victoria a todos los que en él esperan y confían. Se mostrará como el texto bíblico de hoy nos lo ha mostrado: como La Roca más alta a la que podemos acudir confiados y esperanzados para nunca ser defraudados.

            Adelante hermano, hijo de Dios, confía en tu Roca. Confía en que es lo suficientemente alta como para que estando en ella las aguas no te alcancen. Confía en que es lo suficientemente fuerte para soportar todos los embates y sacudidas de los malos tiempos sin ceder ni resquebrajarse. Confía en que es lo suficientemente firme y estable como para ofrecerte seguro refugio por siglos de siglos desde estos días hasta la eternidad. 

Antonio Vicuña
Compartir

No hay comentarios:

Publicar un comentario