martes, 22 de octubre de 2013

RESTAURANDO...




RESTAURANDO A UN CREYENTE
UNA MIRADA AL MÉTODO BÍBLICO
(Por: Juan Carlos Torres)

“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”
(Gálatas 6:1)

Aquí la palabra griega usada para “restauradle” es katartizein, del verbo katartízo, la cual puede ser también traducida como completar, perfeccionar totalmente, reparar, remendar, equipar completamente. También podría referirse a alzar, sostener, cargar o llevar cargando. En Efesios 6:1, el verbo está conjugado en presente progresivo, lo cual indica que consiste en un proceso que amerita paciencia.

Otras de las palabras que son usadas en el griego para referirse a la “restauración”, son:

- Apokatastasis. Apo (de nuevo) y katistemi (poner en orden). Reordenar, devolver a una persona, traerla de vuelta.
- Anoikodomeo. Ana (otra vez) y oikodomeo (construir, edificar). Volver a construir, reedificar.
Todas dan la idea de pretender arreglar o corregir lo que se ha alejado de su condición original.

En este pasaje el apóstol Pablo se está refiriendo a este mismo proceso pero, en este caso, en relación a un hermano que ha sido sorprendido en una falta, un creyente que ha pecado. De tal manera que katartízo es la palabra usada para referirnos a lo que conocemos como “disciplina cristiana”. Profundizar en su significado nos ayudará mucho a comprender correctamente el método y los propósitos de dicho procedimiento.

Uno de los usos que le daban los griegos era el de “ajustar un miembro dislocado o roto”. Y es que la disciplina cristiana nunca ha de ser un castigo retribuyente ni una simple venganza tomada del malhechor. “Disciplinar” o “restaurar” quieren decir "recomponer" a un hombre, "repararlo". La disciplina reconoce al hombre como “experimentando un daño”. También se relaciona con "equiparlo" mejor para hacer frente a las tentaciones de la vida, considerándolo como enfermo e inadecuadamente dotado, y es la comunidad cristiana la que tiene el deber de enviarlo más capacitado al mundo para que pueda salir airoso cuando se enfrente con todo aquello que una vez lo derrotó. La disciplina juzga al que obra mal como uno que ha demostrado estar incapacitado para desenvolverse en la vida, y apela a la comunidad cristiana para dar a ese hombre un conocimiento más perfecto y una fuerza superior que le permita vencer el mal y hacer el bien.

Es importante notar que, teniendo todo esto en mente, Pablo acude a los que son “espirituales”, haciéndoles recordar el valioso pero escaso fruto de la mansedumbre, para de esta manera ser exitosos en el delicado procedimiento de salvar el alma de quien ha caído, que, de otra manera, podría perderse eternamente.

Finalmente, el Apóstol les recuerda a sus lectores que, al disciplinar al hermano, se consideren a ellos mismos como vulnerables también ante la tentación. Esta “dosis” de humildad les impediría excederse en el método. Así, pues, cuando estudiamos el tema con detenimiento, vemos que la disciplina cristiana nunca es vengativa, retributiva ni sádica. Siempre ha de ser constructiva, y ha de ser aplicada única y solamente por amor, para de esta forma ayudar al hermano en la fe que, tristemente, se ha desviado del camino de santidad y obediencia a Dios.

Dios nos dé sabiduría, discernimiento espiritual, amor, coraje y firmeza en nuestra lucha con el pecado dentro de las iglesias y en nuestra misión restauradora y de reconciliación del hombre pecador con el Dios santo.

¡Dios les bendiga!

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