sábado, 21 de julio de 2012

EL ENGAÑO DEL PECADO



…que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado
(Hebreos 13:3)

Pocas cosas están tan claramente definidas en cuanto a su naturaleza y resultados en las Escrituras como lo está el pecado. Del pecado sabemos muchas cosas por la Escritura: su origen, su entrada en el mundo, su efecto devastador sobre la raza humana, sus consecuencias globales y personales, su final en la historia humana y el remedio que Dios ha provisto para combatirlo en la presente vida.

Aunque a primera vista pareciera simplista el decir que todas las tragedias, tristezas y ruina que se han visto en la vida de cada ser humano están relacionadas con la presencia del pecado, en realidad no lo es. Al contrario, el poder llegar a reconocer que la presencia del pecado ha sido la causa de toda la ruina de la humanidad, es “dar en el blanco” precisamente. Piense usted en la vida sobre la tierra libre de maldad: sin violencia, asaltos, muertes por asesinato; pero también en la vida libre de todos aquellas bajas pasiones: sin envidias, sin odios, sin codicias, sin malos deseos de ninguna naturaleza; pero además piense en la vida que disfrutaríamos si todos viviésemos con el corazón solamente habituado a lo bueno, a lo justo, a lo limpio, a lo recto, amando a Dios por sobre todas las cosas, compartiendo con aquellos que están en necesidad, consolando a aquellos que sufren por causa de alguna pérdida, estimulando y animándonos a dar y a hacer aflorar solo lo mejor de cada una de nuestras capacidades. Pero esa sería otra vida, otra historia, otra tierra, muy diferente a la que hoy vemos, ¿Por qué no vivimos de esta forma? Creo que la respuesta en parte tiene que ver con el tema que hoy nos ocupa: el engaño del pecado.

Entre las muchas características que podríamos mencionar acerca del pecado hay una que expresa su efecto e influencia en el corazón humano: el pecado engaña, seduce, atrapa, desvirtúa la realidad y embota el entendimiento. Corrientemente definimos el pecado como “errar el blanco”, pero esa definición no es del todo apropiada, sobre todo cuando consideramos el hecho de que el errar el blanco es solo el resultado final de un proceso que comenzó con anterioridad: el proceso del engaño del pecado.


Siendo que el pecado es como una infección que afecta la percepción de la realidad espiritual de las cosas, la única alternativa segura para ser librados del mismo y de su maligna influencia es acudir a la provisión de Dios en su palabra, en la sangre de Jesucristo, y en el poder de su Espíritu Santo. La provisión de la palabra de Dios nos brinda un diagnóstico certero y confiable de nuestra condición y necesidad; la provisión de la sangre de Jesucristo nos permite recibir plenamente el beneficio de la victoria del Señor sobre el poder del pecado en la cruz del Calvario, esto es, perdón y restauración junto con una conciencia libre y en paz para con Dios; y la provisión del poder del Espíritu Santo nos capacita para vivir la vida que Dios desea que llevemos: una vida victoriosa y santa en este mundo para la gloria y alabanza del Señor.

Veamos como se aprecian estos principios en los sucesos relacionados con la caída de Adán y Eva en Edén según Genesis 3: 1-21.
En primer lugar le invito a considerar todo este pasaje como la descripción del proceso del accionar del pecado sobre la conciencia y voluntad humana. La serpiente que habla a Eva, es la portadora del pecado, lo único que persigue y busca con toda astucia e intención es inyectar su mortífero veneno en la vida y experiencia humana. Adán (que no aparece en todo este crítico momento) y Eva están, hasta ese momento, en estado de inocencia, libres de pecado, limpios, con el pensamiento y corazón tan cristalinos como el más puro de los diamantes; han recibido la palabra de Dios, conocen a Dios, y tienen una vida con propósito y buena esperanza. Dios quien creó al hombre a su imagen y semejanza y le colocó en el huerto de Edén para que lo labrase y cuidase, también ha dotado a su representante con una voluntad libre, capaz de decidir por el bien o eventualmente por el mal, y aunque ese es el riesgo que toda libertad conlleva, no debemos olvidar que Dios hizo al hombre para la vida, para la justicia, para el amor, y sobre todo, para que manifestase la gloria y alabanza de su Creador. En ese estado de perfección y pureza, de armonía y paz, de entendimiento y propósito es que hace su aparición el pecado y su engaño.    

¿Con que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
(Génesis 3:1)

Todo engaño se presenta con pretensiones de veracidad, con apariencia de verdad, con atuendo de honradez. La serpiente inicia su asedio haciendo referencia a medias verdades. Tan rápidamente lanza su adornado anzuelo que Eva no hará el menor intento de rechazarlo. Dios en verdad habló y en verdad hizo una prohibición relacionada con el fruto de un árbol; pero la serpiente distorsiona intencionalmente la palabra de Dios para así obtener la atención de Eva. Toda distorsión de la palabra de Dios es peligrosa y debe ser rechazada enérgicamente o más temprano que tarde traerá trágicas y lamentables consecuencias. Lo mejor y más seguro siempre será que a la palabra de Dios ni quitemos ni añadamos, ya que ella perfecta y completa está. Muchos engaños en el pueblo del señor han comenzado con un pequeño cambio de énfasis; un cambio desde lo que en verdad enseña y establece la palabra de Dios hacia aquellas cosas que los hombres desean y quieren enfatizar y establecer. Muchos engaños en la vida de hombres y mujeres que aman a Dios han estado relacionados con el dar lugar a pretensiones y pensamientos que aunque en el fondo se sabía, eran de cuestionable procedencia, sin embargo se ha insistido en presentarlos con lenguaje y ademanes cristianos en busca de aceptación. Eva respondió a la serpiente, ingenua de que ya estaba siendo seducida y estaba jugando al juego de Satanás, y le dijo:

Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis
(Génesis 3:2-3)

Pareciera que Eva está firmemente parada en la palabra de Dios, pero la realidad es que su firmeza es solo aparente. Aunque aún retiene la palabra de Dios, ya hace cierto tiempo que ha caido en el proceso de seducción; la astuta serpiente ha estado embobando a su victima. De la distorsión de la palabra de Dios Satanás pasará a la clara y descarada negación de la misma.  Pero la experiencia de Eva se repite en la vida de muchos: multitud de creyentes que están en posesión de la palabra de Dios están siendo seducidos por el engaño del pecado. El apóstol Pablo dice a los hermanos de Corinto: “…temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2Corintios 11:3)
   
La solución no es otra: debe ocurrir un volver a la palabra de Dios de todo corazón. Lo que necesitan muchos cristianos de nuestro tiempo no es otra cosa que un reencuentro en humildad y sencillez con la palabra de Dios. Un reencuentro que les permita recobrar la lucidez y la fe sencilla que acepta la palabra de Dios tal cual es: perfecta que convierte al alma; poderosa y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos; espíritu y vida y medicina para nuestros huesos; lámpara para nuestros pies y lumbrera para nuestro camino. Todo aquello que insinúa que apartemos nuestro corazón de la palabra de Dios proviene de la misma serpiente que sedujo a Eva; no busquemos otras interpretaciones de la palabra de Dios que nos permitan justificar malos deseos, porque seremos avergonzados.

No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal
(Génesis 3:4)

            La oferta estaba hecha, el engaño estaba servido como en bandeja de plata ante Eva en toda su magnitud y fuerza.

Uno de los puntos fuertes del pecado es que promete mucho. Prometió a Eva que no moriría; prometió que ella llegaría a ser como Dios, y prometió, finalmente, que ella conocería no solo el bien, sino también, la otra cara de la moneda, el mal. Pero el pecado siempre promete lo que no puede dar y Eva habría de quedar defraudada por entero en todas sus expectativas. Satanás actuó haciendo florecer deseos de grandeza en Eva. Le sedujo invitándole a desear cosas aparentemente buenas que le estaban siendo negadas por alguna desconocida razón. La convenció al señalar sus aparentes limitaciones. Pero antes negó rotundamente la palabra de Dios, acusando a Dios de injusticia, egoísmo y proceder sospechoso.
 El pecado continúa prometiendo mucho, por ello se explica que muchos sucumben ante su engaño. ¿Esta mal el desear prosperar y aspirar a una mejor y superior calidad de vida? No. Pero si ese prosperar y mejorar, compromete, niega, desdice y contradice, la palabra expresa de Dios,  a la final no será bendecido. ¿Esta mal que una mujer desee ser amada, elogiada y sentirse importante y valiosa para alguien? No. Pero por buscar a toda costa la satisfacción de esas latentes necesidades muchas hijas de Dios han sido seducidas por el engaño del pecado, y finalmente lo que han hallado es deshonra, vergüenza y sufrimientos. Que ninguno piense que podrá burlar la paga del pecado en algún sentido; todo aquel que olvidándose de su Dios va tras la ilusión de las promesas del pecado quedará avergonzado. Más temprano que tarde todas las promesas del pecado serán rotas y todas sus dádivas amargarán la vida de aquel que las recibió. La vida entera no basta para olvidar la vergüenza y el mal que el engaño del pecado nos puede ocasionar. Por lo que lo mejor es seguir el antiguo precepto: temer al Señor y apartarse del mal, ya que en ello está la inteligencia y el principio de la sabiduría (Job: 28:28).
Eva sin embargo estando en estado de seducción buscó la sabiduría de otra forma, así leemos:
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable par alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella
(Génesis 3:6)

Todo el proceso de la seducción y engaño del pecado parece estar contenido en este versículo de la Escritura. Eva vio, miró, consideró…que el árbol era bueno para comer…que era agradable a la vista…que era codiciable, deseable, mientras más lo miraba más deseos tenía de tomar de su fruto.

Casi toda tentación comienza y se desenvuelve de la misma manera: un mirar, un considerar, un pensar, un especular sobre posibilidades, y finalmente un codiciar o desear. Pero lamentablemente el proceso no termina allí. La Biblia nos dice que Eva “…tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”. Finalmente Eva extendió su mano a las fauces de la serpiente para ser mordida por esta. Mientras pensaba e imaginaba que tomaba el fruto que la llevaría a la inmortalidad y a la máxima felicidad imaginada, en realidad estaba lanzándose a la deshonra, abriendo su alma a la amargura e invocando el castigo y juicio de Dios sobre su vida y la de los suyos. El relato de este triste suceso se completa con las siguientes palabras:

“…y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella
(Génesis 3:6)
            Una vez que el pecado ha infectado a Adán y Eva ellos experimentaron lo inverso de una conversión: su entendimiento se oscureció; su corazón se lleno de temores; quedaron esclavizados al pecado e imposibilitados para hacer el bien; perdieron la confianza y libertad de que disfrutaban para con Dios; jamás volvieron a experimentar esa paz prístina que disfrutaban cuando vivían en inocencia; una tendencia corrosiva, envilecedora y malvada fue manifestándose cada vez con mayor fuerza en sus vidas y en la de sus hijos. La intervención divina es lo único que dejó un rayo de esperanza en medio de aquel cuadro sombrío y desolador. Una promesa divina. Un tipo anticipado de la redención futura del pecado para los descendientes de Adán. Entre los importantes ajustes y juicios que Dios decreta sobre la raza humana a causa de haber tomado elección por la propuesta del engaño del pecado, Dios anuncia a la serpiente:
Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar
(Génesis 3:15)
  
            Esta preciosa promesa que los teólogos han convenido llamar “el protoevangelio”, es la primera insinuación del evangelio en las Escrituras. La simiente de la mujer no es otro que el Señor Jesucristo, quien en la cruz del calvario habría de herir mortalmente a la serpiente antigua aunque resultando herido al hacerlo. Fue tan contundente y poderosa la victoria del Señor en la cruz para salvarnos del engaño del pecado, que nos brinda el ser libres en tres esferas diferentes: libres de la culpa del pecado; libres del poder del pecado; y libres de la presencia del pecado. Solo el señor Jesucristo puede librar a los hombres del engaño del pecado, él, que como dijo el apóstol Pedro, “no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1Pedro 2:22-24).

¿Reconoces, tu que lees estas líneas, que el engaño del pecado te ha estado seduciendo de alguna forma?, ¿Te sientes mal porque sabes que tu llamado es a vivir con la palabra de Dios en tu mano y corazón?

        Hoy tu puedes comenzar a caminar en la verdad, alcanzar perdón y vivir con una conciencia limpia y en paz para con Dios. El Señor ha provisto la gracia necesaria para que podamos vencer y ser libres del engaño del pecado. En ocasiones algunas necesidades no cubiertas se convierten en foco de lucha en nuestro corazón; puede que por esas necesidades te sientas vulnerable en determinadas áreas, pero quiero recordarte que, sea cuales sean tus urgencias y necesidades, hoy puedes abrazar la verdad en la persona del Señor Jesucristo y confiar sin reservas en el poder y la fidelidad de Dios. 
         
            En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.

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3 comentarios:

  1. soy cristiana, me es de bendición esta página
    que Dios los siga bendiciendo abundantemente.

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  2. Quiero decirle que es una bendicion muy grande de Dios a cada uno de los que leemos estas disertciones escritas por un verdadero siervo suyo. Dios le siga usando por mucho tiempo de esta manera.

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  3. Dios le siga bendiciendo en gran manera porque Dios le ha dado mucha sabiduría para edificación del alma de todo aquel que lee este mensaje de reflexión a mi me a llenado mi alma. La gloria sea para Dios y que sigamos usando su vida. Bendiciones

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