La vida cristiana es en ciertos sentidos muy sencilla; consiste en confiar en Dios y vivir en dependencia y sujeción a él. Pero, al mismo, la vida cristiana es sensible de ser afectada por diversos factores: un pensamiento, un problema, un acto de rebeldía interior, un desacuerdo con alguna persona, un prejuicio, una situación inesperada, un suceso que no logramos comprender, etc. Algunas de estas cosas pueden constituirse en un serio tropiezo en el caminar del cristiano. En esta oportunidad quiero invitarte a considerar tres tipos de tropiezos que debemos evitar en nuestro caminar con Dios.
1.- El tropiezo de los prejuicios.
Algunos creyentes tenemos problemas en nuestro caminar cristiano por mantener prejuicios e ideas impropias acerca de las personas. Estas ideas pueden constituirse en barreras para que nos acerquemos a ellas, o en un bloqueo para recibir lo que Dios quiera darnos a través de ellas.
El tropiezo de los prejuicios no es algo extraño o novedoso, mucha gente tenía prejuicios en contra del Señor Jesucristo; tenían prejuicios por su apariencia, por su gentilicio (nazareno), por su procedencia (su familia y las circunstancias de su nacimiento), por sus actitudes (bebía vino y comía con los pecadores), por sus atrevidas conductas (entablaba conversaciones con mujeres de dudosa moralidad), etc. Nos asombraría saber cuántas personas, por prejuicios que albergan en sus corazones, no se atreven a pisar una iglesia cristiana evangélica. Pero igualmente nos asombraría el ver cómo en la vida de los cristianos también existen muchos prejuicios para con la gente de afuera (los no cristianos) e incluso para con los de adentro (hermanos en la común fe), y hasta para con una multitud de aspectos de la vida diaria.
En Marcos 9:38-40 vemos que Dios obra a través de creyentes que son muy diferentes a nosotros y que se conducen de forma distinta a nosotros:
“Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.”
En 2Crónicas 35:20-24 vemos que a veces Dios utiliza para sus propósitos a personas que ni siquiera son creyentes, e incluso, habla a los suyos por medio de ellos:
“…Necao rey de Egipto subió para hacer guerra en Carquemis junto al Eufrates; y salió Josías contra él. Y necao le envió mensajeros, diciendo: ¿Qué tengo yo contigo, rey de Judá? Yo no vengo contra ti hoy, sino contra la casa que me hace guerra; y Dios me ha dicho que me apresure. Deja de oponerte a Dios, quien está conmigo, no sea que él te destruya. Mas Josías no se retiró, sino que se disfrazó para darle batalla, y no atendió a las palabras de Necao, que eran de boca de Dios; y vino a darle batalla en el campo de Meguido.”
En Hechos 10:9-20 vemos cómo Dios trató con Pedro para quitar los prejuicios de este para que se pudiese acercar a los gentiles con el evangelio:
"Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo. Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta. Y llamando, preguntaron si moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado."
Estos ejemplos nos muestran que a veces Dios obra de forma completamente diferente de como nosotros esperaríamos que obrase; que a veces hace cosas que rompen todos nuestros esquemas, puesto que no cuadran con nuestra forma de pensar y de creer. Pero estos ejemplos también nos muestran la necesidad que tenemos de permitir que Dios obre profundamente en nosotros y quebrante los prejuicios que están en nuestras vidas. Solo así podremos ser usados con mayor amplitud para el reino de los cielos y lograremos experimentar la plenitud de esa vida abundante que Jesús nos vino a dar.
2.- El tropiezo de las motivaciones inadecuadas.
A veces el tropiezo viene por un problema de motivos. En la vida cristiana no basta con hacer lo correcto; es necesario que lo correcto sea hecho por los motivos correctos. Un ejemplo de lo que la Biblia afirma con relación a este aspecto lo encontramos en Isaías 58:1-8, donde se dice:
Así, por ejemplo, ningún creyente duda del valor de la oración y la necesidad de orar por la conversión de nuestros amigos y familiares, pero una esposa puede orar por la conversión de su esposo, y hacerlo por motivos equivocados. Así mismo, un Joven puede orar por su pronto inicio en el ministerio por motivos incorrectos e impuros. Me temo que muchos creyentes se presentan ante el altar del Señor presentando ofrendas que quizá no son del todo aceptables delante de nuestro Señor, y ello por razón de los motivos subyacentes en sus acciones. Por lo que repito: en la vida cristiana no basta con hacer lo correcto; hay que hacer lo correcto por los motivos correctos.
En Lucas 18:10-14 tenemos un extraordinario ejemplo de lo que estamos tratando:
“Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo de lo que gano. Más el publicano, estando lejos, no quería ni aún alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, se propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”
El fariseo oraba, pero lo hacía “consigo mismo”; tenía una conducta honrada y una buena reputación: Oraba, ayunaba y diezmaba fielmente. Quizá aventajaba en mucho a no pocos creyentes, solo que tenía un pequeño problema...su motivación. Cuando no atendemos a los motivos que soportan nuestra conducta corremos el riesgo de perder a Dios en la práctica de nuestra fe, y quedarnos con una “religión correcta” pero que en el fondo está centrada en nosotros y no en Dios. Debemos cuidar que el centro y motivo de nuestro proceder sea Dios y no nosotros.
No basta con que hagamos lo que se espera que hagamos; tenemos que tener conciencia y entendimiento de por qué hacemos lo que hacemos y para qué hacemos lo que hacemos.
3.- Tropiezos más sutiles.
Finalmente quiero mencionar que hay algunos tropiezos que son mucho más sutiles, y los son porque se producen en la práctica misma de la devoción para con Dios. Es así como vemos que en Juan 5:39-40 Jesús objeta la relación que un grupo de personas tenían para con las Escrituras; les exhorta a escudriñar la palabra de Dios de una forma diferente a como lo estaban haciendo. Les dice que en el fondo ellos viven una fantasía: les parece que tiene la vida en la letra de los mandamientos, pero no es así. Les declara que él (Jesucristo) es el tema central de las Escrituras, y, por consiguiente, deplora la inadecuada respuesta de ellos para con las Escrituras, les dice: “…no queréis venir a mí”.
Debemos aprender a ver y encontrar a Dios en cada encuentro que tenemos con las Escrituras. De lo contrario nos quedaremos con una Biblia vacía de presencia, vacía de vida, vacía de poder; ¿es posible esto? Si, es posible quedarse con la cáscara y perderse del verdadero fruto; es posible participar de la letra y no participar del Espíritu; es posible quedarse con la sana doctrina y perderse del poder del Espíritu.
Las Escrituras son un medio para acercarnos a Dios, no son un fin en sí mismas. No nos podemos conformar con la práctica y expresión de nuestra fe como una actividad buena en sí misma. No es suficiente con pensar que es bueno leer la Biblia , orar, congregarse, ofrendar, es bueno esto o aquello; debemos ir más allá, y encontrar a Dios detrás de todo aquello, tener un encuentro real, práctico y sentido, en cada una de esas cosas: tener un encuentro con Dios en la lectura de la Palabra ; un encuentro con Dios por medio de la oración; un encuentro con Dios en medio de la congregación; ver en el ofrendar un acto de adoración a Dios, etc.
Dios debe profundizar su obra en nosotros, y ello implicará trabajar con nuestros prejuicios, con los motivos de nuestras acciones y, quizá lo más importante con el hecho de que aprendamos a encontrarnos con él en el día a día, para que así podamos percibir y vivir nuestra vida como un continuo y sostenido acto de devoción y adoración para con él.
En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.