"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta"
(Romanos 12: 2)
Se cuenta la historia de un hombre que decía que se había convertido. Un viejo compañero suyo que conocía su pasado oyó la noticia y le llamó por teléfono.
--Pepe, me dicen que te has metido en religión.
--Sí, es cierto –fue la réplica.
Su amigo continuó:
--Entonces, supongo que vas a la iglesia cada domingo.
--Así es – le dijo Pepe. –Empecé a ir hace cinco semanas y no he perdido ni un solo servicio religioso.
--Y supongo que vas a dejar de fumar y de beber.
--Ya lo he dejado –contestó Pepe-. De hecho, no he tocado ni un pitillo mi he gustado una sola gota de licor desde que hice profesión de fe.
Su amigo se detuvo por un momento y, acordándose del mucho dinero que Pepe le debía, le dijo con toda intención:
--Supongo que ahora que te has metido religión vas a pagar también tus antiguas deudas, ¿no es cierto?
En aquel momento Pepe se olvidó que había profesado fe y replicó con ira mal disimulada:
--¡Oye un momento! ¡Ahora ya no estas hablando de religión! ¡Estás hablando de negocios!
(Tomado de: “Enciclopedia de anécdotas e ilustraciones”. Samuel Vila #601)
La vida de una persona que abraza la fe cristiana casi siempre se convierte en el centro de interés de algún “observador cercano” (un amigo o un familiar), porque comienza a mostrar señales y evidencias de profundos y marcados cambios. La nueva vida es, en esencia y carácter, muy diferente a la que hasta entonces se llevaba. Una obra transformadora ha comenzado ha desarrollarse a nivel del elemento más fundamental del ser, el de los pensamientos y el corazón, y esta obra resultará en una personalidad transformada por entero fundamentada en una nueva y superior norma moral para el vivir (la voluntad de Dios), y en un proceso continuo de crecimiento y renovación personal. Una “visión cristiana” que no dé el valor requerido a esta nueva condición moral en la persona, no es verdaderamente cristiana. Por lo que, una de las más evidentes obras de la gracia divina en el ser humano, es su transformación moral, la cual contempla, entre otras cosas, la renovación y cambio del modo de pensar.
"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
(Romanos 12: 2)
La versión internacional expresa la primera parte del verso con las siguientes palabras:
“No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente”
Y la Biblia Latinoamericana lo presenta con las siguientes palabras:
“No sigan la corriente del mundo en que vivimos, mas bien transfórmense por la renovación de su mente”
La palabra “susquematizo” (conformarse), usada por la versión Reina-Valera, significa “dar la misma figura o apariencia; conformarse uno mismo; darse uno la forma de”. Este verbo tiene una referencia más especial para aquello que es pasajero, inestable, mutable y transitorio. Aplica bien para cambios externos pero no podría expresar adecuadamente la transformación interna.
La palabra aión (“Siglo”) literalmente significa edad; se refiere a un período de tiempo. Pero en su uso neotestamentario el sentido de esta palabra no es el de la longitud de un período de tiempo, sino, el de un periodo marcado por características espirituales o morales. La expresión “este siglo” en el nuevo testamento describe a todo el vasto y complejo sistema que el hombre ha concebido para vivir su vida de espaldas a Dios.
Algunas de las características que las Escrituras muestran con relación a este siglo:
- Un siglo caracterizado por el afán (Mt 13.22)
“El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa”
- Un siglo que tiene sus hijos característicos (Lc 16.8)
“…los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz”
- Un siglo que tiene sus príncipes (1 Co 2.6-8)
“…hablamos sabiduría no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio…la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció”
- Un siglo que tiene su sabiduría (1 Co 1.20; 3.19)
“¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? “…si alguno de vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios”
- Un siglo que tiene sus formas (Ro 12.2)
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”
- Un siglo que posee un carácter determinado (Gl 1.4)
“…el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo”
- Un siglo que tiene su propio dios (2 Co 4.4).
“…en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos”
El texto que estamos tratando nos dice que como cristianos no debemos conformarnos a este siglo, en otras palabras, no debemos tomar la forma de este siglo, no debemos amoldarnos a la forma de este siglo. Tomar la forma de este siglo es actuar de acuerdo con las pautas o costumbres imperantes en la sociedad, especialmente en los aspectos relacionados con valores morales y espirituales. Tomar la forma de este siglo es ver los diferentes aspectos de la vida (relaciones personales, objetivos y propósito de vida, sentido de justicia, etc) según la óptica y el cristal de aquellos que no conocen ni obedecen a Dios. Pero la Escritura no se agota en una orden negativa (“no os conforméis a este siglo”), sino que, como casi siempre lo hace, presenta una contrapropuesta positiva para nuestra bendición y realización en Dios, esto es:
“…sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”
¿Cuál es la propuesta de las Escrituras en lugar del amoldarse a este siglo? ¡La transformación!
Transformaos del griego “Metamorfoo”(Cambien de forma). Esta palabra es sumamente interesante porque destaca un cambio en lo interno en contraste con “susquematizo” (conformarse), que destaca un cambio externo y de apariencia. La respuesta de Dios para la superficialidad y la vida basada en apariencias es la transformación interna, la formación de la imagen de su Hijo en nosotros.
De qué sirve que tengamos apariencia de buenas personas si en realidad no lo somos.
Qué sentido tiene que se nos considere como buenos cristianos si solo es una apariencia que proyectamos.
Qué gracia tiene el hecho de que la gente piense que tenemos una vida feliz si en realidad no es así.
Por qué vivir según los estándares vacíos y huecos de la hipocresía de nuestra sociedad cuando podemos vivir con verdadero propósito y libertad según Dios.
Por qué marchitar y ensuciar nuestras conciencias y acostumbrarnos a la insensibilidad moral cuando podemos aspirar una buena conciencia hacia Dios y ser transformados, desde adentro, por la operación de la palabra y el Espíritu de Dios de Dios en nosotros.
Dios no nos ha llamado a vivir de apariencias y poses sino a vivir de realidades; a experimentar transformaciones concretas en nuestra vida de modo que lleguemos a ser hombres y mujeres que son conocidos porquen llevan la imagen y forma del Señor Jesucristo en sus propias vidas (Rom.8:29).
Pero el texto tiene aún otras cosas que decirnos:
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”
La palabra traducida por “renovación” es la palabra griega “anakainosis” la cual proviene de un verbo griego (anakainoo) que transmite la idea de “hacer de nuevo”, pero no en el sentido de reciente, sino en el sentido de “ser diferente, nuevo en forma o cualidad, de diferente naturaleza”. Y la palabra “entendimiento” viene del griego “nous” (mente) y hace referencia al asiento de la conciencia reflexiva, comprendiendo las facultades de percepción y comprensión, y las de sentimiento, juicio, y determinación.
La transformación de nuestras vidas, desde el lado humano, en lo que respecta a nuestra responsabilidad, está directamente relacionada con nuestra forma de pensar. Es necesario que seamos transformados por medio del cambio de nuestra manera de percibir y comprender el siglo en que vivimos; por medio del cambio en nuestra forma de relacionarnos emocional y afectivamente con el mismo; y por medio del cambio de nuestros juicios de valores y motivos por los que determinamos nuestras acciones. Esto implica que hay pensamientos en cada uno de nosotros que deben ser desechados y reemplazados por otros que estén en conformidad con la verdad divina. Que hay áreas de nuestra vida que necesitan ser vistas, entendidas, comprendidas, juzgadas, de una forma diferente a como hasta ahora lo hemos estado haciendo. Que es probable que descubramos que algunos de los valores y principios que sostenemos nacen de pensamientos que están en conformidad con este siglo y no en la imperecedera palabra de Dios.
¿Por qué es tan importante este asunto del pensamiento y su renovación en nuestra transformación ?
Porque nuestros pensamientos nos definen como personas (Pr.23:7; 27:19):
“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” “Como en el agua el rostro corresponde al rostro, así el corazón del hombre al del hombre”
Existe un gran obstáculo a vencer: la renuencia al cambio y la cristalización de la personalidad:
“¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?”
(Jeremías 13:23)
(Jeremías 13:23)
El poder de los hábitos establecidos en la vida de una persona es realmente grande, sin embargo, el cristiano que opta por la consagración cuenta con el poder del Espíritu Santo quien sobre la base de la palabra de Dios establece nuevos y santificados esquemas en la vida y pensamiento de aquel que camina en comunión con Dios.
La renovación del entendimiento no es algo opcional, sino que es un asunto de importancia vital para el creyente. De ello depende que podamos experimentar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Una mente no renovada, una mentalidad carnal, una forma mundana de ver las cosas es un obstáculo para conocer y experimentar la voluntad de Dios:
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
¿Cómo renovamos nuestro entendimiento?
Cultivando actitudes que nos conduzcan a asimilar un pensamiento en conformidad con la palabra de Dios.
Por el poder de la palabra de Dios: invierta tiempo en la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Obedezca a la Palabra de Dios.
Por la obra del Espíritu Santo: dependa del Espíritu Santo; pida su poder y su gracia para vencer; honre al Espíritu con su conducta, no lo constriste.
Por el fruto de la perseverancia y la constancia (fidelidad): aunque experimente fracasos y recaídas en determinadas áreas de su vida en las cuales reconoce su necesidad de renovación, no desista, insista, inténtelo de nuevo, persevere que fiel es el que prometió.
Rompiendo los viejos moldes: Deshágase de los viejos moldes, los viejos hábitos, las viejas conductas. Realice ajustes en su patrón de vida. Tome decisiones que le ayuden a fortalecer la nueva dirección que usted entiende, por la palabra de Dios, que el Señor le muestra para su vida; asuma el compromiso de vivir para Dios.
Hagamos todo aquello que el Señor nos indique por su Palabra y Espíritu, para que viviendo con un pensamiento renovado por la palabra de Dios, comprobemos su buena voluntad agradable y perfecta.
En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.
Gloriosa esta enseñasa fue de bendicion para mi vida.
ResponderEliminarfelicidades, muy buena enseñanza
ResponderEliminarPalabras de vida que edifican, palabras de vida que fortalecen, palabras de vida eterna.
ResponderEliminarGracias Señor.
Buena enseñanza de
ResponderEliminarsana doctrina!
Excelente enseñanza
ResponderEliminarDe mucha edificacion y renovacion para mi vida Dlos los bendiga
ResponderEliminarGracias por la explicación del texto Romanos 12:2
ResponderEliminarel Señor le bendiga ricamente.