Se puede definir esta palabra
como la anulación de una enemistad. Denota que las partes reconciliadas eran
hostiles entre sí. Destaca el hecho de hacer la paz donde antes había
enemistad. Reconciliación es una palabra que en el idioma original griego
comprende la idea de poner fin a un fuerte e intenso motivo que impulsa a
actuar y vivir en forma contraria o diferente del Otro (nuestro Dios y Señor). Poner
fin a aquello que nos impulsa a vivir y actuar de forma contraria y diferente
al carácter de Dios.
Es importante tener presente que
Dios no se hizo enemigo del hombre, sino que, el hombre se enemistó con Dios a
causa del pecado. Los que hoy somos creyentes
éramos antes enemigos de Dios. En tal sentido nos hace bien reflexionar
sobre “¿Qué es un enemigo?” ya que se trata de una palabra de grandes
implicaciones. Algunos pasajes que hacen referencia a esta condición en la cual
nos encontrábamos son: Romanos 5:10; Colosenses 1:21; Santiago 4:4; Juan 3:36.
Algunas personas piensan que con relación a los encontronazos que se tienen en la vida es suficiente con disponerse a olvidar el pasado (incluidos los errores, ofensas, faltas
y pecados cometidos), pero el olvidar, el pasar la página y disponerse a continuar con la
vida, no es suficiente para las demandas de la justicia: antes del
olvidar y pasar la página se debe proceder con la restitución de lo dañado, con
el pago de lo adeudado, con la disculpa por la ofensa proferida, con el
enmendar lo que fuere necesario. Lo mismo sucede en el plano de la relación
para con Dios y la necesidad de reconciliación; solo que en este caso el pago
que hace posible la paz de la reconciliación y cancela la enemistad, fue hecho
por el Señor Jesucristo en la cruz del Calvario.
Los pasajes principales en el
Nuevo Testamento que hacen mención de esta gran palabra son: Romanos 5:10-11;
2Corintios 5:18-20; Efesios 2:11-22 y Colosenses 1:15-22
Otro aspecto que merece ser
destacado es que las Escrituras no hacen mención de que Dios esté necesitado de
reconciliación con el hombre, sino que, contrariamente, el énfasis de la
Escritura es que el hombre debe reconciliarse con Dios (2 Corintios 5:20) por
causa de su hostilidad a causa de su condición de pecado y la enemistad de su
carne (Romanos 8:7).
Finalmente, al considerar la
gran disposición y actuación de Dios para hacer posible, real y disponible la
reconciliación para todo aquel que cree, debemos vivir siempre con esperanza y
un profundo sentido de gratitud en nuestros corazones para con él ya que si
antes fuimos enemigos, por su gran amor y misericordia ya nunca más lo seremos;
si antes la ira de Dios estaba sobre nuestras cabezas ya nunca más será así
sino que su amor, bien y misericordia nos seguirán todos los días de nuestra
vida; si antes éramos hostiles e ingratos, ya nunca más, después de haberle
conocido, debemos actuar así para con él.
Hemos sido reconciliados con
Dios, alguien nos habló de ello; ahora debemos nosotros también, presentar esta
palabra de reconciliación a otros, que hoy son enemigos pero que pueden llegar
a ser también amigos de Dios.
¡Participemos del ministerio de la
reconciliación!
Antonio Vicuña
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