De manera muy sencilla trataré en esta oportunidad de realizar un acercamiento bíblico a lo que debería ser nuestra vida en comunión con Dios a la luz de un pasaje que el apostol Pablo refirió a los creyentes de Efeso. Encuentro, (admito que estoy siendo bastante simplista) que solo hay dos formas de vivir la vida: o se vive en una relación real, vital y trascendente con Dios, o se vive de forma ajena, lejana y a espaldas de Dios. El hecho es que siendo Dios como es, no es posible que los que le conozcan vivan sin una significativa diferencia en sus vidas que los impulse, les de sentido, propósito, razón y poder para vivir y aún, una razón para anhelar una vida infinitamente superior y mejor en la presencia de Cristo. Dios no deja dudas en su actuar, su obrar es evidente, convincente y poderoso en las vidas de aquellos que le aman. O se le conoce en verdad o no se le ha conocido en absoluto; o se ha tenido un encuentro transformador y vivificador con el autor de la vida o aún se vive en tinieblas de muerte espiritual. Lamentablemente muchos de nosotros, los cristianos, no disfrutamos, ni experimentamos a menudo esa vida intensa y dinámica de la mano con Dios. Parte de la razón de ello se debe a que demasiadas cosas demandan y toman nuestra atención. Las urgencias y prioridades de la vida moderna han matizado nuestros pensamientos y han reducido ante nuestros propios ojos las glorias del vivir consagrados a Dios. Hasta tal punto hemos llegado, que hemos perdido de vista lo que Dios quiere hacer en y a través de nosotros y, lo que es peor, hasta nos hemos olvidado de su presencia en nosotros y no somos concientes de este hecho glorioso sin par: el Espíritu Santo de Dios habita en nosotros y nos anhela celosamente (Stg.4:5). ¡¡Alabado sea Dios que nos dio su Santo Espíritu!! “Si alguno no tiene el Espíritu de cristo no es de él” diría el apóstol Pablo. Si de alguien se debería esperar que tenga éxito en su cometido es de los cristianos: tenemos la palabra infalible y eterna de Dios, tenemos su Santo Espíritu en nuestros corazones, tenemos todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad(1P1:3), en fin, somos dueños de todo (1Cor.3:21-22). Sin embargo, tristemente, no conocemos y no alcanzamos a comprender con claridad lo que Dios ha hecho a nuestro favor y lo que aún él desea hacer en nuestra vida aunque cuando creímos, en el inicio mismo de nuestro caminar con Dios, nos fue otorgado el Espíritu Santo para (cito textualmente) “...que sepamos lo que Dios nos ha concedido”(1Cor.2:13).
Consideremos muy brevemente lo que el apóstol Pablo por inspiración del Espíritu Santo escribió a los creyentes de Efeso.
“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de Gloria, os de espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo”
(Efesios 1:15-23)
Hay tres cosas que debemos conocer como creyentes según este pasaje. Las mismas no pueden ser conocidas a menos que el Padre nos conceda en primer lugar “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” y sean alumbrados así los ojos de nuestro entendimiento. Una traducción más exacta sería que los ojos de nuestro corazón sean alumbrados. El apóstol pablo esperaba que esto sucediese como respuesta a la continua oración que en este sentido él elevaba a Dios a favor de estos creyentes y así se los hace saber, creo que para que ellos también orasen al respecto. Esto nos lleva a la siguiente afirmación:
Necesitamos que nuestro entendimiento sean alumbrado para conocer a Dios. Necesitamos que Dios nos de espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle.
Preguntará alguno, ¿es que acaso no le conocemos?
La verdad quizá sea que aún no le conocemos como podríamos y deberíamos haber llegado a conocerle. Dios no puede ser conocido sin la mediación del Espíritu Santo y la iluminación de las Escrituras. Definitivamente no es posible conocerle en la carne, es decir, según las posibilidades humanas aparte de la revelación escritural, pero la revelación escritural tiene que llegar a ser revelación viva y personal que llega al corazón del hombre y lo lleva a conocer en su experiencia de vida a Aquel de quien hablan las Escrituras, y esto sucede por el obrar activo del Espíritu Santo en la mente y corazón de los hombres.
No conocemos mejor a Dios porque no lo hemos deseado lo suficiente y por que no lo hemos pedido lo suficiente, pero, podemos estar seguros de que Dios desea que nuestro conocimiento de él (y en él) sea creciente, siempre en aumento; cada vez más firme y probado, cada vez más lúcido y radiante. Como nos lo recuerda el conocido proverbio:
"Más la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto"
(Proverbios 4:18)
Ahora, retornado a nuestro pasaje de Efesios, Pablo esperaba que los creyentes comprendieran tres cosas como resultado de ese mayor conocimiento de Dios:
1.- La esperanza a que Dios los había llamado.
2.- Las riquezas de la gloria concedidas en herencia a los santos.
3.- La grandeza del poder de Dios que obra a favor de los creyentes.
Me temo que no podré hablar como se requiere sobre estos tres aspectos, por mi propia necesidad de conocerlos y por mi propia negligencia al respecto, pero debo tratar de aproximar un poco la mirada a esos maravillosos versículos:
"...para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado"
La esperanza a que hemos sido llamados quizá sea la frase más plena de significado y sin embargo la menos comprendida. Hemos sido llamados por el mismo Señor Jesucristo a vivir con la esperanza de la gloria eterna y a vivir con la esperanza de vida eterna, y además de ello hay un cúmulo de esperanzas gloriosas también nuestras como lo son la esperanza bienaventurada del retorno del Señor, la resurrección de entre los muertos, la redención de nuestros cuerpos, la destrucción final de la muerte, la liberación de todo vestigio de mal de nuestro ser, la esperanza de la justicia, la esperanza de la recompensa y la herencia , que nos lleva al segundo punto. Hemos sido llamados a vivir no con cualquier esperanza, tenemos esperanzas supraterrenales, esperanzas de gloria divina, esperanzas que no se marchitan, que no dejan de ser, que son seguras y no avergüenzan.
"...y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos"
Las riquezas de la gloria. Quién podría siquiera vislumbrar el significado escondido detrás de esas divinas palabras: “las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Un hecho sostenido por las Escrituras es que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo; otro es que las riquezas de este mundo son consideradas riquezas injustas(Lc.16:9) en oposición a las verdaderas riquezas de Dios. No en vano la palabra del evangelio es el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo (Ef.3:8). Las riquezas de la gloria abrumarían nuestro corazón y eclipsarían el brillo de todo que este mundo ofrece, están en la categoría de aquellas cosas que ojo no ha visto, ni han subido en corazón de hombre alguno y que Dios ha preparado para los que le aman. Y aunque no dispondremos de ellas en esta vida, debemos orar para que el Espíritu Santo las muestre aunque sea "oscuramente como por un espejo" ante nuestro corazón, porque ello nos ayudará a no perder la esperanza y a enfrentar con renovado valor las falsas recompensas de este mundo.
"...y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos"
La supereminente grandeza de su poder para con nosotros. Si usted pensaba que solo un poco del poder de Dios podía obrar a su favor, este verso es para usted, Dios está dispuesto a desplegar un poder supereminentemente grande a favor suyo. Poder para transformarle en un cristiano victorioso y santo; poder para transformar las circunstancias que hasta ahora han definido o caracterizado su vida; poder para liberarle de todo temor y llenarle de seguridad y valor ante las adversidades; poder para guardarle en el momento de prueba y librarle de tentación; poder para que usted viva la clase de vida que como hijo de Dios está llamado a vivir; poder igual al poder de su fuerza, poder igual al que levantó a Cristo de los muertos; poder que emana de aquel que está sentado a la diestra de Dios en los lugares celestiales sobre todo principado, autoridad, poder y señorío. Usted que sabe que Dios es todopoderoso, crea también, porque la Biblia lo dice, que todo ese poder de Dios está a su favor. Dios nos ha llamado para cosas grandes, para ver su gran salvación, para conocer las riquezas de su gracia, para que conozcamos su poder y no otra cosa; su poder en nuestras vidas, lo que él nos ha concedido en Cristo.
No he hecho mas que hacer una torpe y muy limitada presentación de lo que Dios tiene para usted y la necesidad que nosotros tenemos de ello. ¿Qué decisión tomará usted al respecto? ¿Tratará usted de conocer mejor a su Dios? ¿Caminará usted en la dirección que el Espíritu Santo y la palabra de Dios le indiquen de ahora en adelante? Solo Dios sabe qué tan diferente puede llegar a ser nuestra vida si nos decidimos a buscar su rostro y obedecer su voluntad con diligente y fervosoroso ánimo, quizá nos encontremos como aquellos que despiertan de un sueño a la realidad del vivir; quizá nos sorprendamos de cómo es que antes no lo experimentamos; quizá nos encontremos deseando no haber desperdiciado tanto tiempo y anhelantes de recuperar las esperanzas perdidas; quizá una vez más comprobemos que Dios en verdad nos bendice mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos para gloria y alabanza de su nombre.
En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.
sencillamente mas que claro
ResponderEliminarsencillamente mas que claro
ResponderEliminarExelente sincero
ResponderEliminarHenry florez de Colombia Exelente sincero
ResponderEliminarGracias a Dios por la explicación de su santa palabra, a usado a su vaso de honra para bendecir a su iglesia que el compro con su sangre 🩸. Ahora lo voy a compartir . Bendiciones hermano
ResponderEliminar