lunes, 24 de mayo de 2010

EN CONTRA DE LA SEDUCCIÓN


 
     Hablar de la creación, de la redención, o de la santificación, es hablar de las obras de Dios, pero hablar de la seducción es hablar de una de las obras más temibles de Satanás.

     El diccionario de la RAE define la seducción como “Engañar con arte y maña; persuadir suavemente para algo malo”.

     El diccionario de Vine, por su parte, explica que la palabra seducir tal como se emplea en la Biblia proviene de varios términos griegos:
  • Deleazo: atraer y atrapar con cebo; atraer con zalamerías y halagos.
  • Planao: hacer errar, extraviar.
  • Exapasao: engañar totalmente, seducir completamente.
     El diablo es un consumado y poderoso artista en el campo de la seducción. Desde las tempranas narraciones del Génesis se puede observar la acción seductora de Satanás quien al presentarse ante Eva, con una estrategia concebida para sus fines, logra envolver y arrastrar a la raza humana hacia el terreno del engaño y de la enemistad para con Dios. De allí en adelante la raza entera quedó arruinada por el pecado, bajo la justa condenación de Dios, y a expensas de lo que en la soberana voluntad de Dios se le permitiese a Satanás hacer sobre los hombres. El profeta Isaías se expresó de él como aquel que debilitaba a las naciones (Is.14:12), “que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos; que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus presos nunca abrió la cárcel” (Is.14:16-17). Y aún en su último libro, Apocalipsis, la Biblia habla de él como “el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Ap.12:9).

     El Señor Jesucristo declaró acerca de Satanás: “El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn.8:44).

     La Biblia está llena de tristes y lamentables relatos de hombres que, creyendo en Dios, sin embargo, fueron seducidos hacia el pecado:

     - Israel fue seducido por el deseo de adorar una imagen después de salir de Egipto y recibir el pacto de la Ley. (Ex.32; Ez.20)
     - El rey David fue incitado por Satanás para censar al pueblo de Israel en contra de la voluntad conocida de Dios (1 Cr.21:1-3).
     - Demas abandonó al apóstol Pablo por la seducción del mundo (2Tim.4:9-10)
     - Pablo exhorta a los creyentes de Colosas a que no se dejen engañar (Col.2:8)
     - Pablo dice a los Gálatas que han sido fascinados y se encuentran bajo engaño (3:1)
     - Pablo expresa a los Corintios su preocupación de que ellos puedan ser engañados por el enemigo (2Cor.11:3)
     - Algunos son seducidos por falsas enseñanzas y ministerios (2Cor.11:13-15)
     - Algunos caen en engaño por su pecado de inconstancia (2Pe.2:14)
     - Algunos caen en lazo por prestar oído a palabras de adulación (2Pe.2:3; Ju.16)
     - Algunos caen por no cuidar de sí mismos (Stg.1:14-15; 1Tim.4:16)

     La Biblia nos muestra en Génesis 3:1-6 que Eva fue seducida cuando decidió dejar de lado la veracidad de la palabra de Dios y se entregó a fantasear con una posibilidad que deshonraba la Palabra de Dios. Miles de cristianos caen al igual que Eva, al dejar de lado la segura y firme palabra de Dios comienzan a dar cabida en su corazón a fantasías que no tienen el aval de Dios.

     En Éxodo 32 la Biblia muestra que el pueblo de Israel fue seducido cuando se apartó prontamente del camino que Dios les mandó para explorar una forma de vivir la fe a su manera, porque eran renuentes aceptar las cosas como Dios las había establecido. Eran un pueblo, según el decir de Dios, “de dura cerviz” (Dt.9:12-13), y al rebelarse contra la autoridad divina ellos optaron por inventarse dioses a su gusto. Muchos creyentes son seducidos a vivir una vida cristiana a su manera, a su gusto, una que permita lo que a ellos les agrada (incluso pecado) y que no requiera aspectos que les sean gravosos a la carne.

     En 1 Crónicas 21:1-3 la Escritura narra que el rey David se dejó seducir por un pensamiento de soberbia y presunción personal cuando ordenó, en contra de la voluntad de Dios y de la palabra que se le aconsejaba, la realización de un censo militar en la nación. Ese pensamiento que se originó en Satanás, fue abrazado por el rey David y le costó a la nación la muerte de por lo menos 70.000 hombres en medio de un juicio terrible de parte de Dios. ¡Cuántos creyentes nos dejamos seducir por el enemigo al empeñarnos en hacer algo que va en contra de la Palabra de Dios y del consejo que se nos ofrece!. Y pensamos que eso no nos traerá consecuencias, pero las consecuencias han de llegar, tarde o temprano llegarán, porque Dios no puede ser burlado.

     Ese mismo David, a quien Dios prometió que su descendencia siempre ocuparía el trono de la nación y que de ella nacería el Mesías, en otro momento de su vida fue seducido, esta vez por sus propios deseos, los de su carne. Fue seducido al punto que adulteró con la esposa de uno de sus hombres de guerra; luego actuó con astucia para tratar de encubrir el asunto, y más adelante, ante la inminencia de que se habría de descubrir su vil actuación, ideó un refinado y astuto plan, propio de los hombres más bajos y crueles, para que el hombre de su confianza, el fiel general Urías, muriese en un “accidente de guerra”. Así pues, le asesinó indirectamente y procedió a casarse con aquella mujer, y de este modo se encubrió todo el asunto de forma definitiva según pensaba él. Un pecado le llevó a otro: codicia, adulterio, mentira e hipocresía, planificación y ejecución de asesinato. ¿Tal maldad había en el corazón de David? Sí, pero cuando fue confrontado por la palabra de Dios entonces confesó, reconoció, se arrepintió, lloró por su pecado, ayunó, lamentó su proceder y condición. El testimonio de su arrepentimiento está registrado en el Salmo 51.

     ¿Qué llevó a David a tan viles acciones? Lo mismo que nos lleva a nosotros a las nuestras, aquello que Santiago dijo sobre la atracción y seducción de la propia concupiscencia que lleva a la consumación del pecado y a la muerte.

     ¿Puede un cristiano verdadero ser seducido por el engaño del pecado? La palabra de Dios y la experiencia cristiana dicen que sí. Pablo escribe a los corintios y les dice: “...Temo que como la serpiente con su astucia engañó (sedujo completamente) a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Cor.11:3).

     Hoy por hoy el diablo continúa sin cesar en su actividad seductora contra los hombres en general. El apóstol Pablo dice que en los no creyentes les ha cegado el entendimiento para que no les resplandezca la luz de Cristo y escapen del lazo del diablo en que están presos a voluntad de él. En relación a los creyentes, día a día trabaja e idea maquinaciones para seducirnos y engañarnos en alguna área; en este sentido cualquier área es buena para sus fines: lo personal y familiar, lo social, lo doctrinal, cualquier lugar donde pueda colocar un poco de “levadura” es bueno para sus fines.

     El mundo como sistema organizado promueve la mentira satánica de que es posible ser feliz lejos de Dios, es posible sentirse bien y llevar una vida con propósito lejos de Dios, sólo se necesita...conocimiento, dinero, posesiones, poder, sexo, drogas, muchas diversiones, tener muchas cosas interesantes que hacer, muchos amigos para pasarla bien, etc, etc. Al promover constantemente esa mentira, de que la vida sin un compromiso real y vital con Dios tiene sentido y otorga sentido de realización y trascendencia, el mundo como sistema organizado intenta seducir a los creyentes a creer y aceptar su propuesta de estilo de vida, sus valores antibíblicos y anticristianos; sus criterios terrenales y materialistas, su “amplitud de pensamiento y de mente” en consonancia con el tiempo de modernidad en que vivimos.

     Pero no solo el diablo y el mundo nos quieren seducir y desviar de nuestro llamado a la vida consagrada a Dios, nuestra propia naturaleza es nuestro enemigo en esa área. Hay un principio activo en cada uno de nosotros que se opone a la justicia y santidad de Dios y se resiste a ser dominado por los principios de la vida cristiana. Ese aspecto presente en cada uno de nosotros es el que responde a la llamada de la tentación externa, a la provocación del mundo y a la incitación del enemigo; es nuestra carne, nuestro viejo hombre, nuestra naturaleza de pecado, la cual, cada vez que se lo permitamos, hará su espectacular aparición abundando en fruto de pecado y deseando enseñorearse de nosotros.

     Ante todo esto queda, pues, un llamado por hacer: tenemos que pelear la buena batalla en contra de la seducción y el engaño de Satanás. Es una lucha contra nosotros mismos, donde hemos de morir a nuestros propios deseos (Gal.5:24); es una lucha contra el mundo, donde tenemos que llegar a estar crucificados al mundo y el mundo a nosotros (Gal.6:14); y es una lucha contra el diablo, donde tenemos que resistirle con firmeza sometiéndonos enteramente a Dios (Stg.4:7).

     ¿Cómo debemos enfrentar la seducción?

     El salmista escribió:

En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti
(Salmo 119:11).

     Es vital que guardemos en nuestro corazón su Palabra, su consejo, sus mandamientos, su directriz para no caer en el engaño seductor del pecado. Sólo la palabra de Dios nos puede ofrecer una segura protección y brindar al mismo tiempo una forma eficaz de salir triunfantes ante la seducción del pecado.

     Guardar la Palabra significa actuar conforme ella nos indica y señala que debemos actuar. Guardar la Palabra en nuestro corazón es más que conocerla y estar de acuerdo con lo que ella nos dice, implica tomar nuestras decisiones, sobre todo, las que involucran aspectos morales, criterios y juicios de valor. Guardar la Palabra es vivir en conformidad con el espíritu de la misma, decidir actuar en consonancia con lo que ella refleja, señala, enseña y demanda.

     El intento de seducción viene a nosotros para que deshonremos la Palabra de Dios con nuestras decisiones y acciones. El cebo y carnada de la seducción es lanzado contra nuestra mente para que abracemos un principio, un pensamiento, un criterio que sea contrario a lo que el Evangelio de Cristo nos plantea para nuestras vidas; no tiene que ser una falsa doctrina que, dicho sea de paso, están por todos lados floreciendo; no tiene que ser una abominación escandalosa; puede ser una discreta invitación a la deshonestidad, una “justificada” actuación en contra de las leyes y de la moral; un permiso auto-concedido para mentir y “guardar las apariencias” para evadir las consecuencias de declarar la verdad con respecto a un área determinada de nuestra vida; un pensamiento, un mal pensamiento (a favor de algo, en contra de alguien), que en el momento menos esperado nos atraviesa con la rapidez de un rayo y busca instalarse y abrigarse en nuestro ser; las posibilidades de la seducción son muchas y variadas pero para todas ellas lo único que necesitamos es mantener la Palabra de Dios en nuestro corazón.

     Salomón describió la seducción del vino con las palabras siguientes:

No mires al vino cuando rojea,
Cuando resplandece su color en la copa.
Se entra suavemente;
Mas al fin como serpiente morderá,
Y como áspid dará dolor
(Proverbios 23:31-32)

     La seducción siempre contempla ese mirar previo antes de la entrada suave y de la final mordida del pecado. Así sucedió con Eva, con David y con el intento fallido de Satanás contra el Señor Jesucristo en el desierto. Ese es el proceder del tentador, siempre comienza proponiendo una posibilidad a considerar. Por lo tanto vigile lo que piensa, cuide cómo juzga y considera los aspectos morales y éticos, asegúrese de tomar sus decisiones de acuerdo con lo que enseña la Palabra de Dios, y rechace toda insinuación al pecado, sacúdase todo pensamiento indigno de un hijo de Dios; no participe de las obras de las tinieblas, ¡no participe! Es un mandamiento del Señor: “…no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Ef.5:11).

     ¿Y si hemos caído en la trampa de la seducción y el pecado nos ha mordido y contaminado, qué debemos hacer?

     Sólo el reconocimiento y la confesión de que hemos menospreciado la Palabra de Dios pueden traer liberación del engaño y de la seducción del pecado.

     Cuando Dios le recriminó a Adán “¿has comido del árbol de que yo te mande que no comieses?” (Gn.3:11) estaba buscando obtener del hombre un reconocimiento franco y honesto de su actuación pecaminosa, pero solo encontró excusas y evasivas.

     Cuando Israel hizo el abominable becerro de oro Dios dijo “pronto se han apartado del camino que yo les mandé” (Ex.32:8). En todo pecado cometido se requiere que haya un reconocimiento de que ha ocurrido un alejamiento del camino de Dios.

     Dios dijo a David: “me menospreciaste” al tomar a la mujer de Urías (2Sam.12:10).Cada vez que consentimos ante el pecado en nuestra vida estamos menospreciando a Dios.

     ¿Quiere ser libre del poder seductor del pecado?

     - Honre la palabra de Dios en su vida: Usted tiene que proponerse dar el lugar de preeminencia correspondiente a la Palabra de Dios en su vida diaria, no los domingos o los días de reunión de la iglesia, sino también en su vida diaria, solamente así tendrá una victoria segura contra la seducción del pecado. El rey David escribió: “La boca del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia. La ley de su Dios está en su corazón, por tanto, sus pies no resbalarán” (Sal.37:30-31).

     - Reconozca la fidelidad de Dios para con usted: Dios siempre ha estado al alcance de nuestro clamor si este ha sido sincero. Cuando hemos cedido ante la seducción del pecado es por nuestra decisión personal y nunca porque Dios no nos haya presentado la salida a tiempo. La Biblia dice así: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1Cor.10:13).

     - Reconozca sin titubeos (sin excusas) sus pecados: estamos acostumbrados en extremo a ofrecer excusas y más excusas, a no aceptar ni reconocer nuestra responsabilidad en los pecados de los que participamos. Pero para vencer el poder seductor del pecado necesitamos ser profundamente honestos en cuanto a nuestra debilidad, pecaminosidad, y necesidad de la gracia restauradora de Dios. David en su confesión dijo: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos...Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente” (Salmo 51).

     - Confiese sus pecados ante él en detalle, características e implicaciones: no es la confesión generalizada la que nos ayudará (perdona todos mis pecados). Cuando Dios se toma la molestia de señalar uno por uno los pecados y desatinos de su pueblo, es porque se requiere el reconocimiento de nuestra parte de cada pecado ante el cual nos dejamos seducir y confesar los mismos por sus nombres e implicaciones ante nuestro Dios. Recuerde, “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13), y “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan.1:9).

     - Renuncie a la posibilidad de continuar en el extravío del pecado y vuélvase a Dios, quien, dice la Escritura, será amplio en perdonar (Is.55:7): en nuestra lucha contra la seducción del pecado no basta con pedir perdón y reconocer nuestro pecado, es necesario tomar una determinación al respecto, tomar decisiones que apoyen el cambio de dirección que, por la palabra de Dios, debemos dar a nuestra vida. Hacer arreglos y ajustes que nos permitan fortalecer y restaurar la comunión con Dios. Tomar previsiones para no ceder en las luchas futuras ante la seducción del pecado en esas áreas en las que caímos.

     David también escribió las siguientes hermosas palabras en su caminar y luchar contra la seducción del pecado:

Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno
(Salmo 139:23-24)

     Vivamos a cara descubierta delante de nuestro Dios y en lucha frontal y permanente contra las asechanzas del diablo y la seducción del pecado, aprendamos a vencer por la gracia del Señor y con la verdad de su Palabra. Fortalézcase en el Señor y en el poder de su fuerza y no se deje seducir por el engaño del pecado.

     En el amor de Jesucristo, Antonio Vicuña.
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14 comentarios:

  1. GRACIAS POR SU APORTE...SEGURO ESTE SITIO SERA DE BENDICION PARA OTRAS PERSONAS COMO LO HA SIDO PARA MI...BENDICIONES EN CRISTO...

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  2. Gracias por compartir estas palabras de sabiduría. Que el Señor te siga obrando en ti en pos de llevar el mensaje de salvación al mundo.

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  3. excelente enseñanza ,Dios le bendiga por compartirla .

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  4. bendiciones y adelante con la palabra de DIOS

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    1. Muchas bendiciones por qué hoy no somos persuadido por el mar si no con el bien

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  5. Excelente trabajo. Dios le bendiga.

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  6. Excelente trabajo. Dios le bendiga.

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  7. Gran Enseñanza este mensaje.De gran Bendición. Dios sea contigo

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  8. Le agradezco este articulo porque estoy pasando un momento de tentacion terrible. He luchado por no caer para no deshonrarme ami ni a mi señor, pero que dificil es controlar la mente y el alma cuando la carne es el que lo pide sumado a que por naturaleza hay dias en los q el cuerpo entra en deseo (ovulacion) y teniendo a alguien seduciendo la lucha es dificil.
    Y aunque sigo en pie, temo no poder resistir mas y a Dios le pido que no me deje caer en tentacion para no fallarle ni a el y ni a mi familia

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  9. Me encanto esa parte que dice que la seduccion es engañar y mentir. Y en realidad asi es. Hermanos Dios los bendiga. Hay que estar atentos y no caer en las cosas del mundo. Resistir la tentacion como lo hizo Jesus en el desierto.

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  10. Muchas gracias. DIOS CONTINÚE BENDICIENDOTE. Gloria a Su Nombre. Poder y Gracia.

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  11. Bendiciones Que bendiciones terner esta ayuda que asido de bendiciones para muchos

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  12. Amigo el señor te bendiga que revelación q el señor te dio amado

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